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Duque, contra el mundo

El mundo, para bien o para mal, respaldó el acuerdo de paz y la política detrás de él. Como dicen, ese barco ya zarpó. Es una pelea perdida. Seguir batallando no solo es infructuoso, sino suicida.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
30 de junio de 2019

En la reciente historia de Colombia se da por hecho la animadversión de Álvaro Uribe a la diplomacia presidencial. Es un mito: como presidente, Uribe viajó como todos sus predecesores. Mucho, según sus críticos. Pero el tiempo cumple la tarea de olvidar y hoy es el mandatario que odiaba viajar. 

Iván Duque adora los paseos fuera del país. Es uno de los pocos beneficios del cargo. No sorprenden los 17 viajes del presidente. Es parte esencial de su perfil, más tecnócrata que político. Y además le pasa lo de Juan Manuel Santos, en el exterior acogen sus mensajes. Hasta ahora. El viaje a Europa mostró un cambio de la tendencia. Ya no tragan entero. 

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Los uribistas están felices. Por fin hay lugares donde ven a Colombia como ellos. Un país violento con grupos armados sin control. Cada vez son más los escépticos que citan al expresidente como prueba de su preocupación. 

Duque, que no comparte la euforia uribista, la semana pasada vivió el fin de la luna de miel internacional. Su visita no pasó desapercibida por los colombianos en el exterior. Ya no lo reciben con los brazos abiertos y aplausos, sino con retos. 

Parecería que Duque anda sorprendido, como si no entendiera el por qué del cambio. Desde su perspectiva está cumpliendo lo que dijo en campaña. Él mismo advirtió: ni risas ni trizas. Sin embargo, la vaguedad de las palabras funciona para ser elegido, pero una vez en el poder suena a retórica barata. Hoy, once meses después de la posesión, las palabras parecen vacías. Fue incapaz de que el Congreso apoyara sus objeciones a la Jurisdicción Especial para la Paz. Peor aún: recibió una paliza que excusó bajo la frase de que los principios no se negocian. Hay que aceptar las derrotas y salir adelante.

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La comunidad internacional tiene dudas. El presidente está con la paz a medias. Los amigos europeos apoyaron la paz con todo y no se pueden echar para atrás, así no funciona la diplomacia. Ni hablar del compromiso adquirido con el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que incluye una visita al país el 11 de julio. No hay que ser pesimista para imaginar que la visita será complicada. Hay demasiados asuntos por resolver y el palo no está para cucharas. Lejos estamos de la euforia de 2016. Solo se ven dificultades y obstáculos en el horizonte.

Por eso, no entiendo la política exterior de Duque. Los nombramientos parecen pago de favores a uribistas y no a un equipo destinado a defender al país. No se salva ninguna embajada relevante. En Suiza, por ejemplo, puso a una mujer antipaz. En la OEA, a un hombre que considera la emigración de venezolanos como una estrategia de expansión del chavismo. Y en Washington, a un hombre que trabaja solo. Después de diez meses, aún no hay un equipo internacional ni fuerte ni definitivo.  

Y eso en las sedes diplomáticas con renombre. En las otras pululan personas más conocidas por su condición de purasangre uribista que de conocimiento diplomático. En realidad, no es nada diferente del pasado. Todos los presidentes aprovechan esos nombramientos para agradecer el apoyo. Pero Duque prometió no hacerlo. 

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Hoy hay un entorno exterior enardecido sin un equipo internacional preparado para enfrentarlo. Y ahora, con el uso de la diplomacia presidencial, debilitado. Debilitado porque en adelante salir del país garantizará críticas en la casa. Debilitado porque no viajar dejará la posición internacional del país en veremos. Debilitado porque una actividad propia del Gobierno está coja. 

La respuesta de Duque deja más dudas. Se reunió con reporteros que lo acompañaron en el periplo. Les habló de los 150 millones de dólares de inversión que consiguió en el Reino Unido para el medioambiente y el apoyo a Colombia en la implementación de la paz. También recibió el apoyo de Francia y Suiza. Citó un incremento de más de 60 por ciento de inversión directa extranjera en el primer trimestre del año. Buscaba probar que las visitas fueron necesarias y oportunas. 

Se equivocó. A los críticos no les importa. Nada puede acallar su voz de oposición. Sería un error limitar los viajes, pero es igualmente grave tacharlos de ser de una conspiración internacional. La metida de pata del canciller, Carlos Holmes Trujillo, fue profunda. Trató de enmendarlo, pero no sirvió. Las palabras importan y más viniendo de un canciller. 

Opinión: Duque y el camino equivocado

El mundo, para bien o para mal, respaldó el acuerdo de paz y la política detrás de él. Como dicen, ese barco ya zarpó. Es una pelea perdida. Seguir batallando no solo es infructuoso, sino suicida. Duque debe evitar caer en la trampa de la conspiración. 

En un reciente artículo, The Economist plantea la disyuntiva de Iván Duque y si tendrá tiempo para marcar su propio camino. The Economist es optimista. Espero que así sea. 

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