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El año de la 'moralina'

México acaba de aprobar la dosis mínima, sobre el entendido de que al consumidor hay que combatirlo con prevención, no con la coerción ni con la prohibición.

María Jimena Duzán
12 de diciembre de 2009

El 2009 será recordado como el año en que el país fue tomado por la 'moralina', una especie de doble moral hecha a la medida de las graderías. A las mujeres que decidimos pelear por la aplicación de la ley que permitió en Colombia la despenalización del aborto se nos señaló desde los púlpitos, oficiados en algunos casos por curas pederastas, de incitar a las almas buenas al asesinato. Y a los colombianos que? estábamos a favor de la ley que acaba de ser destronada, aquella que permitía la despenalización de la dosis mínima de consumo de droga, se nos tildó desde la Casa de Nariño -la misma que permitió la entrada de narquitos de poca monta como 'Job' por sus sótanos- de ser permisivos con el narcotráfico.

Ese fue el argumento moralista que enarboló este gobierno para aprobar finalmente el proyecto que proscribió el porte y el consumo de pequeñas cantidades de drogas ilícitas la semana pasada. El encargado de lanzar este juicio moral fue el ministro del Interior, Fabio Valencia Cossio, quien llegó al exabrupto de culpar al ex magistrado de la Corte Constitucional Carlos Gaviria, autor de la sentencia que permitió en su momento la despenalización de la dosis mínima, de ser el responsable del aumento del consumo de cocaína en Colombia. "Carlos Gaviria no sabe el mal que le hizo al país cuando despenalizó el porte de la dosis personal", exclamó ante los medios el ministro Valencia Cossio. "Con eso se disparó el consumo y apareció el fenómeno del micronarcotráfico", concluyó el ministro en un ataque de moralina.

Sobra decir que la acusación es tan absurda como descabellada. La razón por la cual se disparó el consumo interno de drogas ilícitas en el país en los últimos cuatro años no es la despenalización de la dosis personal inspirada en buena hora por Carlos Gaviria, sino la saturación de los mercados, en especial el norteamericano, que parece haber llegado a su tope. Esta situación forzó a los carteles de droga mexicanos y colombianos a abrir nuevos mercados en Latinoamérica y desde entonces, el aumento del consumo de cocaína en países como Brasil y Argentina se ha convertido en el principal problema de salud pública. Otro tanto ha sucedido en México, donde el narcomenudeo es hoy un negocio tan próspero, que es el causante de la violencia despiadada que ha puesto a los poderosos carteles mexicanos a pelear por el control de las plazas en los diferentes estados de ese país.

En Colombia -aunque en menos escala que en México- se está produciendo ese mismo reacomodamiento del narcotráfico. Es evidente que el recrudecimiento de la violencia en ciudades como Medellín tiene que ver con la pelea que se está dando dentro de las diferentes facciones de la mafia por ver quién se queda con el control del mercado interno.

En resumidas cuentas, señor ministro Valencia Cossio: se necesita tener una doble moral a prueba de balas para acusar a Carlos Gaviria de ser el culpable del aumento del consumo de droga en Colombia, cuando un hermano suyo, el ex fiscal Guillermo Valencia Cossio, fue por espacio de cuatro años el hombre clave de esa nueva mafia que se ha ido reacomodando en Medellín en busca, precisamente, del control de ese creciente mercado interno. Hombres como su hermano, acusado por la Fiscalía de poner la justicia al servicio de la Oficina de Envigado, son los verdaderos culpables de que estas mafias hayan logrado abrir nuevos mercados.

Pero además, esta ley, así sea un saludo a la bandera, como lo dijo en su columna Jorge Orlando Melo, va en contravía con lo que están haciendo los demás países que tienen serios problemas de consumo interno. México, por ejemplo, acaba de aprobar la dosis mínima, sobre el entendido de que al consumidor hay que combatirlo con prevención, no con la coerción ni la prohibición.

Lo que sí resulta insostenible a estas alturas es que el argumento sobre el cual el gobierno sustenta la tesis de penalizar al consumidor sea de índole moralista, porque si hay un gobierno abiertamente inmoral es este. Este es el mismo régimen que ha invertido ingentes esfuerzos en lanzarles toda suerte de salvavidas a los para-políticos que forman parte de su coalición, con la tesis de que ellos son víctimas, y no beneficiarios, de la mafia paramilitar del narcotráfico.

Con todo esto, sólo falta que en este año de la moralina, a Carlos Gaviria lo acusen de ser el culpable de la sequía.

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