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Desmovilizados: hay que dar el gran salto

Un ex paramilitar escribe sobre su experiencia de desmovilización.

Semana
14 de febrero de 2005

Escribo esto como estudiante universitario y como desmovilizado que soy.

En estos días se habla de protestas hechas en Bogotá por desmovilizados inconformes con el programa de reincorporación. Citan como motivo de sus protestas el hecho de que no les entregan dinero o auxilios para suplir sus necesidades.

No sé cuales serán las políticas del programa, ni los criterios que se utilizan para otorgar beneficios económicos a los desmovilizados, pero sí sé que el solo hecho de haber dejado las armas no nos da el derecho de pensar y creer que el programa es una máquina expendedora de billetes. Tampoco que les hicimos un favor desmovilizándonos, o caer en la falsa idea de que lo único que sabemos hacer es tener un fusil en la mano.

Dejemos de 'chantajear' al programa: si no me dan, me devuelvo pa'l monte; es el peor error en el que podemos caer.

Lo ideal sería ver el programa como una entidad que nos apoya, nos guía y sobre todo nos brinda toda su confianza. Pongámosnos en el lugar de todos aquellos funcionarios que trabajan y creen en nosotros. No son ellos los que tienen que responder por nosotros, somos nosotros los que debemos responderles a ellos.

Si tomamos la decisión de dar otro rumbo a nuestras vidas, que ese rumbo no se nos pierda en el camino. Alguna vez alguien dijo: ayúdate que yo te ayudaré. Se supone que somos unos 'guerreros', demostrémoselos y desmostrémosnoslo a nosotros mismos. Tenemos en nuestras manos la oportunidad de salir adelante, pero que sea por causa propia, y no porque nos empujan; veamos al programa como alguien que siempre va estar ahí, detrás de nosotros, ofreciéndonos su apoyo, y no pensemos en las condiciones que nos exigen. En realidad son metas. Metas que nosotros debemos alcanzar. Pensemos en Colombia, en nuestras familias y en nosotros: vale la pena trabajar en todo lo que eso significa, tratemos de remediar el error cometido, seamos parte de la solución y no del problema. Busquemos la forma de comprometernos con nuestro país y con aquella gente que cree en nosotros, y seamos tolerantes con los que, por una u otra razón, no confían.

El programa de reinserción debe ser paciente y tolerante con nosotros. A veces pensamos en forma equivocada, y no somos capaces de visualizar el real trasfondo de las cosas que nos afectan. Como no quiero que esto sea solo bla, bla, bla, sugiero lo siguiente (que lógicamente será más bla, bla, bla): exijan metas, no condiciones, que la relación con el desmovilizado sea de compromiso y de confianza, no de dinero.

Concretamente les sugiero darle un giro al tema de proyectos productivos, pensar en grande, pero siendo realistas. Muchos desmovilizados se imaginan convirtiéndose en pequeños empresarios, con un gran éxito comercial, y viven los dos años de cobijamiento del programa montados en una ilusión. El día que el programa les suspende el apoyo, se sienten defraudados y solos.

Nosotros no podemos pretender estar siempre cobijados por el programa; sin ganas de quitarle méritos a nadie, la mayoría de los desmovilizados somos inexpertos en temas económicos, empresariales o de éxito comercial. Además son pocos los que tienen una preparación moral y académica. Muchos no saben lo que realmente quieren hacer con su vida, no saben cuál es el camino que deben seguir, y escogen atajos que los llevan por mal camino.

Sugiero al programa de reincorporación lo siguiente:

Estudiar los 25 mejores proyectos productivos que más se ajusten a los desmovilizados, que sean viables y en lo posible individuales; que el propio programa se encargue de la logística, el montaje y la adquisición de los equipos y elementos necesarios para el funcionamiento del objeto del proyecto.

Que se nos 'exijan' metas con base en el objetivo que tenemos que alcanzar: si el programa me da la opción de montar un criadero de truchas, por lo menos necesito unas bases técnicas, que solo se logran estudiando.

Acabar con los albergues (son una bomba de tiempo), o al menos que la estadía del desmovilizado en éste no sea mayor a un mes. Un mes es más que suficiente para trazarnos unas metas y elaborar un plan de estudios y de trabajo junto con el programa.

Con base en un cronograma de estudios y trabajo, que se nos apoye con un auxilio alimentario y de vivienda; lógicamente, en nuestras manos está responderles al programa y a nosotros mismos: si respondemos, llegará el día en que estaremos listos para recibir nuestro proyecto productivo y nuestra opción de vida. Si no respondemos, ya no tendríamos forma de culpar a nadie.

Lo anterior podría ser una forma de garantizar el éxito del desmovilizado y de su respectivo proyecto productivo. Así, el desmovilizado no se encargará de efectuar un estudio de viabilidad y no tendrá la responsabilidad de manejar recursos (de eso se encargará el programa). Solo tendrá la responsabilidad de estudiar y prepararse para manejar su opción de vida.

Vuelvo y lo repito: lo anterior puede que sea solo bla, bla, bla. Tal vez estoy cometiendo el mismo error que tanto crítico en mi universidad: aquí en la Universidad Industrial de Santander vivimos de actos simbólicos. Como estudiantes nos ideamos miles de actos que son realmente novedosos: ¿alguien se puede imaginar dándole un abrazo a un hospital?

Es más, no solo en la UIS vivimos de actos simbólicos. Colombia está llena de simbolismos. Todos los días en alguna parte hay marchas o formas de protestar ingeniosas, pero la gran mayoría de esos actos nunca pasan de ser eso: un simple acto simbólico.

Si algo he aprendido en los semestres que llevo estudiando es que todo, absolutamente todo, necesita de unas bases bien definidas y concretas. Definamos nuestras bases y luego pasemos a darle forma a nuestro gran edificio llamado Colombia: hay que dar el salto de lo simbólico a lo real y concreto. Hay que atreverse a dar el gran salto.

* Desmovilizado de las autodefensas

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