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El eterno retorno (Por Fabio Parra Beltrán)

Semana
9 de mayo de 2006

Álvaro Uribe, es el único que ha presentado algo novedoso en su campaña; la propuesta publicitaria con afiches diseñados por los colombianos del común, actores naturales en las cuñas televisivas y radiales, y un lema que hace culto a su ego, para ser repetido no por él, sino por sus seguidores: Adelante Presidente. Los demás hechos típicos de la época electoral acuden al presente en eterno retorno para demostrar que nada cambia, sólo se transforma. Ahí están los secuestrados, los asesinatos, el bandolerismo, los discursos mil veces repetidos, huecos, fantoches, cargados de agravios, los héroes a la medida de nuestra estampa, la contaminación ambiental publicitaria, los medios de comunicación atizando la hoguera, y está el pueblo que los candidatos pretenden conquistar para ganar su voto, o para comprar su conciencia, o resumiendo, para manipularlos y utilizarlos en la carrera por el poder, en la que todo vale.

Ni los actores han cambiado, sólo tienen algunas canas y arrugas de más, Uribe con el firme propósito de seguir gobernando y los otros intentando ganarle, sin descifrar aún la fórmula para lograrlo. Basta con tomar los diarios de hace 4 años por esta época para darse cuenta de la realidad monótona del discurso político; en ese momento el único honesto fue Álvaro Uribe que escribió en revista Cambio No. 465 que su visión de país era al 2010. Todo está retornando a la normalidad acostumbrada del año 2002, el miedo campea por nuestras venas de nuevo, la principal técnica para ganar votos sigue siendo demostrar que lo que el otro dice no es cierto, sin argumentar que la propuesta propia sí lo sea. Precisamente, la demostración que encuentran algunos, pensaba decir –los narcoterroristas- para desacreditar a Uribe, es atentar contra la población civil, matar, secuestrar; cruel fascinación por el dolor la de los violentos, disfrutan con el sufrimiento del otro.

La violencia no cesa, es un virus que se fecunda y prolifera en los cuerpos de los colombianos, la envidia es su mejor creación, la justicia su cómplice, el poder su fuente de vida y los políticos laboratorios que ganan millones con la disculpa de hallarle cura a este mal, sin aceptar que son parte de él. Lo confirman los hechos de los últimos meses: escándalos en entidades estatales, concejales, empresarios y académicos asesinados, más campesinos desplazados, elecciones parlamentarias con la duda del delito, alcaldes y gobernadores destituidos, y los grupos armados recordando que la seguridad democrática no será una realidad verídica sin la voluntad de todas las fuerzas beligerantes. No entiendo como aún hay quienes apoyan a los guerrilleros y a los paramilitares, no comprendo qué desean, ni cuál será el futuro después de este presente gris.

Lo peor de todo es que los pocos que pretendemos revelarnos a la hipnotización de una vida ya marcada, sin fórmulas de cambio, impávidos nos vamos de pasajeros del tiempo derrotados por los dueños del poder. Yo, al igual que ustedes ya me cansé de ver en mis 25 años de vida, una violencia sin sentido, unos gobiernos sin políticas de Estado y un país cada vez más pobre, y los más pobres que he conocido son ricos económicamente, infelices, que abusan del ciudadano sencillo y humilde que pese a todo aún se siente feliz. Y son éstos últimos, felices sin más riqueza que sus sueños y la ambición de trabajar paras sostener a sus familias y ofrecerles a sus hijos la prosperidad que ellos no ostentan, los que valen la pena y los que hacen que este intento de concientizar a los demás y cambiarle el rumbo a este futuro de eterno retorno tenga sentido.

Es el pueblo sin más presión que la de orientar con su voto el destino próximo del país el que decide si quiere continuar con las políticas del actual gobierno o no, pero no pueden ser las presiones violentas o económicas, las responsables del futuro de la patria. Hay que romper el círculo vicioso de la historia, vernos sin máscara y darle una orientación cierta a nuestros sueños de una nación democrática libre, social y soberana.

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