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EL CLUB DE LOS ESCOBARES

Lo que hace poderoso a Escobar es su negocio. Y lo que hace tan rentable ese negocio es la ilegalidad.

Antonio Caballero
17 de junio de 1991

SUPONGAMOS QUE SI: QUE AL CABO DE decretos y exenciones de pena y cárceles de lujo Pablo Escobar se entrega, y al padre García Herreros los noruegos, impresionadísimos, le dan el Premio Nobel de la Paz. Pero para entregarse y dejarse juzgar Pablo Escobar exige seguridad para sí y para los suyos. Es normal, claro. Lo que pasa es que Pablo Escobar no es normal: se ha creado muchos enemigos. Y entonces el problema está en garantizar su seguridad en la cárcel.

Para garantizarla de verdad, es necesario entregarle los pocos restos del Estado colombiano que todavía no son suyos. Desmantelar el DAS y mandarle la cabeza del general Maza en una bandeja de plata, desarmar los sectores de la policía que aún no controla, matar a los ex ministros de Justicia que todavía quedan vivos, si los hay. Si para conseguir su entrega fue necesario regalarle los principios del estado de Derecho y prometerle el reino de los Cielos, para garantizar su seguridad hay que darle en mano cosas más concretas: la dirección general de prisiones, la jefatura de las Fuerzas Armadas, el control de la Constituyente. El resultado es que, preso, Escobar será aún más poderoso de lo que es ahora, y por añadidura se ahorrará unos pesos: porque su seguridad, que venía costeando de su propio bolsillo, empezaremos a sufragarla entre todos los contribuyentes.

Pero bueno. Supongamos que ese es el precio que hay que pagar por el retorno de la seguridad colectiva, que un Escobar libre y perseguido mantiene amenazada. El problema es que nada garantiza que pagar ese precio vaya a garantizar, a su vez, la seguridad pública. Pues sucede que ésta y la de Pablo Escobar no son la misma, sino que son contradictorias y mutuamente excluyentes. Escobar está seguro en la medida en que todos los demás estamos inseguros, a merced del asesinato y del secuestro. Puede ser que él se entregue a cambio de que se le garantice que su gente no será secuestrada ni asesinada por la policía; pero nada garantiza que su entrega tenga el efecto de que la policía (y los jueces, y los periodistas, y los ex ministros de Justicia) dejará de ser secuestrada y asesinada por la gente de Escobar. Eso no lo garantiza ni la palabra de Escobar, aún si la cumple.

Porque lo que hace a Pablo peligroso para la seguridad pública no es que sea perseguido ni que sea malo, sino que es poderoso. Y lo que lo hace poderoso es su negocio: el tráfico de coca, que es el más rentable del mundo. Y lo que hace tan rentable ese negocio no es la habilidad empresarial de Pablo Escobar, ni su falta de escrúpulos, ni su talento publicitario: sino el hecho de que se trata de un negocio ilegal. Sólo porque es ilegal el tráfico de coca es el negocio más rentable del mundo y en consecuencia vuelve tan ricos y poderosos a quienes lo manejan - quieness para poder manejarlo, tienen que ser peligrosos y faltos de escrúpulos: si no lo fueran, se dedicarían a negocios que no fueran ilegales.
Ese negocio no existe porque exista Escobar, sino al revés: Escobar existe porque existe ese negocio. De modo que, aún suponiendo que Escobar se entregara mansamente y se dejara juzgar por sus delitos, súbitamente convertido por la elocuencia sacra del padre García Herreros; y aún suponiendo que, arrepentido, dedicara una parte de su inmensa fortuna a construir casitas para pobres en el Minuto de Dios (cosa que, por lo demás, hacía ya en Medellín hace tiempos) en vez de dedicarla a financiar asesinatos, bombas y secuestros: y aún suponiendo que se retirara del tráfico de coca para siempre, nada de eso haría que desapareciera el negocio. Lo heredarían otros, con permiso de Escobar o sin él. Y siendo un negocio tan rentable como es, a la vuelta de cinco años los que lo heredaran serían tan poderosos como lo es hoy Pablo Escobar.
Eso sucederá inevitablemente mientras la base del negocio permanezca intacta. Y esa base es solamente un detalle: su ilegalidad. La droga no es peligrosa porque sea dañina, sino porque es cara. Y es cara no porque sea escasa, como el caviar; ni difícil de producir, como el plutonio; ni irrepetible, como un cuadro de Van Gogh. Al contrario: es cara porque, a pesar de que producirla es tan fácil y barato como producir azúcar, es ilegal. Y en consecuencia genera colosales beneficios, y en consecuencia un poder desmesurado que, como encima es ilegal, da una altísima peligrosidad social a quien lo tiene. Mientras el negocio siga siendo ilegal, seguirá produciendo todos los Pablos Escobares que vayan siendo necesarios.

Con lo cual a la vuelta de cinco años, cuando los nuevos Pablos Escobares sean tan poderosos y en consecuencia tan peligrosos como es hoy Pablo Escobar, habrá que volver a pactar con ellos. El padre García Herreros tendrá que recurrir de nuevo a su elocuencia para persuadirlos de que se entreguen a cambio de la garantía formal de que nadie les tocará un pelo, ni a ellos ni a sus sicarios. Y así, poco a poco, la cárcel de Itaguí se irá llenando de multimillonarios arrepentidos, convertida en una copia exacta del barrio de El Poblado en donde no pueden ya vivir porque no tienen garantías. Sucederá como en aquella historia del mafioso caleño que, rechazado en el club, se hizo hacer una mansión idéntica a la del club Colombia a la que no dejaba entrar a nadie que no fuera mafioso. Y al club no volvió nadie.

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