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El agujero negro

La zona de distensión se ha convertido en una especie de ‘agujero negro’ para los colombianos.

Semana
27 de diciembre de 1999

La zona de distensión se ha convertido en una especie de ‘agujero negro’ para los colombianos. Algunos la señalan como el ejemplo de la forma como Andrés Pastrana “está entregando al país”, mientras internacionalmente, los norteamericanos la miran con el recelo propio de quien ve en ella el territorio de un narco-estado en construcción, ajeno a la autoridad legítima del gobierno colombiano. Se supone que dentro de ella está sucediendo de todo, nada necesariamente bueno. Y muchos ya han concluido que tolerar su existencia no sólo no está ayudando para la paz, sino que, por el contrario, está ayudando para la guerra.

Pero el Congreso, en un acto de inmensa generosidad política, le extendió al Presidente la ley que lo autoriza para mantener viva la zona de distensión, en medio de un caluroso debate sobre la necesidad de imponer reglas de juego en la zona. Ya el presidente Pastrana había anticipado la controversia: la semana pasada increpó fuertemente a las Farc por estar abusando de la zona de distensión, lo que produjo que Raúl Reyes, muy campante, le contestara al mandatario que si no le gustaban las cosas como estaban, le devolvería sin más discusiones su famosa zona de distensión.

¿Cuál es verdaderamente la realidad de la zona de distensión? ¿Qué debemos esperar de ella y qué debemos cambiarle? ¿Tiene futuro como ‘laboratorio de paz’, o está condenada a terminar en un estrepitoso chasco? ¿Ha constituido realmente una ventaja militar de las Farc sobre el Ejército colombiano? ¿Tiene sus días contados, o tendremos por el contrario que hacernos a la idea de que conviviremos con ella indefinidamente?

Hasta ahora, hemos sabido que además de servir de sede para los diálogos que están comenzando con las Farc, vienen ocurriendo otras cosas: que en ella las Farc están reclutando, fusilando, preparando operativos, refugiándose en ella después de cometerlos, escondiendo secuestrados, negociando sus rescates, procesando y cultivando coca. El ex ministro de Defensa Rafael Pardo se hace en este punto la pregunta del millón: ¿Cuánto de ello constituye una utilización desleal de la zona, y cuánto corresponde al carácter insurgente de las Farc, con las que ha aceptado negociarse sin exigírsele previamente su desmovilización?

En otras palabras, la zona de distensión está compuesta por dos ingredientes distintos: uno que nos tenemos que aguantar, como costo necesario del proceso de paz. Y otro que debemos moldear urgentemente, en virtud de acuerdos políticos que deberán obtenerse entre el gobierno y las Farc.

Que las Farc estén delinquiendo en la zona era más que previsible. Nada hacía suponer que, ya dentro de ella, las Farc se despojarían de su armamento, de sus uniformes militares, de sus toyotas, que renunciarían a su intención de derrocar al Estado o que harían más diplomáticas sus arengas políticas. Que eso nos guste, pues no puede gustarnos. Pero tenemos que aceptarlo como el costo natural de estar negociando con una organización no desmovilizada: el costo que debemos pagar por subir a las Farc al bus de los diálogos, cuya trayectoria y destino final todavía nos son tan confusos.

Que la zona de distensión, en cambio, se esté utilizando para secuestrar y negociar secuestros, o para otorgarle al movimiento insurgente una ventaja militar ostensible sobre el Ejército colombiano, una especie de ‘tapo’ para eludir la persecución militar, debe ser inmediatamente frenado como producto de un acuerdo político sobre reglas de comportamiento con las Farc .

El Congreso, a buena hora, entendió que el problema no consistía en hacer nuevas leyes para obligar a las Farc a cumplir las leyes que ya existen. Entre otras cosas, porque la zona de distensión no interrumpe la responsabilidad penal de quienes han delinquido o continúan delinquiendo en su interior. Sencillamente suspende en su interior la vigencia de las órdenes de captura pero no las anula, ni implica que dejarán de producirse las investigaciones sobre la eventual responsabilidad penal de los guerrilleros. Todas las leyes necesarias para que las Farc no delincan en la zona ya están escritas, y por eso suponer que escribiendo otras lograremos que obedezcan las primeras, es bastante tonto.

Aquí lo que se necesita es que el gobierno se ponga los pantalones en el marco de un acuerdo político con las Farc que implique que la zona de distensión no se seguirá utilizando deslealmente de manera tan ostensible.

Porque si bien es cierto que para secuestrar, negociar secuestros o eludir la reacción del Ejército las Farc no necesitan de zona de distensión, también es cierto que los colombianos estamos pensando que ‘pa’qué’ zona de distensión, si en ella las Farc están haciendo lo mismo que en el resto del país... n



Entretanto... ¿Será cierto que uno de los principales problemas del gobierno es que tiene muchas posiciones?

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