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EL GOBIERNO CUARENTON

Casi a ninguno de los actuales ministros les convendría quedarse en el próximo gabinete.

Semana
11 de enero de 1993

POCAS VECES EN LA HISTORIA SE había presentado un gabinete menos técnico que el actual. Casi todos sus integrantes tienen un pie en el gobierno y otro en la política. A tal punto, que si uno se propusiera hacer un repaso sobre cuáles de ellos tendrían interés en quedarse en el gabinete después del replanteamiento ministerial que se avecina, el resultado sería que prácticamente ninguno alberga ese interés.
Comencemos por el Ministro de Gobierno, que si no ha presentado su renuncia para cuando esta columna salga publicada, estará a horas de hacerlo. Para Humberto de la Calle es claro que su ciclo ministerial pasó, y pasó requetebién. Pero además de lo que esta buena imagen que tiene pueda traerle como dividendo en la próxima contienda electoral, el hecho de que uno de los ministros del actual gobierno tenga tantas posibilidades políticas como De la Calle es, en cierta manera, una modalidad de reelección de Gaviria.
Pero es precisamente ese aspecto el que determina que el lan- zamiento político de De la Calle también tenga un costo, y muy grande: genera dudas sobre la imparcialidad del gobierno en las próximas elecciones.
Sobre la permanencia del Ministro de Hacienda, el escenario es distinto. No hay duda de que Hommes ha obtenido resultados espectaculares desde el punto de vista económico, y que su reciente enfrentamiento con Bavaria lo hace prácticamente inamovible, por lo menos por ahora. Pero si hubiera que analizar las cosas desde el punto de vista personal, Hommes no esconde que durante su paso por el Ministerio ha saboreado las mieles del poder, y le han gustado. Este es el típico caso de un ministro que nació técnico y se graduó de político. Pero su perfil de trompo de poner del gobierno en casi todos los frentes donde existe conflicto ya lo está obligando a tomar una determinación: la de quedarse "en cuerpo ajeno" en el gabinete, o la de salir de él para enfrentarse con la "maldición del paraíso" de la política.
Al Ministro de Agricultura podría salirle costoso quedarse.
La imagen que Alfonso López proyecta hacia afuera es la de que le ha ido mal. La que tienen en cambio los conocedores del tema agrícola, que es el tema maldito de cualquier gobierno en Colombia por estos días, es que en todos los frentes ha hecho lo que tenía que hacer, y lo ha hecho bien Pero como lo que importa en política no es el que piensen los expertos sino lo que perciba la opinión, su situación no le deja sino dos caminos: o quedarse en el gabinete con un "ascenso" a la Cancillería o al Ministerio de Gobierno, o renunciar a la agricultura para salvar su Senado.
El Ministro de Justicia ha estado de malas. No es un secreto que en su fuero interno cultiva claros intereses electorales, y que por lo tanto sacrificarlos en un poco afortunado papel de ministro no paga. Pero al mismo tiempo, el único momento en el que no conviene dejar un Ministerio es cuando a uno le está yendo mal.
El Ministro de Minas nos conviene a todos que se quede. Hasta ahora ha demostrado que el tema energético no le ha quedado grande, y una tendencia de poca estabilidad en este Ministerio sólo conduciría a la improvisación.
Al Ministro de Desarrollo le ha ido mejor que bien, pero eso no es gracia. No se esperaba menos de sus sobresalientes condiciones intelectuales y personales. Su único revés ha consistido en que el Presidente podría éstar aprovechando sus consejos y su asesoría muchísimo mejor, si el ministro Moreno no fuera el representante en el gobierno de un movimiento del que en cualquier momento se espera el zarpazo de la oposición por motivos legítimamente electorales.
El Ministro de Educación me lo salto, porque es vox populi que se sale a hacer política. El de Obras no lo conozco, ni puedo opinar sobre lo que ha hecho. El de Salud acaba de llegar. Y me dicen que el de Comunicaciones aspira a tener rango de precandidato presides a menos que se convierta en el reemplazo de Humberto de la Calle, como dicen, esta aspiración lo colocaría en la baraja de los que salen.
A otro al que le ha ido bien es al Ministro de Comercio Exterior. Su opción es clara. Si se queda en el gabinete, deberá ser en el Ministerio de Gobierno, que ayudaría a pulir su perfil político, pues el perfil económico lo tiene sobrado. De lo contrario debe retirarse, para cultivar sus lealtades parlamentarias, que lo convertirían en "bocado de cardenal" para la vicepresidencia de su partido, que lo colocarían en la fila india de las candidaturas presidenciales del 98.
Pero sin duda alguna el caso mas interesante es el de la Canciller Noemí Sanín. Su extraordinario posicionamiento político permite algo que no se había visto en la historia política del país: que haga pareja como vicepresidenta de cualquiera de los actuales aspirantes a presidente, aumentándoles indudablemente sus posibilidades electorales. Si hay alquien a quien le convenga retirarse del gabinete, pues, es a la Canciller. Tiene futuro político por todos los frentes imaginables, hasta el de la candidatura presidencial.
Su opción no es entonces si no la del "sayonara" al gobierno.
En cuanto al Ministro de Defensa, quienes lo conocen dicen haberle oído expresar interés en el Senado. Y teniendo en cuenta que es difícil sacarle más kilometraje al Ministerio de Defensa del que Pardo le ha sacado, le convendría retirarse en la cresta de la ola, para aprovechar que en las elecciones a Congreso no habrá ninguna lista liberal fuerte, y que su nombre podría ser una figura de opinión que sería una tontería sacrificar por el prurito de la lealtad al gobierno.
Conclusión, casi a ningún ministro le conviene quedarse en el gabinete. La política es el "démon de midi" que ronda a los miembros de un gobierno que, como el de Gaviria, se ha hecho cuarentón.