Home

Opinión

Artículo

El caso Serpa

Semana
24 de marzo de 2007

Hoy Horacio Serpa, si no es un político liquidado, está muy cerca de serlo. Es hasta probable que lo obliguen a retirar su posible candidatura a la gobernación de Santander. Hasta ahora parecía que del proceso 8.000 él había tan solo heredado una mala fama de su alianza con Samper, pero ninguna culpa directa en el financiamiento ilícito que los llevó al triunfo. Sin embargo, los eventos del último mes -la nueva entrevista de Fernando Botero y la de 'Rasguño' a El Tiempo- han llegado a sugerir que era imposible que Serpa fuera ajeno al origen de la millonaria financiación narca de la campaña de Samper, y eso lo tiene convertido en un producto de una novela de Kafka: un hombre que se despierta un día sin saber a qué horas se convirtió en una cucaracha política.

A raíz de la entrevista de 'Rasguño' lo sentí despedazado. En las subsiguientes confrontaciones periodísticas apareció como un hombre arrinconado, con el bigote blanqueado, sin agallas para responder con el vibrato que utilizaba en la era de Samper para recitar "el armadillo" y gritar el "mamola".

Algo que siempre me ha llamado la atención es que no hay una sola persona que conozca de cerca a Horacio Serpa que crea que él fue capaz de aprobar el ingreso de dineros de la mafia a la campaña samperista. No se podría decir lo mismo de Ernesto Samper o Fernando Botero, cuyas personalidades políticas transaccionales hacen imposible que se dé una defensa unánime por parte de sus allegados.

César Gaviria ha sostenido sistemáticamente que no absuelve a Samper y en cambio pone la mano en el fuego por la inocencia de Serpa. Hasta Eduardo Mestre, experto en los intríngulis del cartel de Cali, y eterno rival político regional de Serpa, siempre lo ha eximido de dicha responsabilidad. Y la verdad es que Serpa me trae a la memoria la personalidad de Darío Echandía, en cuanto a su desprendimiento total por las posesiones materiales, y más como un carácter recto tallado a golpes de provincialismo y de bonhomía.

¿Por qué entonces a Serpa lo sigue atropellando la tractomula del proceso 8.000?

Bueno. No en vano fue el jefe de debate de la campaña samperista, cuya función principal era darles palmaditas en la espalda a todos los jefes políticos liberales del país, incluidos los buenos y los malos. Y ahí está el origen de sus problemas.

En las últimas semanas Serpa ha sido identificado como íntimo amigo de Horacio Duque, señalado de ser cómplice de las Farc en Armenia. De ser muy amigo de Víctor Patiño Fómeque, narco a quien tuvo como invitado en un desayuno en Casa Medina para recaudar fondos para la campaña. Y ahora, de ser muy amigo de Ignacio, el 'gordo' Londoño, de quien 'Rasguño' asegura que fue el contacto del cartel del Norte del Valle para meterle tres millones de dólares a la campaña Samper.

Pero parte de la razón para defender la inocencia de Serpa es que a todas luces parece un hombre que no sabe mentir. No ha negado que era muy amigo de Londoño, e incluso me dicen que fue quien lo presentó a Botero. En esa época el que pesaba en el país era el cartel de Cali, en manos de los hermanos Rodríguez Orejuela, mientras la existencia del cartel del Norte y de sus 'Chupetas', 'Rasguños' y 'Jabones' era bastante más remota. Hasta me atrevo a conjeturar la siguiente hipótesis: que el 'gordo' Londoño, quien era el hijo de un parlamentario conocido, y al mismo tiempo un relacionista del cartel del Norte del Valle, hubiera contactado a Serpa con el ofrecimiento de que "te tengo una gente que quiere aportarle a la campaña", ante lo cual este se hubiera limitado a remitirlo directamente a Botero. No tanto para hacerle el quite al tema, sino porque los asuntos financieros eran totalmente ajenos a su trayectoria, su personalidad y sus intereses.

Más que por haber sido un "ingenuo" sobre una campaña inexplicablemente multimillonaria, el mayor pecado por el cual Horacio Serpa está viendo liquidada su vida política es por lo único sobre lo cual tenemos evidencia clara: que a comienzos del gobierno Samper se enteró del origen ilícito de su financiación y no sólo se quedó como su Ministro del Interior, sino que libró una defensa ciega de su jefe, a la cual éste le debe en muy buena parte no haberse caído.

Este pecado, que él justifica como un acto de lealtad ante la falta de prueba reina contra Samper, lo cargará el resto de su vida a cuestas.

Pero ¿será ese motivo suficiente para que el hombre que tenía como función en la campaña samperista la de ser su relacionista público, esté hoy enfrentado a la posibilidad de que, como él lo ha expresado desde el fondo de su alma, sus nietos no lo recuerden como un hombre honesto?


ENTRETANTO… Señor director del Inpec: ¿Cuándo nos va a decir si el hombre de las caletas de Cali, el señor Laureano Rentería, fue o no envenenado con cianuro en La Picota, la misma cárcel en la que están detenidos los congresistas del paramilitarismo?

Noticias Destacadas