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Dimensión desconocida: solidaridad desprestigiada

Aunque reconoce que hay casos de corrupción e ilegalidad en ONG y cooperativas, Adriana Ruiz, consultora en derecho del tercer sector, considera que lo realmente grave es que los colombianos no conozcan bien qué son y para qué sirven y se llenen de prejuicios contra ellas.

Semana
4 de julio de 2004

Einstein creía que en nuestra época era más fácil desintegrar un átomo que acabar con un prejuicio. Yo espero una de dos cosas: que Einstein se haya equivocado y los prejuicios no sean indestructibles, o bien, que de serlo, los colombianos aun estemos a tiempo de frenar nuestra construcción de prejuicios contra las ONG, las cooperativas y el resto de Organizaciones de la Sociedad Civil colombiana.

De un tiempo para acá, las noticias y la opinión que circula en el país sobre este tipo de organizaciones no es favorable. Por ejemplo, y sólo en las semanas precedentes, otra vez, aparecieron las Organizaciones No Gubernamentales relacionadas con el terrorismo, y las cooperativas, de uno u otro tipo, envueltas en problemas tributarios o como expertas en la vulneración de derechos laborales.

Sin lugar a dudas es grave que este tipo de organizaciones civiles y sin ánimo de lucro puedan haber violado la ley, como también es preocupante que puedan existir organizaciones civiles de fachada de grupos al margen de la misma. Pero más grave que la existencia puntual de corrupción o causas ilícitas en algunas organizaciones sin ánimo de lucro que son, por supuesto, susceptibles de sanción, es que nuestro rechazo causado por casos aislados, lo estemos universalizando y usando para nutrir prejuicios contra las ONG, las cooperativas y otras categorías de personas civiles y solidarias. Porque en últimas, bajo estas denominaciones categóricas habitan muchas organizaciones, algunas serán formadas e integradas por personas responsables, y otras no.

Por ejemplo, detrás del sobrenombre de ONG, se encuentran las fundaciones y algunas asociaciones o corporaciones, de nuestro ordenamiento jurídico que sirven a los ciudadanos que buscan desarollar objetivos de utilidad pública o interés general en la sociedad. Además de éstas, también hacen parte del Tercer Sector -este universo de personas jurídicas que encierran las iniciativas de ciudadanos sin ánimo de crear riqueza para sí, sino para los objetivos de toda una colectividad o de otros- las cooperativas, en sus diversas modalidades (de producción, de trabajo asociado, financieras, administradoras públicas cooperativas y precooperativas, entre otras), las mutuales y organizaciones de voluntariado, así como los fondos de empleados, las veedurías ciudadanas, los organismos de acción comunal y las empresas comunitarias, entre otras. Se trata de tipos de personas jurídicas creadas por el legislador colombiano, instituciones neutras puestas a disposición de los ciudadanos, quiénes harán buen o mal uso de ellas dependiendo de sus intenciones.

Sin embargo, buena parte de los colombianos -desde los medios, pasando por el gobierno y hasta en una charla de vecinos- con frecuencia prejuzgamos estas organizaciones por categorías enteras. ¿Por qué esto no ocurre con las organizaciones de los otros dos sectores, el publico estatal y el privado lucrativo? ¿Por qué nadie se queja u opina de las sociedades anónimas o los establecimientos públicos en bloque, como categorías uniformes, y en cambio sí ocurre así con las organizaciones del Tercer Sector ?

Sin lugar a dudas, las razones por las que es tan fácil prejuzgar negativamente a las organizaciones civiles y solidarias son múltiples. Para empezar, es tradición que las esferas de lo colectivo y lo público en Colombia le incumban al Estado en vez de a los ciudadanos, de ahí que este tipo de organizaciones sean inquietantes. De otra parte, la participación ciudadana que realmente se ha valorado y fomentado en los colombianos es la del voto individual y no la de los ciudadanos organizados, lo que explica que las organizaciones de la sociedad civil sean comparativamente escasas.

Pero, la razón principal por la que creo que estas organizaciones de naturaleza solidaria son tan fácilmente prejuzgadas y subvaloradas, es porque para muchísimos colombianos, ellas hacen parte de una dimensión desconocida. Para la gran mayoría de los colombianos, el desarrollo económico y social dependen de las condiciones que crean el Estado y el Mercado. Más allá de las fotos de cocteles, los discursos floridos, premios y condecoraciones por iniciativas y donaciones singulares de personas generosas, la solidaridad es una palabra que huele a "pobres", a gente caritativa, o bien a grupos de reivindicación popular, pero nunca a desarrollo.

Y sin embargo, estas organizaciones de origen y fines solidarios, en unos casos altruistas, en otros de entreayuda, son un medio de desarrollo autónomo propio a los ciudadanos. Y si no, piénsese en la creación de cooperativas de pescadores, lecheros o médicos; las mutuales de empleadas domésticas que les permiten acceder a la seguridad social en condiciones más favorables; las veedurías de vecinos que garantizan que las obras públicas se hagan correctamente; las fundaciones que apadrinan microempresas de población vulnerable o bien las asociaciones de defensa de derechos humanos que coadyuvan en el acceso a la justicia en el país.

Es lamentable que los colombianos en vez de buscar y fomentar toda forma posible de crecimiento económico y fortalecimiento democrático -que tanto necesitamos- hayamos venido desconociendo y desaprovechando el desarrollo que genera la solidaridad ciudadana. A decir verdad, no me sorprende que algunas personas de turbias intenciones hagan nido allá, en ese sector hacia donde el país no mira.

Lo que sí me parece escandaloso, en cambio, es que, de desconocer, estemos haciendo transito directo a desprestigiar, sin nunca haber entendido ni explotado el potencial de las organizaciones que vehiculan la solidaridad de nuestra sociedad civil. No creo que Einstein se haya equivocado, la resistencia de los prejuicios es legendaria, pero sí es posible que nosotros estemos a tiempo de frenar el proceso de desprestigio de la solidaridad. Y hasta cambiar el rumbo.

*Abogada y politóloga, consultora en derecho de organizaciones de la sociedad civil y miembro de la junta asesora del International Center for Not-for-Profit law, Washington D, C.

derechosol@hotmail.com

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