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El chivo expiatorio

El TLC con Colombia es insignificante para Estados Unidos, pero su discusión es importante allá en la batalla entre demócratas y republicanos.

Semana
21 de noviembre de 2008

Si los colombianos hubiesen elegido presidente de Estados Unidos hace unas semanas, me temo que McCain habría ganado. Triste. Pero creo que tiene que ver con el clamor de muchos que dijeron y aún dicen que éste nos hubiera pasado el TLC facilito.

Se equivocan. El TLC con Colombia tiene poco o nada que ver con Colombia y mucho con la batalla entre demócratas y republicanos que se libra en el Congreso.

En los últimos dos meses que le restan de Presidencia, vamos a ver a Bush Jr. insistir en su aprobación. Pero no precisamente porque sea amigo de Uribe, o porque le hayan acabado gustando las calles de Cartagena en su última visita. Lo hará porque su base republicana cree que el libre comercio sirve para el crecimiento de Estados Unidos (o el de sus empresas, que alimentan el fisco) y para avanzar los intereses estratégicos de ese país.

A su turno, Obama no quiere el TLC con Colombia (o ha dicho que no lo quiere) no porque no le guste el país, que no conoce, ni porque siga existiendo violencia contra los trabajadores colombianos. Desconfía de él pues su base demócrata es en buena parte proteccionista. Los demócratas que el libre comercio está barriendo con los puestos de trabajo estadounidenses, pues estos se desplazan a otros países donde hay mano de obra más barata.

Sin entrar a la discusión de las ventajas y desventajas de los tratados de libre comercio (discusión que en Colombia brilla por su ausencia), hay que decir que este país, obvio, no está barriendo con ninguno de aquellos empleos y no lo haría tampoco con un TLC en firme. La cantidad de empresas que podrían verse beneficiadas con la entrada libre de impuestos que otorga el TLC también sería insignificante.

Para todo efecto práctico, Colombia es insignificante económicamente para el coloso del norte. En el 2007, ese país exportó $8,600 millones a Colombia, un equivalente al 0.07 por ciento de su Producto Interno Bruto. Colombia representa alrededor del 1 por ciento de todas las exportaciones de Estados Unidos, y a su vez el total de las exportaciones (2008) representan solo el 12 por ciento de su PIB.

Visto así, a nadie en Estados Unidos, ni a demócratas ni a republicanos, les dolería un TLC con Colombia. Daría igual firmarlo o no. Por eso el del Perú pasó sin mucha bulla.

¿Y entonces, por qué seguimos salpicando páginas del New York Times, BBC y Financial Times? Porque nos convertimos en un chivo expiatorio. La aprobación del TLC no es una pelea por Colombia sino por una agenda política que fue caprichosamente impuesta por los republicanos durante casi toda la administración de Bush Jr.. Pero una vez los demócratas ganaron la mayoría en el Congreso hace dos años, éstos decidieron no pasar más iniciativas del gobierno (tipo TLC) sin concesiones. Tú me das la mano y yo te doy la otra. La política en su forma más clásica.

¿Por qué Colombia? Un poco por azar, otro poco por su situación particular. Pero también por la penosa camaradería entre Uribe y Bush, y la forma como Uribe confundió amistad con complicidad, apoyando por ejemplo la teoría de la guerra preventiva y la invasión a Irak.

Ahora bien, paradójicamente ido Bush, sin McCain, y sin más resentimiento en el Congreso, esto puede jugar a favor de Colombia el próximo año.



*Mateo Samper R. es especialista en relaciones internacionales. Actualmente reside en Nueva York.

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