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El huracán Andrés

El único huracán Andrés, es su hermano Juan Carlos.

Semana
28 de septiembre de 1992

LA ANTITESIS DEL HURACAN ANDRES esta resultando ser nuestro propio Andrés. No sopla, ni se mueve, ni se siente,ni levanta polvo. Es como si no existiera, lo que en materia de huracanes es preferible, pero en materia política es sospechoso.
Más aún. Si Miami estuvo preparada para el huracan, fue porque Andrés, ese Andrés, tenía un curso predecible.
Al contrario de nuestro Andrés, que un día esta aquí, pero nada de raro tiene que termine moviendose hacía allá.
El secreto consiste en que nuestro Andrés tiene una gran facilidad para comportarse en los círculos de los medios de comunicación. Domina eso de que el medio es el mensaje.
Con frases cortas, efectistas, y generalmente vacías, como aquella con la que responde cada vez que le preguntan en que consiste su programa político: "En aplicar la Constitucion", dice. Con lo cual se las ha arreglado para que no se le pregunte mucho más allá, por esa falta de sustancia que hay más acá.
Sin embargo, por su paso a través del Senado, a nuestro propio Andrés no le ha ido tan bien. A diferencia de lo que ocurre en los medios de comunicación, donde la gente se defiende con cortedades, en el Parlamento los debates son extensos, mínimo de 20 minutos, y generalmente implican desarrollar a fondo los temas, circunstancia en la que, a quien no tiene mucho que decir, se le nota. Y a nuestro Andrés se le ha notado. No sólo lo notan sus propios colegas, sino también los periodistas que cubren la actividad parlamentaria, que ya lo catalogan como un peso pluma en el Congreso.
El comportamiento promedio de nuestro Andrés ha sido el de no meterse en temas de opinión. Pero cuando se ha metido a opinar en situaciones particulares, le ha ido mal. Cuando opinó sobre el debate de los auxilios lo apabulló Roberto Gerlein. Cuando se metió en el debate sobre la fuga de Pablo Escobar trapeó con el Alberto Santofimio, hasta el punto de que nuestro Andrés se escabulló en pleno debate por la puerta de atrás, abandonando en su huida del recinto a su propia bancada, en medio del desconcierto total.
Antes de ello, porque eso sí, Andrés puede ser errático pero no bobo, había entendido que el manejo de la reforma tributaria estaba ligado al de la crisis de gabinete. Así lo hizo entender el propio presidente Gaviria, cuando dijo en un discurso que no habría cambio de ministros hasta tanto no se votara la reforma.
Nuestro Andrés se mantuvo habilmente en la indefinición frente al tema, con frases como que "existen numerosos elementos coyunturales en el actual período de desestabilización económica que atravesamos". A la hora de la verdad, nuestro Andrés terminó votando con entusiasmo la reforma, con la disculpa de que lo social no quita lo valiente.
Puede ser una simple coincidencia. Pero después Andrés aumentó su representación en el gabinete, pasando de uno, a dos ministros, sobre una regla de tres de apenas ocho senadores, que no sale sin aplicarle la inevitable ecuación de las sospechas. (No sobra reconocer que por lo menos colocó en el gabinete a un ministro estrella, el doctor Moreno, de Desarrollo, de quien yo auguro que muy seguramente terminará convertido en la mano derecha del presidente Gaviria en muchos temas estratégicos del Gobierno, incluyendo el manejo de su imagen externa).
Lo único que en el caso de nuestro Andrés ha resultado huracan es su hermano Juan Carlos. Se la pasa destruyendo barrios enteros desde el diario La Prensa, y hasta ahora nuestro Andrés soportaba los temporales provocados por su hermano con una evidente complacencia. Esta le alcanzó incluso para apoyar a Juan Carlos en su afirmación de que el Presidente era un "traidor a la patria", durante el debate parlamentario del diferendo con Venezuela. Pero ya la semana pasada, cuando el huracan Juan Carlos afirmó que el presidente Gaviria era un ladrón, nuestro Andrés dijo por escrito que "no compartía los terminos del citado editorial". Sin embargo, en los círculos políticos subsistía la pregunta de qué tanto puede una persona como Andrés desvincularse políticamente de un periódico en el que su padre es presidente del consejo editorial, su hermano director, y su otro hermano gerente...
En cuanto al delicado tema de la politización de la justicia, nuestro Andrés ni siquiera se hizo presente. Dicen que tenía su,propia terna.
Con precedentes como este ha hecho carrera en Colombia la aspiración de hacer avances políticos dando opiniones oportunistas, selectivas y huidizas a los dientes de los acontecimientos.
Mientras un auténtico huracan Andrés habría podido marcar el estilo de un hombre joven, ambicioso y ubicado en el campo privilegiado de la oposición a un gobierno menguante, nuestro Andrés se esta quedando con la fuerza del vaho que producen los bostezos.

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