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EL CONGRESO: ¿VIEJO O NUEVO?

Sobre el dinero del Congreso no hay control de ninguna especie y hay unas roscas especializadas en robárselo.

Semana
2 de marzo de 1992

ES REALMENTE NUEVO EL NUEVO CONgreso? Esta respuesta es importante porque permite contestar otra pregunta que aún mantiene en vivo al país. ¿Es lo suficientemente nuevo como para afirmar que se justificó revocar el viejo? La realidad es que el nuevo Congreso no es nuevo. No lo es, porque para que lo fuera, no sólo se debería haber producido una renovación total de la casta parlamentaria, sino una revolución total en los esquemas administrativos del Congreso. Nada sacamos con senadores y representantes nuevos en medio de la vieja hecatombe adminfstrativa, ni un Congreso administrativamente impecable en manos de la vieja y corrompida clase política.
La pura verdad es que en el nuevo Congreso, afirmación que no hago yo sino los propios congresistas, se ha registrado un considerable bajonazo intelectual en relación con el Congreso anterior. Por lo menos un 50 por ciento de los actuales parlamentarios -y ya ha transcurrido el tiempo suficiente para que podamos decirlo-, regresaron al Congreso porque tenían los recursos económicos y las herramientas burocráticas para volver. Muchos de ellos gastaron entre 300 y 500 millones de pesos en sus campañas de reelección. Es la vieja clase política que no logró ser derrotada por la revocatoria del Congreso.
Y también está el 40 por ciento que es fruto de dicha revocatoria. Una parranda de primíparos que no saben nada del oficio y que hoy por hoy, quien sabe si mañana sí, no aportan absolutamente nada al debate parlamentario. Insistentemente se mencionan dentro de esta categoría, a varios miembros del M-19 (me dicen que doña Vera Grabe no abre la boca), a varios de la Nueva Fuerza Democrática, a los evangélicos (si bien son magníficas personas), a los indígenas y a Regina.
Bueno, lo que se dice bueno del nuevo Congreso, es un siete por ciento que sí representa una importante casta parlamentaria. Para hablar únicamente del Senado, y admitiendo que quizás se me escapan nombres que merezcan también ser resaltados, congresistas consultados por esta columnista señalan insistentemente dentro de la lista de los definitivamente "de mostrar" a senadores como Rodrigo Marín, Alvaro Uribe Vélez, José Raimundo Sojo, Jorge Valencia, Fernando Botero, Luis Guillermo Vélez, Orlando Vásquez, Luis Guillermo Sorzano, Hernán Echeverri Coronado, Guillermo Angulo, Hernando González Narváez...
Pero por buenos que sean estos nombres, y algunos otros veteranos que no menciono aquí pero que regresaron al Congreso por las buenas -es decir, sin mucha plata pero con mucho prestigio- el verdadero balance indica que en una plenaria de] actual Congreso impera un pésimo nivel de debate. Para poner un patético ejemplo, en las últimas dos semanas hubo ausentismo en dos debates claves para el país. Por un lado, el del derecho de tutela, y por el otro la citación a la ministra Noemí Sanín para que explicara la situación de las negociaciones con Venezuela. En ninguno de los dos debates había más de 20 congresistas en la sala...
Pero en los últimos 15 días, además de que los congresistas no van, y de que se niegan a devolver los carros, los escándalos se han tomado el recinto parlamentario. Misteriosamente se robaron una chequera y alcanzaron a cobrar cerca de 100 millones de pesos, sin que el encargado de la plata se hubiera dado cuenta. Los teléfonos de los hombres que hacen las leyes no funcionan. Las fotocopiadoras tampoco. No hay bombillos. Saquean las oficinas.
Los empleados culpan a la policía, y la policía a los empleados.
El problema de fondo es la forma como ingresa el dinero a las arcas del parlamento y la forma como se lo gastan. No hay control de ninguna especie y existen en unas roscas que se lo roban.
La razón es la forma indiscriminada como en nuestro Congreso se combinan la política y la administración. Este fenómeno, común en los parlamentos del mundo, está perfectamente controlado en países como Estados Unidos, donde existe un estricto manejo no politizado del personal administrativo. Eso no quiere decir que los congresistas no tengan sus asesores, escogidos por ellos a su antojo. Pero actualmente los empleados del Congreso colombiano tienen cada uno un dueño, por lo cual es imposible pedirle cuentas a nadie. El personal administrativo del Congreso debe ser estrictamente de carrera administrativa, de manera que el que maneja la plata no es un recomendado de fulano de tal que puede no haberse dado cuenta de que le robaron 100 millones de pesos en las narices.
Hasta que esto no suceda, y todo empleado del Congreso siga "siendo dé alguien", será inútil hablar de renovación. Contentémonos por ahora con la idea de que estamos en manos de un nuevo viejo Congreso.

Aclaración: En mi columna anterior cometí una imprecisión. Es obvio que el tratado de 1939 está vigente y que a Colombia no le conviene denunciarlo. El que dejamos que denunciara Venezuela fue el del 29,sin haber utilizado el plazo que teníamos para acudir a un arbitraje internacional. Pero mi pregunta sigue siendo si el Gobierno colombiano ha descartado el uso del tratado del 39, que nos permite ir a La Haya, a cambio de mecanismos no litigiosos como aquel en el que estamos enredados en la actualidad.

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