Con la llegada de Petro al poder era previsible que el país tendría que someterse a muchos cambios, especialmente por la introducción en la vida diaria de una ideología política que promueve conductas que van en contravía de lo que nos han enseñado a respetar desde niños, como son los principios y valores sociales.
Era predecible que sus principales colaboradores serían de la misma extracción y tendencia izquierdista, pero nunca se podría pensar que muchos de ellos no tuvieran ni la preparación, ni la solvencia moral para ser nombrados.
Tampoco se sospechaba que el gobernante nombrara en los más altos cargos del estado a personas que odian a Colombia, que odian a la sociedad, que siembran la cizaña y que no son dignos de ocupar las posiciones donde hombres y mujeres ilustres tuvieron el honor de servir a su patria y a sus conciudadanos, así como la designación de quienes no cumplen los requisitos mínimos para ocupar los cargos, o de otros que tienen o han tenido deudas con la justicia, tanto en el país, como en el exterior. Tristemente, está haciendo carrera el concepto errado de que ‘ser pillo paga’.
La perla del momento está nuevamente a cargo de quien ocupa la Cancillería, personaje conocido de marras por sus afinidades con protagonistas de la violencia narcosubversiva que tanta sangre han hecho correr en Colombia y en el exterior, quien nuevamente ha ‘pelado el cobre’ llenando de vergüenza a los colombianos que observan cómo desde altos cargos del gobierno quieren destruir el país que tanto esfuerzo ha costado edificar por parte de nuestros antepasados. Canciller, si quiere ‘incendiar el país’, renuncie al cargo que indignamente ocupa hoy.
Está claro que la frase popular ‘de tal palo, tal astilla’ siempre se cumple, siendo así que la oposición al anterior gobierno también intentó hacer explotar al país con las famosas marchas violentas lideradas por los vándalos de la ‘primera línea’. Pero las recientes declaraciones del Canciller y su posible actuar ‘cómplice’ frente a las ‘nacionalizaciones exprés’ mencionadas en algunos medios, sin lugar a duda, ameritan una moción de censura en el Congreso y su retiro inmediato de tan alta dignidad del estado.
El daño que le hace al país es incalculable y quién sabe qué más estará orquestando desde su nicho para atentar contra los colombianos; es inaudito que quien ha pensado en prender la mecha para hacer arder a Colombia esté aún en el gobierno. ¿Será que algún honorable congresista le pone al cascabel al gato?
Hablando de ‘nacionalizaciones exprés’ y reforma laboral, sigue llamando la atención el silencio de los sindicatos y centrales obreras, pues si se están importando extranjeros para ocupar cargos en el gobierno, se está atentando contra los derechos de los nuestros trabajadores y hoy tenemos muchos desempleados.
Despierta, Colombia, pues esto significa que la dictadura se está imponiendo y continúa restando oportunidades a los nacionales, y quienes tienen la posibilidad y responsabilidad de hablar fuerte no lo hacen por posibles compromisos ‘enmermelados’.
En poco tiempo, seguramente estaremos observando médicos cubanos quitando la posibilidad de trabajo a los excelentes profesionales colombianos o veremos a extranjeros prestando la seguridad a los más altos dignatarios de la coalición gobernante, apoyando a las llamadas guardias campesinas, guardias indígenas o guardias cimarronas promovidas por el ministro del Interior, lo cual viola a todas luces los preceptos constitucionales. Las Fuerzas Militares no pueden olvidar que son el árbitro de la democracia.
Somos responsables por el silencio ante las aberraciones que nos afectan y si no se denuncian oportunamente los atropellos, además de hacernos cómplices, estaremos patrocinando el despiporre en que este gobierno está empeñado en llevar al país. La reciente decisión de la Corte Penal Internacional, al emitir una orden de captura contra el presidente de la Federación Rusa, nos indica que las decisiones atrabiliarias de un dictador se pueden llevar ante las cortes internacionales; es un buen precedente, especialmente cuando estamos frente a las posibles violaciones a la Constitución por parte de un régimen dictatorial. Abramos muy bien los ojos, pues Colombia va mal, muy mal, y no hacemos nada para evitar la estrepitosa caída en que estamos inmersos.
Como pregonan en las manifestaciones: Colombia unida no será vencida. Unidos lograremos sacar adelante nuestro país. Que las ambiciones personales de algunos políticos no se antepongan a los intereses nacionales. Despierta Colombia del letargo en que estás sumida.