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El nuevo Gavirete (Carta de Sor Palacio)

Increíble, la Cacica de ministra, con sus pies descalzos, cuando está en casa y su batica de zaraza

Semana
14 de agosto de 2000

Querida hermana: aquí trajinando con el nuevo personal de ministros, unos que se posesionan, otros que todavía no. Caras nuevas y algunas no tanto, como la del doctor Ramírez Ocampo, que no sé por qué, mija, con talla presidencial y todo, acepta un ministerio para jovencitos Cabales. Ja, ja. Y es que él ya no está para esos trotes, quiero decir, para ministerios en que no hay mayor cosa qué hacer, con esta crisis tan, avemaría.

El doctor Quico Lloreda, como tan bonito, igualito al papá cuando se posesionó de la gobernación del Valle. Va a ser de esos que se mantienen jóvenes y son una promesa toda la vida. No sé qué tan preparado esté para Educación, pero a ese Ministerio llegan y a poquito están hablando de escalafón y de ley general educativa. Fueron de Educación: María Emma (‘la esponja’), imagínate; mi doctorcito Bula, tan buena gente, y así otros que nadie pensaba.

La doctora Síntesis (¿digo bien?) ya había sido ministra del presidente Gaviria y, bueno, debe ser cuota de la OEA, que aquí en Colombia sí es efectiva, no como en el Perú. No sé de qué quedó la doctora, ah cómo no, de Comunicaciones, aunque ella es equipo económico y basta verla para entenderlo así, banquera y demás. Como Sarita Ordóñez, tan lopista y querida, pero en Salud no entiendo lo que pueda hacer una ex superintendente bancaria por los enfermos terminales, echados a la muerte por el anterior ministro.

¿Quién más? Ah, pues el doctor Santos. Ahora sí se enrumba a la Presidencia. Le hacía falta sonar harto, como suena un ministro de Hacienda y crédito público (nunca tan bien dicho). El sí venía de esos lados presupuestales y económicos y había gagueado más de una conferencia ante hombres de negocios. Y aunque es arriesgado para él, el gobierno se jugó con Juan Manuel una carta bien buena: le dará suerte al Presidente —como la Caponera, mientras esté a su lado— porque es hermano del director de El Tiempo, tío del director de SEMANA, cuñado del director de Portafolio, primo (político) de uno de los editores de Cambio. Está a salvo, pues, hasta de escándalos de portada. Esto sin tener en cuenta que son filiales del diario de los Santos, las revista Aló y Credencial y el canal Citytv.

A los ex presidentes se los tiene bien consentidos: a Gaviria ya ves cómo; al ex presidente López le tenemos a Alfonsito de asesor de paz y figurando de lo lindo, al lado de ‘Tirofijo’, entre las iguanas de ustedes, allá en el Caguán, querida Betty. Al ex presidente Lemos no hay con qué trapitos cogerlo, pero el colaboracionismo nace ahora de El Tiempo, donde él escribe de sus runchos. El cínico debe estar que se cianura (Dios lo libre) y como él otros.

A la Cacica vallenata, te cuento que yo la conocí y la traté en una época. Hoy ministra de la Cultura, esas tenemos, y de veras que ella ha hecho bastante por el folclor y demás. Lo que pasa es que a mí no me gustan mucho los vallenatos (salvo el de Señora y No me la molestes más, pero que no lo sepa nuestra madre). Increíble, la Cacica de ministra, con sus pies descalzos, en casa, y su bata de zaraza. De nada sirvió que ella reclamara ante el Presidente que no tenía títulos para ese cargo, que, según ella, es para intelectuales. Quiso decir, que prácticamente el suyo iba a ser un despacho en el aire, al que sólo le faltaría la música de Escalona.

Hoy en día no se sabe si se nombra a las mujeres por obligación de cuota (30 por ciento) o por méritos reales. En el caso de Consuelo, es por méritos, no hay duda. Pero es que eso de la cuota es como decir que hasta ahí puede una llegar. Es como si fuera una ley de minorías. Ya ves cómo le quitaron el puesto a Niña Magnolia y entró un bigotudo del sindicalismo, don Angelino. Esto es de lo más aristocrático, dejarles a los trabajadores el arreglo con los trabajadores. Fórmula que ya se ensayó con don Orlando Obregón y don Antonio Díaz, de las centrales obreras.

En fin, toda esta gentecita nueva habrá que manejarla, conocerla bien, los unos toman café, los otros agua aromática, el de más allá pide siempre un whisky, y se le sirve bajito, aunque yo no soy la de los tintos, pero me ofrezco. Es curioso que ni por asomo volvió a verse un ministro de color, desde los tiempos de Diego Luis Córdoba y Manuel Mosquera, otro que fue de Educación.

Lo que sí creo, mi querida Betty, es que no cambiando a Gobierno, Guerra (sí, guerra), Relaciones y Justicia (al doctor Rómulo, al que le hacen calle de honor hasta en los entierros, cuando ‘funge’ de delegatario) no hubo cambios en el gabinete.

Pidiendo por todas ustedes. Por Dios, tengan mucho cuidado (y por todos los secuestrados del Caguán, qué infamia).



Teresa P., O.P.
Comisonada del Despacho

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