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Duque en el laberinto

Hace dos meses la política exterior del presidente Duque iba por buen camino. Ya no. La relación con Venezuela está enredada y con un futuro incierto.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
6 de abril de 2019

La reunión con Trump fue perfecta. Ambos se enfocaron en Venezuela y pidieron el retiro de Nicolás Maduro. Con los congresistas, el mensaje fue el mismo. Las preguntas sobre el crecimiento de cultivos ilícitos, si bien fueron parte de la conversación, no formaron parte de los titulares.  

Con Venezuela también funcionaba la estrategia. En menos de un mes, más de 50 países habían reconocido a Juan Guiadó como presidente interino. Entre ellos Estados Unidos, la gran mayoría de la Unión Europea y América Latina. Era innegable el liderazgo de Duque. 

En seis meses, Duque había impuesto su huella a la política exterior colombiana. Una gestión simbolizada en el apoyo a Guaidó. Días después de su viaje a Washington, Duque fue anfitrión del concierto en la frontera que contó con la participación de varios líderes latinoamericanos. Los días de Maduro parecían contados. Hasta Duque se animó y pronunció un ultimátum de “horas”. 

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Hoy, dos meses después, Guaidó fue suspendido por 15 años de la actividad pública. Le levantaron su inmunidad parlamentaria y hay serios indicios de que será detenido en algún momento. 

El cerco diplomático parece desvanecerse. Chinos y rusos decidieron ir con el régimen de Maduro. Ese respaldo le ha dado un nuevo aire al Gobierno venezolano. Ofrecen asesores y planean futuras operaciones. En el Consejo de Seguridad de la ONU evitan cualquier resolución de condenas. 

Hace dos meses la política exterior del presidente Duque iba por buen camino. Ya no. La relación con Venezuela está enredada y con un futuro incierto.

El Consejo de la Asamblea de la Federación Rusa tuvo la odisea de enviar una declaración política sobre Venezuela al presidente de la Cámara de Representantes colombiana. Advierte contra el uso de la fuerza. Es una extraña carta que no merece una respuesta. Los congresos viven de fallar en una proposición como esta. 

Pero Colombia le contestó. El canciller Carlos Holmes Trujillo leyó un comunicado rechazando el tono y el contenido, y reiterando nuestra preocupación por Venezuela. Lo propio hizo el presidente Duque, sin antes mirar si era veraz y si correspondía una declaración de su altura.  

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La carta rusa coincidió con una aseveración desafortunada de Trump. Por televisión, el mandatario estadounidense mencionó a Colombia como una aliada ingrata en la lucha contra el narcotráfico. Dijo que entra más droga a los Estados Unidos desde cuando se posesionó Duque, mientras lo describe como un buen muchacho. 

La respuesta colombiana tampoco faltó. Primero el canciller con un discurso lleno de estadísticas y luego el presidente con otras más. Había que demostrar contundencia y así lo hizo. Hasta el Centro Democrático se unió culpando de todo a Juan Manuel Santos y cuestionando a Trump por no haber descertificado al país el año pasado. Un extraño argumento que afortunadamente no se hizo viral. 

Al mismo tiempo, el que estuvo activo fue el embajador de Estados Unidos, Kevin Whitaker. Invitó a desayunos a congresistas para hablar a favor de las objeciones a la Jurisdicción Especial de la Paz, JEP. Al diplomático le preocupa la restricción a la extradición y los delitos continuados como quedó en la JEP. Pensaba hacer lo mismo con los magistrados de la Corte Constitucional, pero canceló en el último minuto.

Su actividad tiene una racionalidad: si no se hace nada, las objeciones están muertas. Pero existía el riesgo de que se hiciera pública la reunión. Como ocurrió. Es casi seguro que el lunes, cuando la Cámara vote, perderá el Gobierno. Y allí Duque tendrá que decidir si juega con el Senado o acepta la derrota. 

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Hace dos meses la política exterior del presidente Duque iba por buen camino. Ya no. La relación con Venezuela está enredada y con un futuro incierto. El régimen de Maduro se fortalece como lo demuestran las acciones en contra de Guaidó. Los rusos andan entretenidos causando un dolor de cabeza a los gringos. Igual los chinos. 

Las relaciones con Estados Unidos están en alta tensión. El panorama se oscurece para 2020 tras el anuncio de Trump de que el muro va a ser tema central de las elecciones presidenciales. Y en todo este ajedrez, Colombia quedó en el paredón sin nadie a su favor. Peligroso ambiente.

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