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El desafío agrícola en el G20: asuntos pendientes

La lucha contra el hambre supone una renovación de las orientaciones decisivas de las políticas agrícolas para el siglo XXI.

Semana
11 de julio de 2011

Si los pequeños agricultores son los más afectados por el hambre y la pobreza generada por la volatilidad de los precios, como lo demuestra la encuesta reciente de OXFAM, la lucha contra el hambre supone una renovación de las orientaciones decisivas de las políticas agrícolas para el siglo XXI. Tal es el desafío que enfrenta el G20, cuya cumbre del 22-24 de junio de 2011 estuvo totalmente dedicada al tema agrícola. La próxima cumbre del G20 agrícola (Cannes, noviembre de 2011) deberá seguir con este candente debate.
 
Se ha logrado un acuerdo “histórico” según los protagonistas franceses de la cumbre. Los cinco aspectos consensuados son: transparencia en los mercados con la creación de la base de datos AMIS, bajo la custodia de la FAO, que servirá para conocer las reservas de alimentos disponibles en los países; aumento de la productividad mediante la innovación tecnológica, en aras a aumentar la producción un 70% de aquí a 2050 para alimentar un 50% más de población; creación de un Foro de “alerta temprana” para coordinar políticas agrícolas; lucha contra la volatilidad de los precios, al estimular prestamos para aumentar la competitividad, la construcción de pequeñas reservas, la elaboración de un sistema de seguros contra riesgos, o incluso la creación de reservas de emergencia; y finalmente, aunque de manera aun poco clara, una mayor regulación de los mercados agrícolas, a su vez dependientes de los ministros de finanzas y de los mercados financieros (debido a la multiplicación de productos derivados y especulativos desde 2008).
 
Este acuerdo sin duda es un avance, a pesar de las divisiones profundas y los recelos frente a la transparencia sobre las reservas. Pero deja de lado temas polémicos: entre otros, la política de producción de biocombustibles que usan las tierras agrícolas y absorben las materias primas (cereales) y recursos naturales (agua) que podrían ser consumidos por los humanos; la dimensión ambiental por la contaminación que afecta el agua y el suelo debido al uso de pesticidas; la falta de acceso a la tierra especialmente para las mujeres, todos ellos de importancia estratégica en Colombia.
 
Sin embargo, según denuncian OXFAM y el relator especial de la ONU para el derecho a la alimentación O. de Schutter, no es suficiente aumentar la producción frente al crecimiento demográfico, ni contar con el mercado internacional, altamente volátil y afectado por la especulación sobre las materias primas agrícolas, más aun desde 2008. Es imprescindible ser más ambiciosos con una mayor exigencia en la lucha contra la especulación; la estimulación de reservas al nivel regional y la capacidad del pequeño productor de crear reservas en su propio terreno, pero también mejorar las técnicas de conservación para evitar el desperdicio de alimentos perecederos como las frutas y los vegetales; hay que incentivar la organización de productores en cooperativas y empoderarlos frente a los gobiernos y los mercados; fortalecer la elaboración por los países de políticas estratégicas para la autosuficiencia alimenticia; y finalmente reforzar los marcos institucionales en las políticas de seguridad alimentaria.
 
Aun así, sigue vigente el desafío del cambio climático, que implica la adaptación preventiva de los países para reducir la vulnerabilidad frente a la pérdida de cosechas y la volatilidad de los precios, especialmente en países donde el presupuesto alimenticio representa un 50 a 70% de los gastos familiares, según cifras de OXFAM.
 
Por último, la producción agrícola tiene implicaciones para la salud humana, pues la contaminación de ríos, suelos y mercancías por el uso de químicos ya tiene repercusiones como el aumento de la prevalencia del cáncer. Una reciente película francesa, “Nuestros hijos nos acusarán”, evidencia que, según expertos científicos, por primera vez en la historia de la humanidad, la actual generación está en peores condiciones de salud que la anterior. La generación futura podría verse incluso más afectada sin un cambio mundial, drástico e inmediato en la manera de producir y consumir alimentos.
 
*Profesora e investigadora del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales - IEPRI, de la Universidad Nacional de Colombia.

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