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JOSÉ MANUEL ACEVEDO

¡Desesperados!

¿Será el desespero presidencial la gota que rebose la copa? ¿Hará algo, por fin, el buen Diego Molano, ministro de las TIC?

José Manuel Acevedo M.
11 de mayo de 2013

Se le saltó la piedra al presidente Santos. Seguro fue una llamada de urgencia a Tutina o tal vez que, a última hora, quiso defender la honra de Uribe e intentó una comunicación con Maduro desde su celular. El caso es que la llamada falló y Santos se desesperó, como llevamos desesperados los colombianos meses y meses con el pésimo servicio que nos prestan los operadores de telefonía móvil, como si nos estuvieran haciendo un favor.

Desesperados con quienes se la ganan fácil: Claro, Tigo y Movistar –pero sobre todo, Claro–, que nos fueron acostumbrando a llamadas caídas, mensajes que nunca llegan, chats que quedan a medias en el momento más importante y voces entrecortadas.

¿Será el desespero presidencial la gota que rebose la copa? ¿Hará algo, por fin, el buen Diego Molano, ministro de las TIC?

Debería, digo yo. Mejorar las comunicaciones móviles en Colombia seguramente le daría más votos a Santos que su enredado proceso de paz. Pero los intereses particulares son demasiado poderosos.    
 
Rodrigo Lara, presidente de Asomóvil, dice que la culpa del mal servicio en la telefonía móvil es de los municipios que no permiten instalar más antenas, al tiempo que el ministro de las TIC confirma que la regulación local ha complicado la ampliación de la infraestructura.

Con estas declaraciones, tanto Lara como el ministro Molano confirman que el 4G va a terminar siendo un gran cañazo para el pueblo colombiano porque en estas condiciones técnicas no podremos disfrutar a plenitud las bondades de esa tecnología.

¡Que no nos engañen! Puede que los planes de ordenamiento territorial se hayan convertido en una barrera tecnológica, pero no es la única ni la más importante. La saturación de las redes se debe al apetito insaciable de aquellas compañías que hoy tienen muchos más clientes que capacidad para atendernos a todos.

Alguien tiene que castigarlos, dice la gente. Y no es que la Superintendencia de Industria y Comercio no imponga multas. Obvio que lo hace. El problema es que como esas sanciones son irrisorias para el largo bolsillo de los prestadores de este servicio, todos se acostumbraron a pagarlas y seguir adelante cometiendo las irregularidades que quieran, muertos de la risa porque la chequera les da.

Por eso entiendo que la gente proteste. Por eso protesto enérgicamente yo. 

Ahora sale a decir el apoderado de la empresa Claro, Augusto Ibáñez, que la estabilidad financiera de la compañía está en riesgo con tanta protesta y que se configura una suerte de pánico económico cuando se llama al no pago como respuesta de los indignados al pésimo servicio.

Habrá que contarle al doctor Ibáñez que les iría peor a las finanzas de su poderoso cliente si se cumpliera de verdad la devolución de dinero por cada llamada caída, cosa que todavía no está ocurriendo.

¡Caraduras! Tendrán que judicializarnos a muchos, incluido el presidente de la República, por protestar en contra de sus abusos. Aunque quizás en la cárcel nos vaya mejor porque sólo en esos centros penitenciarios la señal funciona tan bien, que las extorsiones siempre son efectivas. 

¡Sepan que la paciencia de los colombianos se agotó!    

Twitter: @JoseMAcevedo 

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