JUAN MANUEL LÓPEZ CABALLERO
El desempleo, siempre el desempleo
El solo hecho de que durante prácticamente más de cuatro lustros nos encontremos por encima del promedio latinoamericano en desempleo debía ser motivo de inquietud.
Coinciden los analistas en lo grave que se encuentra la situación de empleo en el país. Parece que hasta ahora descubren lo que esto significa, tal vez porque, medio anestesiados, habían asumido que mientras se mantuviera en unos mismos índices esto no era preocupante. Solo su crecimiento y deterioro adicional les recuerda esa enfermedad social.
En realidad, lo grave, o por lo menos lo que debía ser sujeto de debate, es la indiferencia que ha habido hacia ese problema. El solo hecho de que durante prácticamente más de 4 lustros nos encontremos por encima del promedio latinoamericano debía ya haber sido motivo de inquietud.
Lo que sucede es que dentro del modelo de economía y de desarrollo prevaleciente esto no es una anormalidad.
Por el contrario, se puede considerar no solo que esta variable es secundaria para las mediciones y los objetivos del reinante esquema neoliberal, sino que es este punto el que más expresa la diferencia con la propuesta de gobierno social demócrata.
El Partido Liberal –el verdadero Partido Liberal, no el de César Gaviria– tiene en sus estatutos –los verdaderos, no los de César Gaviria– de una parte su afiliación a la Social Democracia como pensamiento y como institucionalidad; y como columna vertebral, igual como instrumento que como objetivo, el dar prelación al empleo y a la educación como responsabilidades del Estado para lograr la equidad social.
Esto porque la diferencia entre los dos modelos –neoliberal y socialdemócrata– consiste en que mientras el primero considera que el crecimiento económico llevará per se a una mejora en las condiciones económicas de toda la población y que esto traerá satisfacción a todo el mundo, el segundo cree –y hoy en día se constata– que aun si con el crecimiento aumenta el ingreso para todos (o incluso ciertos aspectos de bienestar) el hecho que simultáneamente se incrementa la desigualdad –como ha venido sucediendo– se convierte en un malestar social que acaba con la posibilidad de una convivencia armoniosa. Lo concreto es que mientras para el uno el objetivo prioritario y exclusivo del Estado –y en consecuencia de los gobiernos– es el crecimiento económico, para el otro ese es solo el instrumento para buscar el objetivo de la convivencia entre los miembros de una misma comunidad.
Por eso, entre los diez puntos del Consenso de Washington (la biblia neoliberal) no se menciona el empleo, mientras que desde su encabezamiento la obra de Keynes (que fue en el aspecto de teoría económica lo que supuestamente superó el neoliberalismo) se denominó la “teoría general del empleo, el interés y el dinero”.
Incluso en lo que puede ser la cúspide de los órganos de la estructura capitalista, el Federal Reserve de los Estados Unidos rige estatutariamente como objetivo “to promote effectively the goals of maximum employment, stable prices, and moderate long-term interest rates” poniendo a la cabeza de las prioridades el máximo empleo.
Pero nuestra Constitución, al darle autonomía al Banco de la República –supuestamente bajo copia del ejemplo americano (o por la coincidencia con el advenimiento del ‘Consenso’)– simplemente limitó la responsabilidad de la entidad al control de la inflación y no le asignó ninguna función respecto al empleo. Esto fue medio corregido por la Corte Constitucional en la sentencia C 491 de 1999 al decir “esa autoridad debe tomar en consideración en sus decisiones los otros objetivos económicos de la intervención del Estado, como el pleno empleo (…)”, pero la verdad es que poca o ninguna atención han prestado los directores a esta aclaración.
El que la situación se agrave con la migración venezolana puede llevar a un sacudón (aunque no parece muy probable) que aun si no lleva al cambio de modelo, sí se le preste algo de atención a este cáncer que poco afecta al Gobierno pero mucho a la población.