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El modelo Disney

Nicolás Morales espera que aún no llegue el final de Vitral, la colección más prestigiosa de no ficción en Colombia. Fundada hace más de una década,

RevistaArcadia.com
1 de julio de 2010

Permítanme una pregunta en estas épocas de libros basura que solo esperan ganar el jackpot de las grandes ventas, con riesgos mínimos y mucha publicidad: ¿están obligados los gigantes editoriales a desarrollar fondos de valor?

La Editorial Norma ha sacado un as bajo la manga con la publicación, en la colección Vitral, del último libro de Daniel Pécaut: Las Farc, ¿una guerrilla sin fin o sin fines? En efecto, el más prestigioso de los colombianistas europeos ha escrito una obra muy lúcida —tras un periodo de sequía en el que lo echábamos en falta— que constituye un acierto indudable: un libro serio sobre la decadencia de las Farc en estos momentos en que parece estar desplomándose el movimiento lumpen revolucionario casi tan estrepitosamente como el ejercicio de reflexión en torno a un tema, como tantos otros, totalmente colonizado por la superficialidad de los medios. Por ello, este libro casi que parece un encargo encomendado por el sentido común. Si a esto le añadimos que la obra —muy bien traducida, por cierto— es mucho más comestible y con referentes menos nebulosos que las anteriores de Pécaut, el éxito parece asegurado. Diría que a pesar de que la lista de los libros más vendidos esté trucada, es posible que en ella aparezca este ensayo compitiendo durante un par de semanas con el libro de Jose Obdulio que Editorial Planeta hará ver en su conteo.

Es entonces un buen golpe el que acaba de dar Norma. ¿Pero es Pécaut sinónimo de buenas ventas? Por supuesto, no se trata de un autor menor, pero es poco probable que llegue a los 5.000 ejemplares. Ustedes me dirán. En todo caso, ¿qué académico colombiano puede vender hoy esa cantidad de libros? Con seguridad, muy pocos. Sobre todo cuando las editoriales han inundado todo el mercado con las pantanosas aguas de la no ficción-basura, dejando reseco el suelo en que podría sembrarse algo distinto a mala hierba.

Sin estar al tanto de la negociación de Pécaut con Norma, hay algo que perturba: justo tras publicar este libro faro, la editorial del grupo Carvajal decide, aparentemente, botar por la borda la colección más prestigiosa de no ficción en Colombia. Fundada hace más de una década, Vitral fue un oasis de cordura, inteligencia, reflexión y buena escritura. Una propuesta para darle cabida a la academia en las ediciones comerciales. Una apuesta por sacar al género ensayo del ostracismo y llevarlo a un lector que no acude a él fácilmente. Vitral fue nutrida por obras que, si bien no eran para el gran público, al menos eran más asequibles. Por ella pasaron cientos de especialistas de la talla de Frank Safford, Eduardo Posada Carbó, Salomón Kalmanovitz y Marco Palacios. Pero ante todo, esta fue la colección mejor curada de la casa Norma. Una colección con nombre propio: María del Rosario Aguilar, una señora editora que, parece, ya hizo sus maletas y salió por la puerta de atrás de la editorial. Sin duda se trata de una muy buena noticia para sus estudiantes y de una muy mala para los libros en Colombia.

La sorpresa es que Vitral se acaba justo cuando Gabriel Iriarte, el antiguo jefe de Planeta, comienza a poner a Norma bajo su norma. ¿Las ventas eran insuficientes? ¿Los libros poco vistosos? Vaya uno a saber. Si bien es cierto que los nuevos vientos traen siempre remodelaciones, no hay que confundir la modernización con la falta del más primario sentido común, que nos llevaría de la mano hacia la idea de que los libros de valor son solo aquellos que superan los 5.000 ejemplares vendidos, tal cual terminaron asumiendo en cierta editorial competidora. De ser así tomémonosla suave y contentémonos apenas con las franquicias Disney.

Puede que Vitral fuera simplemente un lugar para que los académicos de prestigio intentaran trascender los 1.000 ejemplares de la edición universitaria, pero para mí era mucho más que eso: se trataba de la cuota de responsabilidad social de una industria editorial enferma e idiotizada por los megacontratos y los “beast” sellers. El pequeño ejercicio ético en un negocio que, con muy pocas excepciones, no logra trascender, tomar riesgos y ser generoso con el público. El intento de reivindicación de una industria que ha invadido los quioscos de los aeropuertos y los estantes de las librerías con tristes páginas de vedettes, narcos y bajeza sexual.

Ojalá que esta no sea una despedida a Vitral, que como colección era oro puro. Ese oro que seguirá brillando en un lugar muy distinto a los bolsillos de nuestras empresas editoriales, que parecen haber olvidado que su labor se hace con letras, y no solo con números.

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