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EL MAL MENOR

Antonio Caballero
13 de julio de 1998

Bueno: ya conseguimos que tanto Andrés Pastrana como Horacio Serpa perdieran la primera vuelta. Pero siendo la aritmética lo que es _una ciencia indigna de confianza_. la que no pasó a la segunda fue la ganadora indiscutible de la primera, es decir, Noemí Sanín. Así que ya no podemos votar otra vez por ella para derrotar nuevamente a los otros dos. Y lo malo es que todavía falta la tercera vuelta: es decir, los cuatro años de gobierno. Mucho me temo que, como siempre, el ganador de la segunda vuelta fracase estruendosamente en la tercera, y nosotros con él. Dada la estrecha diferencia de los resultados de hace 15 días, el ganador de este domingo puede ser cualquiera de los dos, Serpa o Pastrana. Votar en blanco, que es de lo que dan ganas, no tiene ningún efecto práctico. Así que hay que votar por el que sea menos malo, lo cual no es nada fácil. Es como jugar a la ruleta rusa. Votar por Pastrana, o por Serpa, es casi tan desagradable como pegarse un tiro. Y, sin embargo, son distintos, lo cual se ve más claramente si el dilema se plantea al revés: ¿Votar contra Pastrana? ¿O contra Serpa?Las maquinarias que hay detrás de cada uno son idénticas: la una es liberal, la otra conservadora, y hace ya varias décadas que las de los dos partidos son iguales: da lo mismo un Name que un Valencia Cossio. Pero en cuanto al resto de la cola que cada uno trae _y los dos la traen larga_ hay una diferencia, no exactamente a favor de Serpa pero sí en contra de Pastrana: que los que integran la cola de Serpa ya tienen puesto, y los de la de Pastrana todavía no. Al revés: son políticos desempleados, que andan buscando puesto. Pero no porque no lo hayan tenido nunca (en ese caso podría dárseles una oportunidad, por si hubiera entre ellos algún talento escondido), sino porque, habiendo fracasado en el que tuvieron, no han podido encontrar otro en la vida civil. Y, francamente, no creo que valga la pena elegir a Pastrana sólo para que Rafael Pardo pueda volver a ser ministro de Defensa o Alfonso Valdivieso ministro de Educación. En cuanto al general Harold Bedoya ¿qué puesto de civil habría que darle, si ya fue un fiasco en todos los que ocupó de militar?No voy a hablar de los candidatos a la vicepresidencia que presenta cada cual, porque un vicepresidente carece por completo de importancia, aquí y en donde sea. La figura sólo existe como un espejismo para cazar votos de incautos que creen que, por ejemplo, María Emma Mejía, por bonita o por eficaz, o Gustavo Bell, por costeño o por capaz, pueden servir para algo en la vicepresidencia, cuando es ésta la que no sirve para nada. Servirán de jarrones de adorno. Visitarán países. Inaugurarán cosas. Parece ser que encima les van a construir un palacete: darán fiestas. Supongo que ambos podrían ser, además de bonita la una y costeño el otro, capaces y eficaces en un cargo distinto. Pero en la vicepresidencia serán ambos tan insignificantes como lo fueron Humberto de la Calle, tan manizalita, o Carlos Lemos, tan popayanejo (y tan feo).Quedan los candidatos mismos. Lo peor que tiene Serpa, naturalmente, son sus cuatro años de leales servicios al inepto y corrupto gobierno de Ernesto Samper. Pero tal vez de él pueda decirse, como del Cid Campeador, que sería "buen vasallo, si hubiera buen señor"; y, convertido en señor de sí mismo, sea mejor de lo que ha sido en estos años. Porque, como decía aquí mismo en una columna pasada, lo mejor que tiene la campaña de Serpa es el propio Serpa.Y en cambio lo peor que tiene la campaña de Pastrana es el propio Pastrana. Con él no cabe ni siquiera el beneficio de la duda, pues ya lo vimos de señor de sí mismo cuando fue alcalde de Bogotá, e hizo un gobierno corrupto e inepto (aunque, afortunadamente, breve).Un detalle final: Pastrana es el candidato de la derecha y de Estados Unidos. Y Serpa no. Así que, en resumen: no es que yo quiera votar por Horacio Serpa. Pero estoy seguro de que voy a votar contra Andrés Pastrana.

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