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EL BOLILLO DE DAMOCLES

No se puede repetir con el fútbol el mismo error que se ha cometido con la guerrilla. Hay que cambiar la estrategia.

Semana
24 de julio de 1995

YA ESTAN EMPEZANDO A OIRSE LAS primeras apuestas sobre el resultado de la Copa América de fútbol, que está a punto de comenzar en Paraguay. Y como siempre, para el caso de Colombia las apuestas están divididas por mitades entre los optimistas de siempre que consideran que nuestra selección va a terminar de primera, y los pesimistas irredimibles que aseguran que vamos a quedar de últimos.
Esta vez los escépticos tienen a su favor la historia reciente. El paso de la selección del odontólogo Maturana por el mundial de Estados Unidos fue una verdadera tortura para los hinchas: Colombia arrastró por el piso su optimismo, su honor, su prestigio y su ilusión, y como si lo anterior fuera poco le tocó tragarse sus palabras.
Los optimistas, en cambio, sólo tienen a su favor el hecho de ser irremediablemente optimistas, que es la única razón de peso para querer ver de nuevo la Copa América después de tanta expectativa y tanto descalabro... Y sin embargo queremos, como diría Galileo.
De la era Maturana, en el terreno de las selecciones nacionales, se rescatan las dos clasificaciones seguidas a los mundiales y el resultado del de Italia. Pero más que eso, se rescata la capacidad inverosímil del odontólogo chocoano de convencer a todo un país (a todo un planeta, en realidad) de que tenía el mejor equipo del mundo. Cuando la gente critica la prepotencia de los jugadores de Maturana, uno se pregunta a veces si no sería ese el atributo que nos llevó tan lejos.
Lo cierto es que ya no estamos con Maturana pero sí con su sistema. Hernán Darío, 'El Bolillo' Gómez es el retrato vivo de su maestro en materia futbolística, y de su mano vamos, una vez más, a enfrentar el reto llenos de optimismo. Sin embargo, esta tiene que ser la última vez. Optimistas sí; bobos...
Las presentaciones internacionales de las selecciones de Maturana sirvieron para demostrar que sí tenemos jugadores a la altura de los niveles más exigentes del mundo. Los dos Asprillas, el Palomo, Rincón, Guerrero, etc., sólo para hablar de los de afuera, son la prueba de que sí se puede. De manera que lo lógico es que si ya pasaron la prueba de fuego los futbolistas, ya es hora de que se le fije un ultimátum al esquema. No podemos seguir en los intentos estériles por ganar algo, pues la verdad es que Colombia nunca ha ganado absolutamente nada.
El 'Piscis' Restrepo demostró con el Junior que el único esquema no es el del toque-toque de Maturana. En un sistema mucho menos rígido que consiste en dejar jugar a los jugadores se logró el milagro de que el bombardero Valenciano pasara de ser un gordito que juega bien a la auténtica estrella del campeonato rentado. Además quedó claro que pueden convivir futbolistas como Valenciano y Valderrama en un mismo equipo, con resultados positivos.
Para caer en el terreno de lo realista, Colombia sólo puede quedar por debajo de Brasil y de Argentina en la Copa América, si es que se trata de estar a la altura de lo que hemos venido diciendo sobre nosotros mismos desde hace ya casi ocho años. Más abajo de ahí, la actuación de la selección puede considerarse un fracaso.
Por eso, a partir del momento en que la selección nacional pise la cancha por primera vez, estará colgando sobre la cabeza de Hernán Darío Gómez una espada de Damocles (¿un bolillo?), y en caso de otro fracaso la consigna tiene que ser la del borrón y cuenta nueva. No se puede repetir con el fútbol el mismo error que se ha cometido con la guerrilla. Hay que cambiar la estrategia.
Con estas precisiones previas indispensables, ya se puede uno sentar cómodamente a ver, una vez más, la Copa América, y a hacer desde ahora las apuestas del caso. Por mi parte, voy doble a sencillo a que Colombia queda de campeón.

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