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DIANA SARAY GIRALDO Columna Semana

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El periodista no debería ser la noticia

Lejos de tomar posición en este debate, mi llamado es a recordar que la noticia está afuera, no en nuestra opinión, no en nuestras salas de redacción, ni mucho menos en las redacciones de otros.

Diana Giraldo
31 de julio de 2021

En 2009, en un taller de crónica organizado por la hoy Fundación Gabo, la maestra Alma Guillermoprieto, una de las mayores referentes del periodismo latinoamericano, me dio una de las más grandes lecciones de periodismo. En un salón en el que un poco más de una decena de periodistas de toda Latinoamérica asistíamos ansiosos a su cátedra, cada uno debía leer en voz alta un pedazo de la crónica que había surgido con el correr de los días. Uno de los participantes, un periodista colombiano, empezó.

Su relato, que trataba sobre una visita a un pueblo, iniciaba describiendo lo que él sentía al empezar su recorrido. El periodista narraba el calor que lo agobiaba, lo que pensaba mientras viajaba, tal vez hasta describió la ropa que tenía puesta, cuando fue interrumpido por la maestra: “Pero ¿qué te hace creer que al lector le importa lo que tú piensas? Él está esperando conocer el lugar al que vas. ¿Por qué crees que eres tan importante como para que seas tú el centro del relato?”. Y luego aclaró: el periodista solo debe ser el protagonista de la narración cuando su descripción es la única manera de entender un hecho, por haber sido su testigo excepcional. De lo contrario, no es más que el ego el que lleva al redactor a ponerse en el centro del relato.

Seguro no fueron exactamente esas sus palabras, pues el recuerdo estará alterado por la fragilidad de la memoria, pero la claridad de su enseñanza está intacta en mi mente.

Este recuerdo ha venido a mí en los últimos días, al ver cómo cada vez más muchos periodistas han olvidado (¿hemos?) que nuestro trabajo no es más que el de ser narradores, descubridores de las historias ocultas, pero nada más; y, por el contrario, muchos han (¿hemos?) cedido al encanto de creer que son los periodistas la historia o la noticia misma.

Alimentados por las redes sociales, por el alcance de internet y por la visibilidad que dan los medios de comunicación, algunos periodistas poco a poco han ido creciendo en su vanidad y confundiendo la visibilidad que da ser parte de un medio de comunicación con ser relevantes ellos mismos frente a la sociedad, de manera tal que, presos en esa falsa creencia de que el importante es el periodista y no la labor que realiza, se han convertido casi que en personajes de farándula más que en personas al servicio de la sociedad.

Estas reflexiones llegan tras el último episodio en el cual esta revista volvió noticia la opinión de la periodista Paola Herrera, de La W Radio, que quiso hacer burla de la última portada de SEMANA, y de la respuesta de Herrera, que alegó que la publicación de su burla ponía en peligro su vida y era un atentado contra la libertad de opinión.

Me da pena con mis colegas, y mucho más que sea yo, una reportera de provincia, quien tenga el atrevimiento de utilizar este espacio para hacer una reflexión sobre el oficio. Pero todo está mal en este capítulo. ¿De cuándo acá es noticia lo que un periodista piense sobre una noticia, sobre un medio o sobre una portada? Y al mismo tiempo, ¿quién dijo que bajo la falsa premisa de la libertad de opinión se puede salir a señalar todo lo que se atraviese, y hasta acusar a un medio de poner su vida en peligro? Pero este es un hecho que ya se repite con frecuencia.

No me malinterpreten. No pretendo acá fijar posición en una discusión sin sentido, ni muchísimo menos desestimar la calidad del trabajo de ningún colega. Lo que quiero es que, por un momento, nos detengamos todos los que ejercemos esta profesión a pensar por un segundo lo que hacemos. Creo que es hora de calmarnos y entender la enorme responsabilidad que implica cada palabra que se publica, sin importar si se trata de una información o de una opinión.

Atrapados en las redes sociales, hoy muchos periodistas han caído (¿hemos?) en la tentación de opinar sobre lo divino y lo humano, de hacer afirmaciones sin pensar en el impacto que esto tiene. Además, hay que decirlo, con bastante arrogancia, pues no es la sencillez tal vez la mayor virtud de algunos periodistas, lo que lleva a que pocas veces se reconozca un equívoco.

Creo que es momento de llamar a la madurez, a la responsabilidad y a la conciencia de lo que es ser periodista y lo que es hacer periodismo. Es cierto, hay una libertad de expresión inherente a todos los seres humanos, pero no es cierto eso de que podamos opinar como cualquier otro sin medir el impacto de lo que decimos. Por supuesto que todos podemos decir lo que pensamos (yo misma lo estoy haciendo en este instante), pero hagámoslo con la conciencia de que al frente hay una gran audiencia, ligada al medio de comunicación en el que se trabaja, y que lo que se diga va, sin duda, a tocar la credibilidad del medio al que se pertenece.

Desde luego, no se trata aquí de pedir que no se opine, pero sí de tener la conciencia de que cada opinión tendrá un impacto en una masa miles de veces más grande que la de cualquier ciudadano. Así que el llamado es a tener esa conciencia.La discusión ya se ha dado en varios lugares del mundo. Algunos medios, como The New York Times, The Washington Post o BBC tomaron la decisión de prohibir a sus periodistas manifestar su opinión en redes. Lo mismo hicieron Associated Press, France Press y BuzzFeed. Otros como la prensa alemana, por el contrario, defienden a cabalidad la libertad de expresión como un bien absoluto.

Lejos de tomar posición en este debate, mi llamado es a recordar que la noticia está afuera, no en nuestra opinión, no en nuestras salas de redacción, ni mucho menos en las redacciones de otros.

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