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El fin

Colombia llegó al final de una era para bien o para mal. La extrema izquierda, los grupos al margen de la ley, el narcotráfico y los mismos con las mismas del santismo y el samperismo tienen de nuevo la palabra.

María Andrea Nieto
6 de agosto de 2022

Sin lugar a dudas, Colombia llegó al final de una era en lo que hasta hoy se conocía como su democracia. Muchas personas que no votaron por Gustavo Petro culpan al presidente Iván Duque de que el Gobierno de izquierda sea su legado.

Con una cierta vergüenza y en tono bajo, muchos reconocen los logros del presidente. Es que la narrativa de la izquierda impuso la idea de que hablar bien del Gobierno es un pecado. Pero volvamos a los logros. El principal, sin lugar a dudas, fue el manejo de la pandemia. La peor de las crisis de la humanidad fue conducida con tenacidad por un grupo de funcionarios que permitieron que hoy hayan sido aplicadas de manera gratuita más de 86 millones de vacunas, lo que corresponde a tener el 71,3 por ciento de la población totalmente vacunada.

Por eso, terminando este Gobierno, vale la pena reconocer el trabajo del ministro de Salud, Fernando Ruiz, quien tuvo un manejo impecable, técnico y político de la pandemia, y del escudero número uno del presidente, Víctor Muñoz, con quien la oposición y medios de comunicación fueron implacables. Los dos funcionarios estuvieron al frente de los equipos que consiguieron las vacunas, venciendo la oposición insensata de la izquierda para que lo hicieran. Pero la labor de los funcionarios no siempre es reconocida en sus justos términos, y mucho menos cuando la mermelada y los contratos escasean.

El buen manejo de la pandemia permitió la reactivación económica, de tal forma que Colombia creció 10,6 por ciento en 2021, ubicándose en un honroso tercer lugar entre los países de la Ocde, y para rematar, en el primer trimestre de este año logró crecer 8,5 por ciento.

Sin embargo, los niveles de desempleo permanecen altos (aunque en mayo cedió 4,6 puntos, ubicándose en el 10,6 por ciento) y el fantasma de la inflación sigue acechando como el principal enemigo en contra del bolsillo de los ciudadanos. Es que la crisis no es local, es mundial.

A la hora de calificar a un presidente por su gestión, la responsabilidad de lo bueno, lo malo y lo feo es total. Y aunque la gente reconozca los logros, no deja de ver los desaciertos y equivocaciones. Empezando por las críticas en el interior de su partido, el Centro Democrático, desde el comienzo de su mandato. Duque dio la impresión de haber hecho enormes e innecesarios esfuerzos por conquistar a la oposición y no se dio cuenta a tiempo de que fue graduado de ser el enemigo número uno de la paz por el petrismo y el santismo.

Con una oposición organizada y con el objetivo de ganar la presidencia, como en efecto ocurrió, Duque cometió otro error, que fue alejarse (o dar la impresión de hacerlo) del expresidente Álvaro Uribe Vélez. Y la principal equivocación de esa distancia fue la presentación de la reforma tributaria en abril de 2021, que le abrió las puertas de par en par al “estallido social” que utilizó el petrismo como escenario de fondo para dar inicio a la campaña presidencial.

Uribe aconsejó que no se presentara esa reforma tributaria porque los bolsillos de los ciudadanos estaban muy golpeados por cuenta de la pandemia, pero no hubo forma de que la experiencia del expresidente fuera tenida en cuenta en medio de los técnicos y políticos que rodeaban al presidente Duque. Entonces vino la debacle. Cayeron dos ministros y la crisis social se profundizó. Hoy, el Gobierno entrante está promoviendo una reforma tributaria para recaudar el doble de lo que pretendía el entonces ministro Carrasquilla, con lo que se demuestra que no era un problema técnico, sino político.

Ni Gustavo Petro, ni las ex-Farc, ni el santismo de vuelta al poder van a reconocer los avances en materia de infraestructura, salud, educación y mucho menos en seguridad. La narrativa que se impuso fue la de la desesperanza y la idea de que había un presidente desconectado de la realidad del país. Y si bien el manejo de las comunicaciones desde la Casa de Nariño no fue el mejor, al parecer confiaron en que la sensatez prevalecería. Eso tampoco sucedió y fue evidente en los contundentes golpes que propinó este Gobierno a las estructuras criminales como las disidencias de las Farc y el narcotráfico. Pero de nuevo la izquierda, con su narrativa sistemática y organizada, prevaleció e hizo pasar estos hechos a favor de la seguridad de los ciudadanos, casi que como si se estuvieran violando los derechos humanos de los delincuentes.

Duque se retira del cargo con 30 por ciento de aprobación, el mismo porcentaje con el que se retiró hace cuatro años Juan Manuel Santos. Habrá que esperar que los años pasen y los recuerdos se decanten para que, con perspectiva, se pueda evaluar y comparar.

Pero Colombia llegó al final de una era para bien o para mal. La extrema izquierda, los grupos al margen de la ley, el narcotráfico y los mismos con las mismas del santismo y el samperismo tienen de nuevo la palabra.

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