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EL NUEVO MINDEFENSA

Semana
10 de febrero de 1997

El ex ministro de Defensa y hoy embajador en Washington, Juan Carlos Esguerra, tuvo una despedida de héroe. Se le hicieron grandes reportajes en los medios de comunicación en los que, como siempre, se defendió muy bien con su locuacidad académica, y organizó una gira nacional para decirles adiós a los batallones, el mismo día en el que el gobierno anunciaba su reemplazo, en cabeza del embajador en Caracas, Guillermo Alberto González.Juan Carlos Esguerra dejó la impresión de que le fue bien en el desempeño de uno de los cargos más difíciles del actual gobierno. No sólo no se quemó, sino que de puertas para afuera logró proyectar la sensación de un buen entendimiento con los generales, aunque éste provino menos de un liderazgo interno que Esguerra nunca tuvo entre los militares, y más de una manera de ser pacífica, conciliadora y respetable que ha caracterizado siempre a este jurista y profesor universitario.Sin embargo, su despedida de héroe tiene un bache no de poca monta. Esguerra aceptó su importante nombramiento de embajador en Washington aunque a cambio de eso tenía que dejar sin resolver en Colombia el problema de los soldados secuestrados, que ocurrió bajo su gestión como ministro y que por consiguiente habría sido deseable, y correcto, que hubiera dejado resuelto. Es otra de esas demostraciones de responsabilidad política que ya no se asume en Colombia. Es como si el problema de los soldados no tuviera nada que ver con él, que fuera sólo de los militares, y que el papel del Ministro de Defensa civil se limitara a esa vida social de la política que se hace en los medios de comunicación.En fin. Esguerra se va para Washington, y en su lugar dejan al heredero de Víctor Mosquera Chaux en el Cauca, un hombre que se ha caracterizado por su lealtad incondicional hacia el Presidente durante la crisis. Parece que fue elegido por eso, y porque como embajador en Suiza le trabajó fuertemente al tema de los derechos humanos, que es una buena carta de presentación en este momento ante Estados Unidos.Personalmente, González es un hombre cordial, de ninguna manera primíparo en las lides del Estado, en el que ha servido como ministro y embajador en varias ocasiones. Es conocido por su señorío popayanejo, que es bien recibido en los salones pero no necesariamente en los estamentos militares. Al igual que Esguerra, González podría suplir su eventual falta de liderazgo con un manejo cordial y amistoso de los militares. Pero eso no será suficiente, como no lo fue en el caso de Esguerra, para que su paso por el Ministerio de Defensa transforme de alguna manera positiva la situación de orden público.Para hablar crudamente, un ministro civil que llegue en este momento a hablar prioritariamente de derechos humanos en el Ejército se encontrará con el muro de contención de unos militares humillados por la guerrilla con el secuestro de los 60 soldados e impulsados legítimamente contra ella. González tendrá que demostrar rápidamente, al igual que sus dos antecesores, que a pesar de carecer de conocimiento alguno del tema militar, el cargo no le puede.Desde luego, en un ambiente moral como el que se ha puesto de moda en la Colombia de Samper, no es esperable que la amistad del nuevo Ministro de Defensa con el narcotraficante Pastor Perafán amerite alguna preocupación. Con gran habilidad, González ha sorteado las preguntas iniciales, reconociendo su amistad con Perafán pero aclarando que era una cosa puramente social, porque hasta hace un año todo el mundo lo conocía en el Cauca como un eminente industrial.Eso es discutible, porque si bien hace escasamente un año que el expediente llegó a la Fiscalía, también es cierto que la Policía y el DAS lo investigaban desde hace más de cuatro años. Entre otras cosas, porque Perafán fue capturado por la Interpol en Panamá en el año 82 con un kilo de cocaína, y porque este antecedente, unido a la enorme riqueza y excéntricas costumbres del personaje, obligaban a sus amigos por lo menos a pensar en la posibilidad de que no se tratara de un exportador de café.No resulta claro por qué, a pesar de todo lo anterior, el nuevo Ministro de Defensa conservó su amistad 'puramente social' con Perafán. Por cuenta de ello, puso a personal de la embajada a buscar cupos en los colegios a los hijos de Perafán en Suiza, y en su calidad de embajador de Colombia en Brasil se reunió en más de una ocasión con Perafán cuando éste lo visitó en dicho país.A todo eso González lo llama un 'asunto anecdótico'. Y tiene razón. Porque este gobierno está lleno de anécdotas parecidas.

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