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EL JUSTICIERO

Semana
9 de agosto de 1999

Entiendo que El Fiscal es ahora también una telenovela, que espero no mirar, para que no
'me agarre'. Pero el Fiscal General de la Nación sí que se la pasa agarrando gente del 8.000, menos, por
supuesto, al mayor implicado, que fue acusado por la Fiscalía anterior y que es ahora cosa juzgada.
Juzgada o prejuzgada por un Congreso político amigo.
Fue el doctor Ernesto Samper quien propuso en terna al justiciero doctor Alfonso Gómez Méndez para el alto
puesto judicial y éste le corresponde haciéndole citaciones, pero para tenidas de lechona, con todo el combo
de su administración, la mayor parte de ella implicada, y más de uno así mismo cosa juzgada, dentro del
proceso 8.000. Proceso que, por cierto, revive con furia en las manos comprometidas de Gómez
Méndez.
He oído decir que hay 35.000 cheques _pero parece que son muchos más_ los que, girados por la cúpula del
cartel o por sus testaferros, implican (no importa si de buena o de mala fe) a otros miles de colombianos.
Han salido, como de una tómbola, curiosamente los más oportunos: los del registrador Calderón, por
ejemplo, cuyo puesto estaba siendo asediado por los directivos liberales y quien resultó implicado en algunos
de ellos, de tiempo muy anterior a la escandalosa elección de Samper. Cheques constitutivos de préstamos
que le fueron entregados por el muy conspicuo periodista de entonces, Alberto Giraldo. Y ninguno
proveniente de persona que debiera ser conocida, así fuera por su escandalosa bufanda, como personaje del
narcotráfico. Corría el año de 1991.
Otro u otros implican al mediador de paz Alvaro Leyva Durán, y para mayor acierto fiscal, amigo personal
y colaborador del presidente Pastrana. Leyva consiguió asilo político en Costa Rica, figura jurídica
internacional que no se otorga gratuitamente, sino, como es de esperarse, con el mayor juicio y
reflexión.
Como esto conlleva un cierto descrédito para el investigador, policía y juez, pues acaba siendo una
calificación política de su accionar judicial, la medida interamericana del asilo debió enervar al funcionario y
sus consecuencias se ven ahora. No acabando de ser solicitado Leyva como mediador de paz, se le llama a
juicio ostentosamente, dándose la primicia de tal noticia judicial al periódico que hoy dirige un antiguo cliente
del señor Fiscal dentro del proceso 8.000. No, si todo esto parece la novela, que, precisamente por ser tan
anunciada, no quería ver.
Coincidencias hay en la vida, pero si en el caso judicial de Leyva hay cabos sueltos y asuntos que no han
podido explicarse, como sostiene María Jimena Duzán, para este columnista lo más inexplicable es que el
benemérito instigador judicial reúna en su calidad el haber sido abogado de ilustres implicados del 8.000 (a los
que se les había venido un piano encima), así como el haber sido propuesto en terna por Samper, cuando
quedó vacante la anterior Fiscalía, de todos sus pesares. Como si los impedimentos del señor Fiscal no
fueran ostensibles, los hace más notorios con sus actos sociales, muy publicitados, como los de la
inefable lechona chaparraluna, con insulso y guarapo.
La justicia colombiana es apenas eso, colombiana. Un Congreso amigo se burla de las evidencias y un Fiscal
enemigo aplica la letra menuda, incompasivo, como si nadie tuviera derecho a argumentar su buena fe.

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