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El modelo polpotiano

El terror revolucionario no es otra cosa que el calco invertido del que han usado los poderes establecidos desde el asirio Asurbanipal hasta el israelí Sharon

Antonio Caballero
8 de julio de 2002

Dice Alfonso Cano, uno de los jefes de las Farc, en una entrevista reciente:

?Ahora resulta que de la noche a la mañana somos desalmados terroristas, a pesar de que no hemos cambiado los métodos.

Es verdad: las Farc llevan muchos años ?más de 20? usando los métodos del terror. El secuestro, la extorsión, la vacuna, el boleteo, la amenaza; las tomas de pueblos

con destrucción del cuartel de policía, la iglesia, la escuela y la Caja Agraria (y a veces inclusive el cementerio); la leva forzosa de niños; las convocatorias a los alcaldes rurales para que suban al monte a rendir cuentas o recibir instrucciones, bajo pena de muerte si no lo hacen; los asesinatos de los que llaman "sapos", sospechosos de colaboración con el Ejército o con los paramilitares. Métodos terroristas, o sea, dirigidos a amedrentar a la población y someterla por el terror. Lo han conseguido en muchos sitios. Quizás en medio país rural, contribuyendo ?de paso? a despoblarlo. Y generando ?también de paso? el contraterror gemelo, terror de espejo, de los paramilitares. El resultado de ese doble terror ha sido el masivo éxodo campesino a los semáforos de las ciudades: tres millones de lo que eufemísticamente se llama "desplazados". A causa de esos métodos las Farc, como sus mellizas enemigas las AUC, son temidas. Y son odiadas.

No les importa el odio: les basta con el miedo. El uso del terror, por otra parte, ha sido habitual entre los 'revolucionarios' modernos, por lo menos desde que los 'montagnards' de la Convención inventaron La Terreur con mayúscula en la Revolución Francesa de hace más de dos siglos. Lo utilizaron los bolcheviques de Lenin, los guerrilleros campesinos de Mao tse Tung, y también, por supuesto, esos otros 'revolucionarios' que fueron los fascistas italianos y españoles y los nazis alemanes. El Che Guevara, en su fallida aventura boliviana, escribía en su diario que había que ganarse a los campesinos mediante el terror, porque no había otra manera. No le dieron tiempo. Claro está que, también, el terror revolucionario no es otra cosa que el calco invertido del terror que han utilizado siempre los poderes establecidos, desde el asirio Asurbanipal hasta el israelí Sharon. El terror es un instrumento: para conquistar el poder, o para mantenerlo. Y es un instrumento que ha mostrado su eficacia desde hace miles de años en todas partes.

Lo que pasa, señor Cano, es que no hay que exagerar. Porque el uso del terror deslegitima. No hace demasiados años ?todos los actuales comandantes de las Farc, para no hablar del veterano 'Tirofijo', tienen edad para recordarlo?, la guerrilla comunista de los Jemeres Rojos de Camboya, al mando del sicópata Pol Pot, se excedió en la utilización del terror como instrumento de combate primero y de represión después. Conquistó el poder, contra la derecha militar respaldada (y luego abandonada) por los Estados Unidos. Siguió usando el terror desde el poder para someter al pueblo, o a lo que quedaba de él: tras más de un millón de muertos de la guerra norteamericana, los polpotianos asesinaron a dos millones de personas más, sobre una población total de seis millones. Exageraron de tal modo que fue necesario que, para acabar con ellos, invadiera Camboya el ejército vietnamita, con cuyo apoyo habían conquistado el poder. Tras unos años más de desórdenes y horrores, Pol Pot acabó siendo juzgado y ejecutado en la selva por sus antiguos compañeros, de nuevo aliados con la antigua derecha feudal. Como Michín, el 'gato bandido' de las fábulas de Rafael Pombo, volvían a casa arrepentidos:

?Ay, mamita, dame palo: pero dame qué comer.

Las Farc están exagerando. Y eso, que en el corto plazo tal vez las fortalece militarmente, en el largo plazo las deslegitima y acabará por destruirlas. Tal vez dentro de no muchos años veamos ?si es que no nos han matado antes de verlo? a los guerrilleros de las Farc que hoy todavía son jóvenes ejecutando en la selva a 'Tirofijo', a Cano y a 'Jojoy', y regresando con el rabo ensangrentado entre las pierna a pedirle cacao al Fondo Monetario Internacional.

Pero antes va a correr mucha sangre por todos esos ríos de Colombia que cada día traen menos agua.

(Ojalá no).

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