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El mejor truco del diablo

Colombia quedó comprometida como Estado a implementar un costoso programa de paz, y ahora tiene que financiar la paz y seguir enfrentando la guerra.

Mauricio Carradini, Mauricio Carradini
22 de octubre de 2019

Buena parte de los colombianos está frustrada porque la tan publicitada "paz" que patrocinaron y  por la cual celebraron que el presidente Juan Manuel Santos violara la constitución y la ley, nada que llega. Ni hablar de los dividendos de paz con los cuales se engañó al país, sino de lo que una considerable parte de quienes votaron "sí" en el plebiscito esperaba del show de Santos: tranquilidad.

 Como se ha dicho antes en este espacio, el problema principal es que se permitió que el gobierno promoviera "la paz" cuando lo que se estaba articulando era un acuerdo con uno de los varios grupos criminales del país. Sí, uno de los más importantes, pero de ninguna manera se iba a pacificar el país con la desmovilización de las Farc. Y mucho menos cuando sus actividades narcotraficantes quedaron intactas y sin castigo.

 Aparte de ese combustible de cocaína que alimenta el incendio de violencia en Colombia, el  acuerdo con las Farc no les gustó a algunos de los peores pirómanos de ese grupo, ni contemplaba aplacar a los que no eran miembros de este. Es así que Colombia quedó comprometida como Estado a implementar un costoso programa de paz, y ahora tiene que financiar la paz y seguir enfrentando la guerra.

 Lo más grave de todo es que como a todos esos incendiarios que quieren ver a Colombia manejada por el eje Cuba-Venezuela no les salió el plan de poner presidente, más se demoró Iván Duque en posesionarse que distintos voceros de ese plan en comunicarle que no le darían respiro.

 No hay necesidad de mencionar su nombre. Ahí hay ex presidentes, ex candidatos, guerrilleros –con y sin uniforme-, sindicalistas, funcionaros del poder legislativo y judicial, periodistas y líderes estudiantiles, tanto colombianos como extranjeros –sin dejar de mencionar a los gobiernos hostiles a Bogotá.

 Con los desórdenes en Ecuador, las estridentes declaraciones de Diosdado Cabello de que "eso va pa‘ Colombia" y con Rafael Correa apareciendo como asesor de Nicolás Maduro, se podría pensar que la situación se está complicando abruptamente para los países que no han caído en manos del cáncer este que ya carcome a Venezuela y otros países.

 La realidad es que no son cambios abruptos. Si se estudia el Foro de Sao Paulo y el recientemente creado Grupo de Puebla, se ve que hay un plan, y que los encargados de promoverlo, financiarlo e implementarlo siempre han estado en eso por distintos países.

 Llevan décadas en lo mismo, y así como Ecuador ha detenido y presentado a agentes venezolanos promoviendo el desorden y la violencia en Quito, varios de los funcionarios del gobierno de Maduro eran esos agentes del desorden hace algunas décadas. Lo mismo se puede ver en el caso de Argentina, Bolivia y los anteriores gobiernos en Brasil. En el caso colombiano, el fuego viene ardiendo hace tiempo, a veces con mayor o menor intensidad, y las protestas violentas son parte de ese incendio y son responsabilidad de los pirómanos de siempre.

 Pero claro, cuando se habla de Castro-chavismo, de planes orquestados para desestabilizar la región, cuando se presentan las evidencias de conexiones internacionales y apoyos desde Europa y otras latitudes, salen los incriminados a negarlo rotundamente y algunos de los que tienden al centro y a no tomar posiciones gritan con vehemencia que son teorías conspirativas y que hay unos extremistas viendo fantasmas o monstruos que no existen.

 Cuando uno ve que a Duque le han hecho una marcha o protesta en promedio cada dos días y que el Estado sigue sin ver la realidad y mucho menos sin unirse y llamar a la población a apoyarle, viene a la cabeza aquella frase de que el mejor truco del diablo fue convencer al mundo de que no existía. Suponemos que el Grupo de Puebla seguirá tratando de convencernos de que el Castro-chavismo no existe.

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