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Las mujeres y el deporte: ¿conflictivas, perezosas e inmorales?

Puede que tener una selección femenina de mayores imponga retos a la dirigencia, pero las mujeres nos merecemos que se siga patrocinando.

Isabel Cristina Jaramillo, Isabel Cristina Jaramillo
27 de febrero de 2019

En los últimos días nos enteramos de la decisión de la Federación Colombiana de Fútbol de no seguir convocando una selección femenina de mayores por declaraciones de su segundo vicepresidente, el señor Álvaro González. La noticia, que parecía no necesitar mucha justificación o explicación, salió a la luz para explicar que las denuncias de las jugadoras en relación con acoso sexual, acoso laboral y problemas con los pagos, tenían que ver con su rechazo a la decisión de terminar el equipo.

El directivo dio a entender que, en todo caso, se investigarían a fondo las conductas, aunque también indicó que no había habido antes este tipo de denuncias. La preocupación por la violencia sexual y la posible renuencia o desgano en la investigación de la misma ha copado el debate en los medios y el interés de las autoridades. Creo que es muy importante insistir en la investigación y en la sanción de quienes hayan incurrido en conductas rechazadas por nuestra normatividad. Pero también pienso que es clave insistir en lo que significa para las mujeres que se recorten los recursos para sus proyectos, en particular cuando son proyectos en áreas de intensa segregación como lo ha sido el deporte.

En efecto, la idea de que a veces es mejor cancelar un proyecto que tratar de arreglarlo tiene mucho sentido: ahorra costos y permite nuevos comienzos. En estos términos lo puso el señor González: Vamos a dedicar toda nuestra atención a las selecciones sub 20, sub 17 y sub 15 porque queremos promocionar y proyectar a bien el futuro del fútbol femenino en Colombia”, le dijo a Pulzo. Sin embargo, no creo que esta sea una buena idea cuando el ‘problema’ viene mayoritariamente de las autoridades y cuando la ‘solución’ es tan urgente.

No suena razonable que las jóvenes que ya estaban participando en la selección y las que han pensado en la selección como un proyecto de vida, deban aceptar que se deje de apoyar porque los técnicos eran malos, porque a las jugadoras les pagaban tarde y porque había acoso sexual. Arreglar esto es parte de las funciones de las autoridades, no de las jugadoras. Adicionalmente no es claro cómo cancelar el proyecto va a mejorar las prácticas: solamente haciendo aprendemos a hacer mejor.

Además del impacto en las jugadoras que hoy están en la selección de mayores y en las que estaban en las selecciones sub 17, sub 20 y sub 21, debe preocuparnos el impacto en las mujeres colombianas de una decisión como estas. De acuerdo con la encuesta Sensor de Yanbal, solamente un 3 por ciento de las mujeres encuestadas realiza deportes en equipo, mientras que un 21 por ciento de los hombres lo hacía (una muestra representativa de mujeres en las cuatro principales ciudades del país –tres versiones: 2010, 2011 y 2012).

Esta es una diferencia enorme y preocupante, sobre todo si se tiene en cuenta cómo los deportes en equipo contribuyen, no solo ni principalmente a mantener una buena salud, sino a construir capital social. Jugar en equipo enseña varias cosas: a liderar, a obedecer, a seguir reglas, a pensar estratégicamente, a trabajar conjuntamente por un objetivo (Ver: The Secret To Being A Power Woman: Play Team Sports).

En nuestras sociedades existen pocos escenarios en los que se logren desarrollar todas estas habilidades de manera simultánea. El que los equipos sean segregados por sexo ya es problemático en este sentido pues manda el mensaje de que uno solamente puede entenderse bien y cooperar con personas de su mismo sexo. Pero negar a las mujeres estas posibilidades con la idea de un supuesto desinterés de su parte es un error y una injusticia. Por un lado, tenemos evidencia de que hay mujeres que tienen interés dado que ya tenemos la selección conformada.

Por otra parte, no es claro cómo va a despertarse más interés si en lugar de atesorar y apoyar a estas mujeres que están rompiendo paradigmas e innovando en un campo tan incierto, las sometemos a toda clase de vejámenes y luego les decimos que se quejan es porque les van a cancelar los contratos. Puede ser que sea difícil, pero no parece razonable que el mejoramiento de las condiciones de vida y las oportunidades de la mitad de la población pueda seguirse aplazando.

Creo que para muchos es fácil pensar que es verdad que las mujeres son conflictivas, perezosas e inmorales, y por eso no son buenas para los deportes en equipo y no se sienten inclinadas a jugarlos. Yo diría que antes de llegar a esta conclusión deberíamos tener en cuenta todas las formas en las que se desincentiva a las mujeres a estar en ciertos deportes: 1) hay muchos deportes en los que no hay equipo de mujeres y se les impide a ellas jugar con los hombres; 2) no se valora el cuerpo atlético en las mujeres; 3) no hay mujeres profesoras de deporte, o son muy pocas; 4) hay pocos conocimientos sobre cómo reaccionan los cuerpos de mujeres a ciertos estímulos y presiones; 5) la intimidad y contacto físico del deporte genera situaciones que son reiteradamente explotadas por los profesores, llegando con frecuencia al acoso y la violencia sexual; y 6) se invierte poco en los deportes que son principalmente o exclusivamente de mujeres.

Sería importante atacar cada una de estas razones antes de concluir que la naturaleza de las cosas nos impide introducir cambios significativos. Puede que tener una selección femenina de mayores imponga retos a la dirigencia, pero las mujeres nos merecemos que se siga patrocinando.

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