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EL ESLABON MAS DEBIL

Antonio Caballero
24 de febrero de 1997

La insignificante condena impuesta a los hermanos Rodríguez por un juez sin rostro puede ser una vergüenza, pero no tiene por qué provocar escándalo: es la consecuencia lógica de todas las aberraciones jurídicas que Colombia copió del sistema judicial de Estados Unidos en medio de los aplausos de los mismos que hoy denuncian al juez sin rostro que las aplicó. Esas aberraciones sometimiento, regateo de penas, rebajas por confesión y delación, jueces sin rostro conducen inevitablemente a que los narcos reciban penas muy bajas. Se adoptaron para eso. Porque si no tuvieran la garantía de que las penas serían muy bajas, los narcos no se dejarían coger sino muertos. Y lo que se trataba de evitar era el costo de cogerlos muertos. Los Rodríguez se dejaron coger vivos, y ahora los que crearon o aplaudieron el método que permitió cogerlos pretenden que el juez sin rostro, el último eslabón de la cadena, y el más débil, les ponga conejo bajo su propia responsabilidad individual. Y cuando no lo hace se escandalizan. No. Ya fueron cobardes, no sean ahora además hipócritas. A riesgo de repetirme, porque llevo ya 20 años diciendo la misma cosa, voy a enumerar los eslabones de la cadena que lleva a que los narcos no sean castigados sino cuando caen muertos. A que no sean castigados ni en Colombia ni en Estados Unidos, salvo muy ocasionalmente, como en el caso de Carlos Lehder, el cual fue en primer lugar condenado a penas explícitamente excluidas por el tratado de extradición, y a continuación las negoció a cambio de delatar al general Noriega (el cual, a su vez, podría hacer también su propio regateo delatando, por ejemplo, a Fidel Castro). Pero frente al caso de dureza con Lehder hay otros 20 de asombrosa lenidad: hace apenas tres meses, un tribunal de Estados Unidos dejó libres a dos cubano-norteamericanos convictos y confesos de traficar decenas de toneladas de cocaína: ellos mismos quedaron sorprendidísimos. Y, por lo demás, nunca cae preso ningún narco norteamericano: ni siquiera en el cine.Los narcos no son castigados porque son ricos y poderosos. Tienen dinero y poder para comprar o aterrorizar a los jueces, con rostro o sin él. Pero no sólo a los jueces, como éste que acaba de aplicarles a los Rodríguez todas las rebajas contempladas en los códigos, sino también, antes, a quienes comprados o aterrorizados hicieron esos códigos ad-hoc para los narcos: los parlamentarios que los aprobaron, el gobierno de Gaviria que los propuso, y, aún antes, el de Betancur que abrió las negociaciones en Panamá a través del procurador Jiménez Gómez y del ex presidente López Michelsen. Y no sólo a ellos, sino al país entero: todavía se recuerda en la prensa, con terror, la época del narcoterrorismo; y todavía circula el libro de García Márquez que muestra por qué métodos logró Pablo Escobar que el gobierno de Gaviria cambiara de cabo a rabo la legislación penal y el reglamento carcelario en medio del aplauso de alivio general.¿Y por qué son ricos y poderosos los narcos, y pueden en consecuencia comprar o amedrentar a jueces, legisladores y gobiernos? Porque su negocio es el más rentable del mundo. ¿Y por qué es el más rentable? Por la única razón de que está prohibido. ¿Y por qué está prohibido? Porque así lo han decidido, y así se lo han impuesto al mundo, el Congreso y los gobiernos de Estados Unidos, de los cuales el arrogante e insultante embajador Frechette es el más insignificante y el último tornillo (o el penúltimo, por debajo de él, además del Presidente de Colombia, debe de haber algún portero, algún chofer). ¿Y por qué han decidido prohibir el tráfico de drogas, y convertirlo así en el negocio más rentable del mundo?Por imbéciles, sería tal vez la respuesta más adecuada. Sólo a los imbéciles se les puede ocurrir que la mejor manera de perseguir un negocio que sólo vive de la prohibición consiste en mantener la prohibición, sin la cual el negocio no existiría. Pero además de imbecilidad hay ahí codicia: de las colosales ganancias del negocio, el 95 por ciento se queda en Estados Unidos; y esas ganancias sólo existen porque el negocio está prohibido. Y hay moralismo hipócrita: los gobernantes norteamericanos pretenden mostrarles a sus electores y al mundo que ellos defienden el bien porque persiguen el mal, y lo hacen de la manera más sencilla: declarando que lo que persiguen ellos en este caso, el negocio de la droga es el mal. Con lo cual, de paso, mantienen el negocio rentable. Lo cual es inmoral.El juez sin rostro de Cali no hizo otra cosa que aplicar las leyes resultantes de esa inmoralidad original, al final de toda la cadena de hipocresías. De todos los eslabones de esa cadena, él, por ser el último, es el menos culpable. Pero, por ser el más débil, echarle a él toda la culpa resulta lo más fácil. Aunque sea, otra vez, lo más inmoral.(NOTA: Cali responde a Medellín: La mejor respuesta a la carta del Ministro de Justicia sobre las excelencias de la ley de extinción de dominio para los narcos, que en mi opinión no es aplicable, ni será aplicada porque no está hecha para que lo sea, sino dictada por la sola hipocresía, es la que acaba de dar el juez sin rostro de Cali).

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