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El desencajado

Serpa está desencajado por culpa de las encuestas y responsabiliza a los medios de estar casados con los resultados., 49909

Semana
11 de marzo de 2002

El Horacio Serpa que llegó enfilando baterías para aspirar a la Presidencia 2002-2006, después de la derrota que le propinó Andrés Pastrana hace cuatro años, sorprendió mucho.

Lejos parecía haber quedado su estilo provinciano, chabacano, plagado de vibratos y de “mamolas” que lo caracterizaban frente a las masas en el pasado. Aquí había un

Serpa mucho más sobrio, medido, responsable, estadista, pausado y racional. Parecía como si hubiera sufrido un esmerado proceso de maduración tendiente a convencer como candidato a sectores que en el pasado lo consideraban un irresponsable populista, en manos de quien el país estaba condenado a la peor de las suertes.

Indudablemente, Serpa era otro. De manera injusta muchos estarán culpando de su caída en las encuestas a la responsabilidad con la que, a costa de avalar una política impopular, apoyó en todo momento al presidente Pastrana en su testarudo intento de mantener vivo el proceso de paz. Eso, por el contrario, demostró que ese nuevo Serpa no era un hombre capaz de ganarse la Presidencia a cualquier precio, a diferencia de la filosofía que imperó en la época del samperismo. Y que los actos y ofrecimientos de campaña deberían corresponder a la dimensión de lo cumplible y no de lo inalcanzable como posible nuevo presidente.

Pero en los últimos días sus enemigos hasta podrían llegar a acusarlo de estar “pelando el cobre”. El Serpa pausado y responsable ha dado paso a una especie de energúmeno, al que las encuestas tienen absolutamente descompuesto.

Verbalmente ha traspasado límites como el de acusar a Alvaro Uribe de ser el candidato del paramilitarismo, como se lo confirmó recientemente a la revista Newsweek. A los pocos días arreció sus ataques verbales refiriéndose a él como“el Mesías con soluciones fantásticas perfectas, el superhéroe que vende la ilusión de ser capaz de solucionarlo todo”.

A los propios medios de comunicación ha resuelto cobrarles su desventaja en las encuestas. Recientemente, echando mano de su antiguo vibrato, los retó a que “publiquen esta encuesta de carne y hueso” durante una manifestación en Bogotá. “Sáquenla, sáquenla”, les espetó a RCN, Caracol, CM&, El Tiempo, El Espectador y Colprensa.

Y también enfiló baterías contra reconocidos uribistas: “Yo no quiero ser presidente para tener de ministro de Hacienda a Rudolf Hommes, de Defensa a Rito Alejo del Río, de política a Enrique Gómez y de embajador en París a Plinio Apuleyo Mendoza”.

Días antes ese candidato desesperado en el que se ha convertido Serpa sorprendió reviviendo sus antiguas tendencias populistas, al lanzar la absolutamente impracticable propuesta de congelar las tarifas de los servicios. Y como si eso fuera poco, ofreció que el 50 por ciento de la burocracia de su gobierno estuviera integrada por mujeres.

En conclusión, Serpa está desencajado por culpa de las encuestas y responsabiliza a los medios de estar casados con sus resultados. Eso me parece injusto. Hasta hace apenas seis meses Serpa se proyectaba como un asomo del fenómeno que hoy es Uribe, al registrar tan alto en los ratings de opinión que les ganaba a todos sus contrincantes unidos. En ese momento no descalificaba a las encuestas y se dejaba consentir de ciertos medios que durante mucho tiempo lo trataron como favorito.

Pero su campaña no respondió a la ventaja que había logrado en el favoritismo popular. Acomodado en sus mayorías iniciales no se preocupó por organizar los cuadros de su campaña y el único rumor que recorría el ambiente era el de la forma como sus principales asesores se estaban distribuyendo los ministerios del futuro gobierno. (Hasta se regodeaban de que César González iba a ser su ministro de Hacienda, toquemos madera...).

Peor aún: cometidos los errores iniciales, castigado en las encuestas, el nuevo escenario le ha tendido un salvavidas para que cambie la agenda del debate que ya no es la disyuntiva de la guerra o la paz, porque estamos en la guerra. ¿Dónde está su excelente propuesta de la reforma política? Al estar incluida una papeleta que consultará a los votantes sobre la reforma del Partido Liberal, del cual él es el jefe, ¿dónde están sus propuestas de renovación del partido?

No. No solamente este modelo de Serpa energúmeno está desperdiciando su último salvavidas político, sino que su campaña se ha convertido a pasos agigantados en un proselitismo de agravios y de promesas populistas que sólo producen un resultado: sepultar al nuevo Serpa —tipo chévere, así salga derrotado en las elecciones— y revivir al Serpa de la era samperista, que francamente no nos gustaba.

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