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El lado oscuro de la televisión

Mientras el país pide a gritos el silencio de los fusiles y la construcción de una paz verdadera, la imaginación de nuestros hijos está siendo alimentada a diario por las narcotelenovelas de RCN y Caracol.

Joaquín Robles Zabala, Joaquín Robles Zabala
9 de agosto de 2014

No hay un medio que influya tan poderosamente en la conciencia de los ciudadanos como lo hace la televisión. Las noticias negativas, como sabemos, son, sin duda, un producto que vende. Para John Fiske [1982], lo anterior está directamente relacionado con los valores culturales noticiosos, con los mitos dominantes en la sociedad posindustrial y lo que se ha denominado sociedad del espectáculo. Para Peter Weiss [1974] esta nueva mirada de informar, de mirar el lado oscuro de los hechos, tuvo su origen en la década del sesenta con el surgimiento del Nuevo Periodismo norteamericano donde el reportero aparece como parte del espectáculo noticioso. De ahí, precisamente, nace la sentencia de Adorno que expresa que “todo lo que se crea tiene que encontrar su mercado” [1968], sentencia que Weiss retoma en algunos de sus textos y que el periodismo norteamericano siguió al pie de la letra.

Para Vargas Llosa [2012] es casi una obligación de los telenoticieros que los acontecimientos negativos ocupen espacios importantes durante la emisión y que solo una sección, muy pequeña, sea dedicada a informarnos de hechos que muchas veces no son trascendentales y que están más cercanos a la farándula y a acontecimientos pueriles de la vida de las estrellas. Ese formato vacío, como lo califica el novelista y premio Nobel peruano, es producto de la falta de una crítica seria, pero también de la globalización de formatos repetitivos que buscan, en el fondo, llegar a una mayor audiencia que le apuesta más al ‘show’ que a la información misma.

En este sentido, el periodismo “serio”, de investigación, aquel capaz de dejar al descubierto el juego sucio de algunos gobiernos y algunos estamentos estatales, ha ido cediéndole paso a la superficialidad. Esta superficialidad no solo se limita a los hechos noticiosos [léase entrevistas, reportajes, crónicas], sino también a los hechos de la cultura. En otras palabras, la cultura, en su acepción de refinamiento y elaboración, ha ido decayendo, perdiendo  ese valor trascendental que le dieron, por ejemplo en la novelística y la poesía, maestros como Flaubert y Baudelaire.

Esa sociedad del espectáculo, como en la antigua sociedad romana, pide a gritos la sangre en la arena y convierte el circo en el espacio ideal para poner en el escenario los hechos de muerte que parecen fascinar a los espectadores. No vamos a negar que los hechos negativos hacen parte de la vida cotidiana de las sociedades, así como los positivos, que los medios no se los inventan pero sí crean una línea editorial que les permite enfatizar sobre estos y alimentar en los espectadores ese profundo sentimiento del morbo que, en muchos casos, dispara la adrenalina y termina creando el hábito.

El circo del que hacía referencia el novelista peruano, no es el mismo del que nos hablan los libros de historia sobre el gran Imperio Romano. Hoy, ese circo ha sido creado por los mass medias [Van Dijk, 2003], no solo en el sentido de la intervención del periodista en la noticia, como lo hicieron los creadores del llamado Nuevo Periodismo, sino en el sentido metonímico de la noticia misma. 
Los medios, como sabemos, son creadores de opinión. Y las matrices que mueven u orientan hoy a las sociedades son direccionadas desde estos y los emporios económicos que representan. Esas orientaciones no se limitan solo a la política, como algunos pueden pensar, sino también a la moda, a la alimentación e incluso a la música que escuchamos y los libros que leemos.

Siempre se ha dicho que el conocimiento es poder, y que tener el poder es controlar el discurso, y los medios de comunicación saben esto mejor que nadie. Y los grupos sociales suelen por lo general llenar sus necesidades de información a través de los noticieros de televisión, la radio y los medios impresos. Lo anterior, ha llevado a  Van Dijk [2003] a asegurar que los mass medias son los responsables de establecer hoy las actitudes ideológicas de las nuevas generaciones. Los estudiantes que acceden a los programas de comunicación y periodismo en las distintas universidades de América Latina, Europa y los Estados Unidos, llegan a las facultades con una idea distorsionada de lo que es el periodismo porque los medios de comunicación, en el especial la televisión, les han mostrado solo una cara del ejercicio periodístico.

Para Fiske [2010] esto se produce por varias razones. Una de estas tiene que ver con el hecho de que las empresas de comunicación son empresas económicas con sus propios intereses. Las líneas editoriales obedecen, en muchos casos, a esto. Lo otro tiene que ver con los niveles de audiencia. Los realitys show no serían tan espectaculares si no insertarán en sus contenidos los mismos elementos axiológicos que los espectadores identifican en la vida cotidiana: ahí está presente el circo, la intriga, el odio y un cúmulo de pasiones con las que la audiencia busca explicar y darle sentido a todos aquellos hechos que la vida cotidiana nos ofrece.

Las sociedades, sin proponérselo, construyen modelos que se constituyen luego en representaciones mentales, y cada evento, acción o situación va a ser leída teniendo en cuenta estos modelos. La pregunta formulada con respectos si los modelos televisivos son copiados por las sociedades o son los dramas de la televisión un reflejo de las situaciones sociales, ha puesto en el tapete varios frentes de análisis para los estudiosos y comentadores de medios de comunicación.

En Colombia, en los últimos años la televisión se ha visto invadida por un sinnúmero de telenovelas que narran aspectos [conocidos y desconocidos] de la vida de personajes siniestros que han dejado su huella negativa en la historia del país. En la década del ochenta, Pablo Emilio Escobar Gaviria era el narcotraficante más importante de los carteles de la droga en Colombia y, para muchos, el más importante del mundo. Su vida ha sido llevada con gran éxito a la televisión y pronto tendrá su versión hollywoodense, según noticias de prensa.

Lo de Escobar se inserta en este principio valorativo que Barthes define como mito dominante porque deja ver muchas aristas axiológicos que están presentes en el espectador. El muchacho pobre, hijo de una madre trabajadora que lucha por salir de la miseria, es el cliché de muchas telenovelas. Es probable que ante los ojos de quienes hayan visto el relato de “Escobar: el patrón del mal”, el otrora narcotraficante más poderoso del planeta no sea leído estrictamente como un hombre que actúa por fuera de la ley sino como un luchador que combate con sus medios la estructura anacrónica que agobia a la sociedad. Recordemos que en una oportunidad Escobar se declaró “hombre de izquierda”, lo que podríamos traducir como un inconforme de las tradiciones sociales y políticas que gobiernan al país desde el siglo XIX.

Particularmente no creo que el problema sea el drama que popularizó la vida de Escobar. No creo que sean los culebrones que narran la biografía de los Castaños y otras figuras degradantes de la vida nacional colombiana. No creo, incluso, que el problema esté en la televisión misma, sino en la manera como se proyecta la vida de estos señores. Es decir, abordar positivamente los hechos negativos que han desangrado al país. Mostrar a Escobar como un héroe es, en el fondo, exaltar su vida delincuencial, sin importar que como padre les haya llevado a sus hijos un trozo de África a Antioquia.

Aquí el asunto no es de moralidad, como pueda pensarse, sino de conciencia, pues mientras el país pide a gritos el silencio de los fusiles y la construcción de una paz verdadera, la imaginación de nuestros hijos está siendo alimentada a diario por las narcotelenovelas de RCN y Caracol. No es un chiste la historia del chico que, en plena clase, ante una pregunta de su profesora, le confesara que su mayor sueño era ser narcotraficante, no solo porque los narcos siempre tenían plata y estaban rodeados de mujeres bonitas, sino porque, de proponérselo, podían llegar a ser presidentes de la República.  

En Twitter: @joarza
E-mail: robleszabala@gmail.com
*Docente universitario.

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