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El huevo más grande del mundo

Me puse triste cuando supe que Restrepo huía de la Justicia: lo imaginaba huyendo hacia el Polo Norte, con su trineo a todo dar, la barba blanca al viento y tiritando de miedo.

Daniel Samper Ospina
11 de febrero de 2012

Leo en las noticias que una gallina colombiana puso el huevo más grande del mundo: un huevo de 254 gramos cuya clara es muy posible que sea Clara López. Gracias a él podremos regresar al libro de los Record Guinness, cuyas páginas iluminamos hace poco con la presencia de Edward Niño, el colombiano más chiquito del mundo, a quien Santos se llevó a vivir al Palacio de Nariño: le acomodó una camita en la urna de cristal y, cada vez que está desvelado, lo obliga a bailar reguetón en piyama. Edward Niño a Santos, se entiende.

El hecho es que la nota de prensa no indicaba quién era el propietario de semejante óvalo gigante y averiguarlo se me convirtió en una obsesión: ¿de quién puede ser un huevo tan grande? ¿Del Profe Vélez, que al final nunca se retiró de la televisión? ¿Qué se puede esperar de un país en el que por cada Hernán Peláez hay ocho Profes Vélez? ¿O es, acaso, de los Nule, a quienes les agarraron videojuegos y iPads en la celda? ¿Es de Juanes, que dijo en La W que había visto a un extraterrestre? ¿En qué momento Juanes terminó viendo extraterrestres? Debe tratarse de un equívoco. A mí también me pasó: la primera vez que vi a Valencia Cossio pensé que era un extraterrestre, contrario a lo que me sucedió cuando conocí a Alfredo Barraza, a quien confundí con un humano.

Creí que podía ser de Carlos Mattos, que demandó al periodista Óscar Collazos por sugerir que el empresario era ostentoso como un nuevo rico. No cabe duda de que Mattos tiene un huevo muy grande, pero, para que no me lleve a juicio, aclaro acá mismo que yo no he dicho algo semejante. Doctor Mattos: yo no creo que usted sea un nuevo rico. Serénese. Súbase a su ascensor dorado, y cálmese. Siéntese en el inodoro de cuero, y reflexione. Recuéstese con su piyama de satín en la cama con dosel que tiene frente al mar, y respire. Usted no es un nuevo rico. Que lo entienda de una vez la opinión pública.

Pero si el huevo fuera de Mattos, o de otra gallina privilegiada, sería de oro, de modo que vislumbré otras opciones y pensé en el presidente, que ha tenido mucho huevo. Recordé la vez en que por poco permite hacer un hotel en el Tayrona pese a que se posesionó ante los mamos de la Sierra. Todavía me acuerdo de esa ceremonia. El presidente se descalzó y mostró todos sus juanetes, incluyendo a mi amigo Juanete Mesa, su asesor de prensa, que le rogaba encarecidamente que se limara las uñas para que los uribistas no se dieran cuenta de que ya había sacado las garras.

También pensé que el huevo era de Petro, a quien ahora le dio por peatonizar la séptima. Reconozco que, más allá de que no haga nada distinto a improvisar, me gusta Petro desde que adoptó a Bacatá, una cachorrita callejera que lo acompaña a todas partes y que, incluso, lo sustituye en la toma de algunas decisiones. Desde la época de Lucho Garzón no se veía que un alcalde arrastrara una perra por todo el Palacio de Liévano de semejante manera. Hasta Navarro Wolff siente celos de ella porque, aunque uno no crea, el doctor Navarro tiene sentimientos, no es de palo. Al menos no todo.

Descarté que el huevo fuera de Petro porque desde que se le inflamó el testículo aquel al que todos conocimos con el mote de Venus Albeiro, el alcalde juró que tendría especial cuidado con el tamaño de sus huevos. Y yo le creo.

La duda me estaba atormentando: pensé que era de Roy Barreras, pero sería un huevo tibio; de Sabas, pero sería un huevo duro; de las señoras Zarzur, pero la cáscara es demasiado blanca; incluso creí que era de los programadores de Caracol, que quizás retiren del aire ¿Quién quiere ser millonario, el único concurso que me gustaba y que, aclaro, no está inspirado en la vida de Mattos. Pero así somos: ¿qué se puede esperar de un país en el que por cada Paulo Laserna hay siete 'Ricostillas' Caleros?

Cuando sospechaba que podía tratarse del cuarto huevo de Uribe, hinchado como nunca por culpa de este gobierno, logré dar con su propietario: el dueño del huevo más grande del mundo es, señoras y señores, Luis Carlos Restrepo.

Reconozco que me puse triste cuando supe que Restrepo huía de la Justicia: se me aguaban los ojos mientras lo imaginaba huyendo hacia el Polo Norte, con su trineo a todo dar, la barba blanca al viento y tiritando de miedo. Que la Fiscalía les explique a Pachito y otros niños por qué el próximo diciembre no vendrá Papá Noel, me dije. Y que los atormente la culpa de traerlo a las malas: ¿era necesario emitir una circular roja? ¿No podía ser roja y verde, al menos, por respeto al espíritu navideño? Con la Coneja de la Pascua asilada en Panamá y Papá Noel Restrepo escondido, ¿qué le espera a la niñez colombiana?

Pero después me sequé las lágrimas y no tuve dudas. Acá lo tienen. Luego de envalentonarse contra la fiscal, y de defenderse con vehemencia ante los medios, sin dignidad alguna, como un vulgar delincuente, el excomisionado huye del Estado de derecho al que hasta hace poco representó. Señoras y señores: Luis Carlos Restrepo tiene el huevo más grande del mundo. Nunca fue Papá Noel sino Humpty Dumpty. Aplaudamos su ingreso al Record Guinness. Admiremos el tamaño del huevo que tiene. Y pidámosle a la Interpol que lo envuelva con cuidado, porque es un huevo tierno que se quiebra muy fácil.

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