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El factor Mockus

Daniel Coronell
27 de octubre de 2007

Un golpe de inteligencia logró convertir a Antanas Mockus en causante y protagonista de la discusión más interesante durante la campaña por la Alcaldía de Bogotá. Mockus, quien decidió no aspirar a la Alcaldía probablemente por falta de posibilidades, terminó convertido en el más importante examinador de los candidatos. Como si fuera poco, su
ausencia de la contienda fue un hecho político tanto o más importante que la presencia de los demás. Muchos reclamaron su concurso ante la mediocridad de las propuestas.

La pregunta de Mockus en el debate del canal Caracol no tuvo consecuencias únicamente para el candidato Samuel Moreno. También retrató la desesperada mezquindad de un Enrique Peñalosa derrotado por las encuestas. Y el oportunismo de William Vinasco quien, alentado por esos números, pensó que todo valía al final y que los electores le creerían cualquier cosa.

La pregunta de Mockus a Samuel Moreno fue la siguiente: "¿Si usted comprando 50 votos puede salvar la ciudad de caer en manos de alguien capaz de comprar 50.000 votos, lo haría?". Samuel -siempre carismático, pero casi nunca profundo- se la jugó por la velocidad. Sin tomarse siquiera un segundo para la reflexión, más preocupado por verse seguro que por entregar una respuesta madura, respondió: "Sí… No lo dudo".

Los análisis sobre la respuesta de Samuel Moreno han sido numerosos, reiterados y desde luego aprovechados políticamente. Su concepto errado -hijo más bien de un torpe repentismo, que de la mala intención- lo acompañará por el resto de su carrera política y de su vida. No es que no pueda superarlo, pero cada vez que aspire a algo se lo van a recordar.

Sin embargo, Samuel no fue el único afectado por la respuesta. La posición de sus contendores y el gigantesco uso mediático que quisieron hacer del error del candidato del Polo, también terminaron perjudicando a Peñalosa y a Vinasco.

Muchos de los que habían decidido votar por Samuel Moreno percibieron la existencia de un embate coordinado e inmisericorde contra él, y reaccionaron reafirmándose en su intención de voto.

Enrique Peñalosa pudo haber cambiado las cargas si hubiera procedido con magnanimidad. Si en lugar de buscar cobrar a toda costa el error de Samuel, se hubiera mostrado tolerante frente a la torpeza de un contendor sometido a la presión de un debate.

Pero Peñalosa no fue capaz de entender, en ese momento único y feliz, que su mayor obstáculo para retornar a la Alcaldía no era Samuel Moreno, sino él mismo.

Evidentemente, Peñalosa es el político más impopular de Bogotá. Según encuestas, el 51 por ciento de los bogotanos tiene una percepción desfavorable de él. Las razones van desde la inconsistencia de sus posiciones en la política nacional, hasta la arrogancia que empezaron a endilgarle en esta campaña.

Un mínimo gesto de comprensión y tolerancia habría bastado para mostrarlo como una persona generosa, sensible, capaz de oír y perdonar. Sin embargo, Peñalosa prefirió apostarle a la difícil opción de convertir a su rival en un ser más odiado que él, durante la semana previa a las elecciones.

Por su parte, William Vinasco -cuya respuesta a la misma pregunta no quiero ni imaginarme- prefirió salir a hacer la alineación después del partido. Fuera del ambiente del debate, ya reposado, sin reflectores, ni límite de tiempo, se sumó al linchamiento público de Samuel. Respondió reclamando como suyo el rechazo a cualquier forma de compra de votos y terminó luciendo como el más grande de los oportunistas.

El entusiasmo con que cantó el gol en el arco ajeno, terminó marcándole uno en su propia portería.

En definitiva, el único que ganó con la pregunta fue su autor: Antanas Mockus. Lástima que las votaciones para alcalde sean dentro de cuatro años y que aún no sepamos cuándo volverán las elecciones verdaderas para presidente.

* Esta columna fué escrita dos días antes de las elecciones.

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