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El diseño inteligente, Voltaire y las hemorroides

Chomsky proponía hace poco que, así como en las escuelas del Cinturón Cristiano de Estados Unidos se quiere obligar a que se enseñe el Diseño Inteligente, deberían enseñar también el Diseño Maligno

Semana
12 de febrero de 2006

A algunas especies de lagartijas, cuando les cortan la cola, la cola les retoña: vuelve a salir, idéntica a la vieja cola cercenada, pero más joven, llena de ímpetus, tan útil como antes. Cuánto les gustaría a todos los amputados colombianos por minas quiebrapatas o por balazos de sicarios, que en el plan de diseño inteligente ideado por el Creador se les hubiera provisto de unas extremidades que también retoñaran después de una amputación. "A ojo sacado no vale Santa Lucía", dice un refrán popular: qué bueno sería también que los ojos que nos sacan se regeneraran. Al menos en esto, para la simple mente que tenemos los humanos, el diseño del hombre se podría mejorar. En estos días Pascual Gaviria publicó en SoHo una crónica sobre cómo se lleva a cabo una operación de hemorroides. Es un relato bueno, por lo asqueroso. Las hemorroides, como las hernias inguinales, son consecuencias negativas del camino evolutivo humano, que nos llevó de andar en cuatro patas al bipedismo; los cuadrúpedos no sufren de hernias inguinales ni de hemorroides porque sus vísceras están sostenidas por el mesenterio, que cuelga de la columna vertebral, pero que en nosotros, al cambiar el sentido de la gravedad, perdió en parte su función. También las várices (de las que no padecen tigres ni caballos) son otra consecuencia de nuestra posición erguida. Dice Antonio Vélez, el gran divulgador científico: "En términos anatómicos, los humanos somos un producto evolutivo todavía muy fresco e imperfecto". Si el Diseñador Inteligente intervino para mejorarnos, pudo haber evitado esas molestias. Otra cosa curiosa en el "diseño inteligente" de la vida, que más bien parece un diseño caprichoso (y a veces tonto), es la predilección del Creador por los cucarrones. De todos los seres vivos de la creación, el mayor número de especies, de lejos, está representado por distintos tipos de escarabajos. Hay tantos, que en nuestras primeras etapas evolutivas, los seres humanos nos los comíamos, golosos. Un claro vestigio de esto es la presencia en nuestros intestinos de la enzima trehalasa, que sirve para digerir el azúcar trehalasa abundante en el caparazón de estas alimañas. Salvo en Bucaramanga, nuestra dieta insectívora ha mermado mucho, pero la enzima sigue ahí por cosas del diseño inteligente. El ojo es uno de los caballitos de batalla de los defensores del diseño inteligente. Como si el ojo humano fuera lo máximo o como si no se pudiera pensar en nada mejor. Sin embargo, basta mirar alrededor para encontrar diseños más logrados. En los cefalópodos -informa Antonio Vélez- "los vasos sanguíneos que alimentan la retina, así como los ramales nerviosos que parten de allí, están situados debajo de ella, de tal suerte que no interfieren con la luz incidente, como sí es el caso de los mamíferos (el hombre)". Los cefalópodos, que no tienen punto ciego, nos ganan en diseño inteligente. También los peces y las aves enfocan mucho mejor que los hombres: el ojo de ellos está mejor diseñado porque el cristalino se mueve hacia adelante y hacia atrás, sin importar el endurecimiento ni la curvatura. Aves y peces no sufren de miopía ni de vista cansada. Estas diferencias, con sus deficiencias, las explica el azar ayudado por la selección natural; no los caprichos de un Diseñador Inteligente. En el siglo XVIII (tan parecido a este en el auge de los fanatismos religiosos) Voltaire tuvo que echar mano de todo su ingenio y toda su ironía para rebatir a aquellos que pensaban que este era "el mejor de los mundos posibles", el mejor diseñado, el que sólo se entendía por una Mente Superior que guiaba sus caminos maravillosos. Habría que releer Cándido para curarnos de ese espanto, o leer sus versos sobre el terremoto de Lisboa, esa obra perfecta de la Creación. Hoy podríamos decir que el diseño original del mundo no ha perdido mucho con la desaparición de la viruela; y que probablemente no haríamos peor al mundo natural si hiciéramos desaparecer la malaria y la poliomielitis, por no hablar de tsunamis, erupciones? O de terremotos peores, como la codicia y la violencia humanas. Noam Chomsky proponía hace poco que, así como en las escuelas del Cinturón Cristiano de Estados Unidos se quiere obligar a que se enseñe la teoría del Diseño Inteligente (nuevo disfraz del creacionismo), con los mismos argumentos, deberían enseñar también una teoría alternativa: la del Diseño Maligno. "A diferencia del diseño inteligente, para el cual la evidencia es cero, el diseño maligno tiene toneladas de evidencia empírica, mucho más que la evolución darwiniana. Su criterio se basa en la crueldad del mundo". El mejor argumento contra la teoría del diseño inteligente, tan defendida por el presidente Bush, es mirar y oír al presidente Bush. Él mismo se daría cuenta, si tuviera capacidad de autocrítica y se mirara al espejo: su diseño y sus acciones en el mundo no son inteligentes sino brutas y malignas.

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