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El Perú verosímil

Tras el inverosímil episodio del soborno y del video, Fujimori tiene hoy más poder que hace diez años, cuando fue elegido por primera vez.

Antonio Caballero
23 de octubre de 2000

Fue un gobierno se caiga por un caso de soborno grabado en un video puede ocurrir, quizás, en algún país escandinavo. Pero que eso suceda en un país latinoamericano no suena verosímil. Que un senador se venda por quince mil dólares tampoco suena verosímil. ¿Quince mil? Un político colombiano, por ejemplo, o uno mexicano o argentino (para hablar sólo de casos que en estos días han salido en los periódicos), aceptaría encantado quince mil dólares como propina; pero se consideraría ofendido de que alguien pudiera creer que para comprarlo entero basta con la propina. Y sin embargo dicen que esas cosas inverosímiles están pasando en el Perú. Yo no las creo. Por el contrario: lo que me parece inverosímil es que, al leerlas en la prensa la semana pasada, hubiera gente ingenua que saliera feliz a la calle gritando que el dictador Alberto Fujimori se había caído.

Porque no sólo no se ha caído, sino que está mucho más fuerte que nunca.

Es cierto que Fujimori anunció que convocaría elecciones. Pero no las ha convocado. “Yo no he dimitido, estoy en plenas funciones”, aclaró. Es cierto que anunció que despediría al responsable del soborno en cuestión, que es a la vez el autor de la grabación en video (lo cual no suena verosímil): su asesor Vladimiro Montesinos, jefe (sin sueldo: ¿les parece de veras verosímil?) del SIN, Servicio de Inteligencia Nacional. Pero el hecho es que no lo ha despedido. Montesinos sigue ocupando el cargo por el que nada cobra y que en teoría no ocupa, y goza, según declaró Fujimori, “de toda la seguridad que le corresponde: un poquito mayor que la que tiene un ministro”. Lo cual es apenas natural, pues Montesinos es mucho más que un ministro. Este ex militar (fue expulsado del ejército por trabajar para la CIA norteamericana) y ex abogado (se hizo multimillonario a sueldo de los narcotraficantes) no sólo es jefe del SIN (que agrupa las organizaciones secretas de espionaje de Defensa, Interior, Relaciones Exteriores, Finanzas y Educación: y no me digan si no es inverosímil que el ministerio de Educación del Perú tenga un servicio secreto de espionaje), sino que además es el encargado por Fujimori de nombrar generales: los actuales comandantes de todas las Regiones Militares del Perú son sus compañeros de curso y graduación en la Academia Militar de Chorrillos; y el de la más importante, la Región Militar de Lima, es además su propio cuñado.

Todos esos generales acaban de firmar un comunicado conjunto respaldando a Fujimori, para disipar las dudas.

Así que el dictador peruano ni se ha caído, ni se va a caer. Tiene todo el poder. Tiene a Montesinos con todos sus servicios secretos, el de Educación incluido. Tiene el apoyo explícito de los generales (y de los almirantes, que en el Perú cuentan). Tiene el respaldo tácito de los Estados Unidos, con cuyo embajador en Lima, John Hamilton, se reunió largamente Fujimori durante la minicrisis del video, y cuyo gobierno en Washington, después de soltar mucha verborrea ‘democrática’, avaló las fraudulentas elecciones que por tercer período consecutivo le dieron la presidencia hace tres meses. Tiene el control de la televisión, pues ha cerrado o incautado los canales que le eran hostiles; y tiene también, en su mayor parte, el control de la prensa. Tiene la complicidad de la Iglesia: el cardenal de Lima, monseñor Cipriani, fue quien introdujo en la embajada del Japón los micrófonos que les permitieron a los servicios secretos (de Montesinos) solventar a balazos la toma por un grupo guerrillero, el Mrta. Tiene el Poder Judicial: todos los magistrados que se opusieron por razones constitucionales y jurídicas a su tercera elección presidencial fueron destituidos. Tiene las mayorías en el Congreso: y en los últimos dos meses, desde su última posesión presidencial, nada menos que quince parlamentarios de la oposición se han pasado al fujimorismo.

Y tiene también, no hay que olvidarlo, el apoyo de muchos millones de peruanos. Pues aunque hubiera fraude en las elecciones presidenciales de hace tres meses, cuya segunda vuelta Fujimori ganó arrolladoramente como candidato único, en la primera ronda había obtenido el 48 por ciento de los votos: tantos como todos los demás candidatos sumados. En resumen: tras el inverosímil episodio del soborno y del video, Fujimori tiene hoy más poder que hace diez años, cuando fue elegido; y que hace ocho, cuando dio su ‘autogolpe’ para cerrar el Congreso; y que hace cinco, cuando fue reelegido; y que hace tres meses, cuando falseó su segunda reelección. La oposición, en cambio, sale de este episodio hecha trizas. Dividida: cuando Alejandro Toledo (el candidato de ‘Perú Posible’ que hace tres meses se retiró, ante el fraude, de la segunda vuelta presidencial) proclamó su intención de ser el único candidato opositor en las nuevas elecciones convocadas por Fujimori, los demás precandidatos se le echaron encima como lobos. Y desprestigiada: porque el que sobornó fue Montesinos; pero el que se dejó sobornar fue un senador de la oposición. Y ya van quince.

Así que Fujimori seguirá gobernando, como lo ha anunciado, “hasta el último día”, fijado por él el 28 de julio del año 2001. Y a lo mejor entonces volverá a ganar las elecciones: porque acaba de presentar al Congreso (que es mayoritariamente suyo) una reforma constitucional para que no haya segunda vuelta si en la primera un candidato obtiene, como él, más de diez puntos de ventaja sobre su seguidor inmediato. Y si, por ‘fatiga del metal’, no se presenta él mismo (tal como hacían a veces experimentados dictadores vitalicios como Trujillo o los Somoza), ganará el candidato que él presente.

Digamos, por ejemplo, Vladimiro Montesinos. Porque convendrán ustedes en que, así como el nombre de Fujimori no le cuadra a un dictador latinoamericano, en cambio el de Montesinos suena perfectamente verosímil. Tanto, que parece de novela.

No es este que se anuncia el ‘Perú Posible’ con que soñaba la oposición al dictador; pero, infortunadamente para los peruanos, es el Perú verosímil.

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