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El disparate de estudiar periodismo en Colombia

Más de 300 profesionales perdieron sus empleos en los últimos días en Colombia, producto de la revolución de internet, que aquí se agrava por la sobreoferta de facultades ancladas a currículums y programas previos a la era digital.

Germán Manga, Germán Manga
5 de marzo de 2019

En las últimas semanas, tres de lo más importantes medios de comunicación del país despidieron a más de 300 periodistas, idóneos, competentes, algunos en sus mejores días de creatividad, entusiasmo y productividad. 

Quedaron en la calle y sin perspectivas inmediatas de lograr un nuevo destino porque los medios se están comprimiendo, pero sobre todo porque las habilidades que desarrollaron en su formación ahora tienen poca demanda. Son víctimas inocentes e irremediables de la falta de una política educativa seria en el país y al mismo tiempo de la revolución que desató internet en el ecosistema informativo, que, según Emily Bell, directora del Tow Center de Periodismo Digital de la Universidad de Columbia, cambió en los últimos cinco años más que en los pasados cinco siglos. 

En nuestro país la educación no consulta las necesidades del desarrollo. En pocos campos se trasluce tan nítidamente esa falencia como en el periodismo y la comunicación social. El prestigio y atractivo de los medios mantuvo activa la demanda de cupos durante las últimas décadas, lo cual a su vez activó la proliferación de programas, una irracionalidad que los gobiernos permitieron en forma irresponsable. El Sistema Nacional de Información de Educación Superior reporta a la fecha 512 pregrados de periodismo en el país, según el Observatorio de la Universidad Colombiana. Y cada año se gradúan cerca de 5.000 nuevos profesionales que los medios no logran absorber.   

Las últimas generaciones han pagado cara esa absurda desconexión de la academia con el mercado, que se traduce en falta de oportunidades y en bajos salarios. En busca de sacar provecho de la saturación, hasta los grandes medios ofrecen puestos con salario mínimo y reciben miles de solicitudes. Un negocio redondo que incluso lleva a los menos comprometidos con la calidad a reemplazar periodistas experimentados y cotizados con recién graduados, en el caso de los que consiguen puesto. La realidad es que la mayoría de los egresados de facultades de periodismo y comunicación terminan buscándose la vida como pueden, en otros oficios. 

Los dolores más agudos aparecieron en los últimos años cuando la transformación digital de la tarea periodística superó el vetusto marco de informar, escribir y editar que dominaba el oficio. Entraron a reinar los datos, la innovación, lo visual, social y móvil. Surgió la competencia de las redes sociales (cualquier persona con un teléfono inteligente se siente un reportero). Pasó tan rápido y produjo cambios tan profundos y dramáticos que todavía muchos empresarios, periodistas y otros trabajadores del mundo de la información no entienden los nuevos productos y plataformas, no saben cómo monetizar su actividad en los nuevos entornos, ni el alcance, dimensión, potencialidades y retos que llegaron con la nueva economía y su demanda nunca antes vista de innovación y creatividad.

El periodismo es ahora una profesión para estrategas interfuncionales, gente capaz de conectar con una visión estratégica e interdisciplinaria, los intereses de los usuarios con el desarrollo comercial del medio, el contenido multiplataforma y el área de tecnología. Como en todo lo digital son pensadores de productos: editores de participación, editores de crecimiento, editores digitales y no necesariamente tienen que ser periodistas. Hay muchos profesionales de otras disciplinas que reciben entrenamiento para tomar decisiones editoriales. El ciclo de noticias es constante y además de crear y reportar historias, exige incorporar las necesidades y voces de la gente, organizar y distribuir la información y medir su impacto. 

Esa evolución tampoco aporta buenas noticias a los periodistas en Colombia porque la mayoría de nuestras facultades permanecen ancladas a currículums y programas previos a revolución, que no ayudan a sus alumnos a construir los nuevos músculos digitales que necesitan y en general están ausentes de la mezcla de estrategia, liderazgo, comunicación y tecnología que impera en los tiempos actuales. Es nítida y grave en muchas de ellas la caída en las matrículas que sin duda llevará al ajuste de cantidad y calidad que se requiere.  Grandes universidades que sustentan la tradición del oficio en Colombia -Norte, Javeriana, Externado, Bolivariana, Sabana, del Valle entre otras- ya van en la ruta de incluir nuevos cursos de codificación, análisis de datos, blockchain, realidad virtual, analítica de redes sociales, narración social, inteligencia artificial, visualización de datos, desarrollo de paquetes multimedia, video 360. Consolidar ese proceso les demandará grandes inversiones en equipos y reentrenar o sustituir a buena parte del profesorado. 

Época de confusión, de cambios, de dolores y de dificultades pero que no afecta la esencia del que Gabriel García Márquez llamó “el oficio más bello del mundo”.  El New York Times gran referente de la transformación exitosa hacia el mundo digital, vendió sus propiedades en radio tv y otros periódicos, redujo sus expectativas de ingresos en la publicidad para enfocarlos en suscripciones y centró su modelo de negocios en ser referente y guía en estos tiempos de desconfianza y de fake news, del periodismo serio y confiable, que no está al alcance de cualquier ciudadano con un teléfono celular: análisis y contexto con grandes periodistas. El mes pasado anunció que ya tiene más de 4 millones de suscriptores y que está cerca de alcanzar el predominio digital de sus actividades y de sus ventas, algo que lograron con gente culta y creativa, profesionales que tienen conocimientos, referencias e ideas para analizar e interpretar los hechos y que escriben bien. Los 300 periodistas colombianos que perdieron su trabajo en estos días tal vez no consigan otro empleo, pero, como los que vienen atrás, tienen abierto un mundo inmenso de oportunidades que los viejos periodistas nunca tuvimos, pero se tienen que subir ya en el tren de los que ya dominan la tecnología y la innovación, que con herramientas fantásticas y poderosas son los que están transformado el oficio.     

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