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EL MAL EJEMPLO DE FISCHER

Da gusto ver a Fischer en esta civilización de rebaño en que vivimos todos y, como Kasparov, obedecemos sin rechistar.

Antonio Caballero
12 de octubre de 1992

El mal ejemplo de Fischer
CON LA HABITUAL ÑOÑERIA BIEN PENsante de los funcionarios internacionales -del deporte, del comercio, de la cultura, de la guerra: da exactamente igual el campeón del mundo de ajedrez Gary Kasparov se escandaliza del comportamiento de Bobby Fischer, que tras 20 años de encierro acaba de regresar a los tableros. Dice Kasparov, todo azorado. que "Fischer da mal ejemplo. ¿Cómo le vamos a decir a la gente que el ajedrez es beneficioso para sus hijos si uno de los mejores jugadores de todos los tiempos hace y dice cosas tan extravagantes?".
Al márgen de la bobería de pensar que el objeto del ajedrez -o de cualquier cosa: el arte, la ciencia, la filosofía- es le ser algo "beneficioso para los hijos"; y al márgen de la tontería de creer que la gente necesita que los campeones de algo -de ajedrez, de básquet, de atletismo- le digan que es beneficioso para sus hijos" y qué no lo es; al márgen de esas sandeces, Kasparov tiene toda la razón. Bobby Fischer mal ejemplo. Es el mal ejemplo por excelencia: un anarquista.
Y da gusto verlo, en esta civilización de rebaño en que vivimos todos -y morimos, cuando se enfrentan dos rebaños-, en que todos, como Kasparov, obedecemos sin rechistar a nuestros pastores respectivos: a nuestros obispos, a nuestros ayatolas, a nuestros generales, a nuestros dentistas, a nuestros gurús, a nuestras agencias de publicidad, a nuestros asesores de imágen, a nuestros siquiatras, a nuestros abogados, a nuestros pushers de droga. Fischer es la oveja negra que se sale del camino trazado por los pastores, por las autoridades: los dirigentes del deporte, el gobierno de los Estados Unidos, la ONU, la visión, la propaganda, la ley de la oferta y la demanda. Y lo que le da la gana.
Se burla del embargo decretado por las Naciones Unidas contra Yugoslavia compitiendo en Montenegro (pero si en vez de jugar al ajedrez vendiera armas, nadie le a el menor reproche). Escupe sobre el documento oficial de su gobierno que lo amenaza con multa y cárcel, y la de paso que no paga impuestos desde 1977 porque se siente estafado, como deberíamos sentirnos todos. Hace mofa del aburrimiento interminable de las partidas Karpov-Kasparov, reiterativas y monótonas como la cacofonía de sus dos apellidos, y que siempre terminaban en tablas. Le falta al respeto al poder sagrado de la prensa, los fotógrafos, a 15 metros -porque el no es Lady Di. Y desafía la imágen obligada de un campeón - de tenis, de automovilismo, de lo que sea -al no irse de discotecas con su correspondiente top model y preferir en cambio el amor de una gordita húngara y tímida, insignificante, de anteojos.
No es cosa de ahora. Bobby Fischer ha hecho eso toda la vida. Hace 25 años, siendo campeón de los Estados Unidos, burló el bloqueo norteamericano contra Cuba jugando ajedrez por telex en el Torneo Capablanca. Hace 20, cuando ganó en Reijkiavik el campeonato del mundo, hizo que apagaran las cámaras de la televisión. Meses después, ya vencedor y famoso, rechazó el dineral que le ofrecían por anunciar una marca de champú, diciendo que le parecía monstruoso recomendar un producto que el no usaba; y no quiso vender su nombre para promocionar los pianos "Fischer" alegando que el no tocaba piano.
En los últimos años no ha querido aceptar varias ofertas de millones de dólares por jugar contra Karpov o Kasparov porque para hacerlo le exigían que se inclinara ante las reglas, que el considera idiotas, de la Federación Internacional de Ajedrez: ante la burocracia.
Y por eso le quitaron el título de campeón del mundo, sin que nadie se lo hubiera ganado: mediante una simple decisión burocrática. Ya le habían hecho lo mismo a otro anarquista de su temple, el gran Muhammad Ali o Cassius Clay, a quien despojaron de la corona mundial del boxeo sin que lo derrotara nadie porque se negó a cumplir disciplinadamente su servicio militar en la guerra de Vietnam. Alí lo recuperó dos veces consecutivas, hasta que fue finalmente vencido por la enfermedad de Parkinson. Otro tanto sera capaz de hacer Fischer, si lo dejan.
No lo van a dejar. Ya lo dijo Kasparov: es un pésimo ejemplo para la juventud. Es un desobediente.