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EL ALCALDE JAIME CASTRO

Así como Castro maneja de bien la cosa jurídica, le puede estar quedando cuellona la financiera.

Semana
18 de enero de 1993

YA SE VOLVIO CHISTE ENTRE LOS BOgotanos. Ese de decir que como saldría de mal alcalde Jaime Castro, que ya estamos echando de menos a Juan Martín.
Y también se bromea frecuentemente con la fecha en la que Jaime Castro finalmente se posesionará, porque para muchos habitantes de esta ciudad, alcalde o no hay, o no se nota.

Sin embargo, si hubiera que hacer un balance de su administración, habría que comenzar por reconocer que los parámetros en los cuales se basa la opinión bogotana para emitir este tipo de juicios sobre su alcalde, pueden ser demasiado superficiales. A la mayoría de la gente le parece Castro un mal alcalde porque las calles no están pavimentadas, y porque rara vez aparece en los medios de comunicación. Ambas cosas podrían terminar siendo una tremenda injusticia: mirado todo desde otro punto de vista, puede constituir un acto de responsabilidad no endeudar irracionalmente a la ciudad para mostrar calles pavimentadas, mientras que no aparecer en los medios, más que a no tener nada que mostrar, puede obedecer a una actitud de modestia y recatamiento.

Pero existe una tercera posibilidad, que no deja tan bien parado a Castro: que así como maneja de bien la cosa jurídica, le este quedando cuellona la cosa financiera de su administración.

Ningún alcalde llega a su puesto para encontrar llenas de plata las arcas distritales. Dicho en otras palabras, a los alcaldes de Bogotá les toca enfrentarse sistemáticamente con el problema financiero de la ciudad, y este sólo se resuelve o bajando los costos administrativos, o incrementando los ingresos, o a través de una combinación de los dos.

Lo que parece a simple vista es que Jaime Castro no ha demostrado mucha disposición para bajar costos por ejemplo reduciendo la burocracia distrital o frenando las onerosas convenciones colectivas ni mucha imaginación para incrementar los ingresos.

Me dicen que los bonos de tesorería distrital se han vendido muy mal. Y si la gran esperanza de conseguir plata la tiene puesta Castro en la controvertida valorización por beneficio general, apagá y vámonos.

Esta misma valorización casi tumba en sus épocas a Andrés Pastrana, mientras que a Juan Martín Caicedo se la echo abajo la Corte. Las perspectivas no son mejores para la actual administración. El sistema, que se pondrá en práctica el año entrante, sube en forma abrupta el valor patrimonial de los bienes, y después les clava el dichoso impuesto. No hay una mezcla más explosiva para obtener una rebelión tributaria de los bogotanos. En medio de todos los fracasos sufridos por esta figura de la valorización por beneficio general, no se ha realizado un intento serio por actualizar el catastro, de manera que no existen muchas esperanzas de que lo que fracaso cuando Pastrana y cuando Juan Martin, ahora si resulte, por arte de birlibirloque.

Sin embargo, a Castro hay que concederle que lleva apenas seis meses montado en el potro de la alcaldía, y que este no es plazo suficiente para mostrar nada, salvo una sola cosa, que precisamente se hace durante los primeros seis meses de gestión: definir que es lo que va a hacer.

Y nadie sabe, todavía, que es lo que Jaime Castro va a hacer por los bogotanos.
¿Más vías? ¿Más puentes? ¿Más seguridad? ¿Más sólidez económica para la ciudad? ¿Más limpieza? ¿Más orden? ¿Más algo?

A Castro le han faltado, en mi opinión, dos cosas, que es lo que la gente confunde con eso de que no aparece en los medios: no ha sabido "vender" su programa, y tampoco tiene muchos funcionarios de su equipo que se hayan lucido, excepción hecha, quizás, del gerente de la Energía, por el momento coyuntural que le ha tocado manejar.

Por el contrario, algunos de sus colaboradores han ayudado considerablemente en el deterioro de su imágen, como es el caso del gerente de Teléfonos, que no se sabe por cuales méritos terminó nombrado allí, pero que a nadie ha sorprendido por su incompetencia.

En conclusión, Castro es un alcalde sin plata, sin programa y sin equipo. Si logra definirse en estos tres frentes próximamente estará al otro lado. Mientras tanto no podrá evitar que la gente siga preguntandole que cuándo se posesiona. -

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