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El ciego es presidente

Erradicar los cocales puede gustarle al gobierno norteamericano porque es hacer la tarea que éste <u>no</u> hace contra el consumo

Antonio Caballero
13 de marzo de 2000

100.000 hectáreas. Pero sobre Colombia, y al margen de esa catástrofe ecológica, el efecto será devastador. Refiriéndose a uno solo de los departamentos del sur, dice a esta revista un ‘‘oficial de inteligencia de alto rango del Ejército que pidió no ser identificado”:

— El país no se imagina lo que está gestándose en el Putumayo. Es la bomba de tiempo más grave que hay en Colombia.

Yo creo que el país sí se lo imagina. Es más: últimamente todo el mundo lo comenta. Lo ven los campesinos cocaleros: los he visto citados en las revistas. Lo ven los periodistas: los he leído, y los he oído cuando voy en taxi. Lo ven, por supuesto, los taxistas. Lo ven los libretistas de telenovelas: los he visto en la televisión. Lo ven, y lo han dicho en entrevistas, las actrices de la televisión. Lo ven los economistas. Lo ven los guerrilleros. Lo ven los banqueros. Lo ven los curas. Lo ven los observadores internacionales. Lo ven los narcos. Lo ven hasta los oficiales de inteligencia de alto rango que piden no ser identificados, y que suelen ser los últimos en ver las cosas. El único que no parece verlo es el presidente Andrés Pastrana.

Erradicar los cocales, o, más en general, combatir la droga, que es casi el único producto de exportación que tiene Colombia, puede sin duda gustarle al gobierno norteamericano, como ansía el Presidente. Se trata de que los colombianos hagan en su lugar, contra la producción y el tráfico, la tarea que el gobierno norteamericano no hace contra el consumo. Tarea de Sísifo, puesto que la producción y el tráfico dependen del consumo, y no al revés. Y tarea que además implica nada menos que dejar sin medios de subsistencia, en este país sin empleo, a tres o cuatro millones de personas. O no sé: tal vez a 10. Porque son muchos los colombianos que viven de la droga, distribuidos en varias categorías:

a) Los que viven de la producción. Campesinos cocaleros, importadores de precursores químicos, raspachines, putas.

b) Los que viven del negocio: grandes narcos, pequeñas mulas, vendedores de basuco.

c) Los que viven de que la producción y el negocio estén prohibidos, y en consecuencia sea necesario perseguirlos, o protegerlos. Pilotos de fumigación, policías antinarcóticos, fiscales, jueces; y guerrilleros que cuidan los cocales de los narcos, políticos que protegen a los narcos, guardaespaldas de los narcos, sicarios que matan por cuenta de los narcos, abogados de los narcos (litigantes o constitucionalistas); y, otra vez, jueces.

y d) Los que viven de que, por estar prohibido, el negocio necesite tantos intermediarios: lavadores de dólares (banqueros o comerciantes de sanandresitos o galeristas de arte), testaferros, testigos falsos, falsificadores de documentos, cambistas de moneda.

Son tantos los colombianos que viven de la droga que se puede decir que cada colombiano sabe de varios, entre parientes, amigos y conocidos. Se puede hacer un test. ¿A cuántas personas que vivan de la droga conoce el lector? ¿A cuántos raspachines, a cuántos abogados, a cuántos guerrilleros, a cuántos banqueros, a cuántos políticos? Si el lector no conoce a ninguno, o más bien si dice que no conoce a ninguno, ya lo tengo plenamente identificado: es el Presidente de la República. (O algún ex presidente).

O es gringo, claro.

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