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EL NAUGHTY GATE

Semana
23 de febrero de 1998

El mundo tiene, hacia los escándalos sexuales, diferentes termómetros públicos. El menos sensible es el francés, país en el que todo se permite y se tolera, como quedó demostrado en el entierro del presidente François Mitterrand. Allí, al lado de Danielle, su esposa de toda la vida, recibía las condolencias la amante de muchos años de Mitterrand y la hija ilegítima que tuvo con ella.Por eso para los franceses, el puritanismo sexual de los ingleses es asunto de orates. En Inglaterra, donde los escándalos sexuales son en serio, todo está permitido: ligueros masculinos para ir a la oficina, látigos juguetones, asfixias tendientes al paroxismo sexual, mientras se cumpla con un requisito fundamental: que no se sepa. Por el contrario, el más mínimo rumor de la aventura de un político con su secretaria es suficiente para terminar de por vida con su carrera. España es más parecida a Francia: a nadie le importan mucho las aficiones sexuales de las celebridades. Y episodios como el reciente video del director de un importante diario madrileño vestido de 'fru-fru' rosado practicando escandalosos juegos sexuales lo máximo que sirvió fue para que circulara entre la sociedad española y fuera pretexto para organizar divertidísimos video-parties. En América Latina es casi una regla general que mandatarios y políticos tengan amantes toleradas por la sociedad. Hay todo tipo de modelos. Desde Carlos Andrés Pérez que tenía amante oficial y esposa clandestina, hasta Carlos Menem, de quien se dice que tiene harem.De esos dos extremos pasamos a Colombia, donde sólo una vez, durante el gobierno del ex presidente Turbay Ayala, los asuntos sexuales (que en el caso de Turbay se limitaron a ser una ruidosa fiesta) han sido motivo de debate público. Si hoy, en Colombia, se llega a publicar el escándalo sexual de un presidente, lo más seguro es que al presidente no le pase nada y el que termine acabado sea el que se atrevió a hacer la publicación.En Estados Unidos el asunto es absolutamente al contrario. A los norteamericanos los gobierna es el purismo anglosajón que también impera en Inglaterra. Y no sólo se sienten con el derecho de saber toda la vida sexual de los presidentes, sino que los medios de comunicación se sienten en el deber de publicarla, con pelos y señales. La Casa Blanca ha estado llena de escándalos sexuales a través de las épocas. Se dice que el ex presidente Harding hacía el amor con su amante entre el closet. Que Hames Garfield tuvo una amante que terminó asesinada. Que Roosevelt mantenía relaciones sexuales con una vieja amiga, de la que sólo se supo después de su muerte. Que Kennedy introducía varias veces al día amantes a la Casa Blanca por una puerta secreta. Que Nancy Reagan tuvo encuentros cercanos del tercer tipo en su propia habitación. En fin. Pero nunca en la historia se había sometido un presidente norteamericano a dar declaraciones sobre la presencia o no de un lunar en su zona prohibida para defenderse de la acusación de haber intentado obligar a una mujer a practicar sexo oral con él. Irónicamente, de llegar a caerse de la presidencia, ello no le sucedería por su señalada promiscuidad que al contrario de los países islámicos no es delito en Estados Unidos. Clinton se caería por haber mentido y por haber inducido a una de sus amantes a dar falso testimonio. Watergate comenzó con un robo a una oficina y terminó con la caída de Nixon.El "Naughty-Gate" como se ha bautizado el escándalo de Clinton, comenzó con un piropo... y sabe Dios a dónde irá a parar.

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