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El regreso triunfal

22 de abril de 2002

En las calles, la escandalosa sirena de una ambulancia atropellaba la gente buscando la puerta del Palacio de Miraflores. En su interior iba Diosdado Cabello, quién se posesionaría como presidente ante una asamblea que pocas horas antes era perseguida. El propósito de este acto era recuperar el poder constitucional sobre las fuerzas armadas y con esto dar la orden perentoria de liberación de Hugo Chávez.



Entre tanto en la base naval de La Orchila, monseñor Velasco buscaba una firma del presidente en un documento en el que constara su renuncia. Con esto se le daría un último respiro a la debilitada conspiración. Luego lo entrevisté y negó que este fuera su propósito, "yo viajé por razones humanitarias" dijo. Chávez en una rueda de prensa diría sobre estos hechos: "comenzó hablando con un prisionero y terminó dándose cuenta que estaba hablando con un presidente". La gestión fue infructuosa. Los helicópteros del leal general Baduel fueron al rescate del presidente reo.



Chávez no firmó ninguna renuncia y regresó triunfante a Caracas.

Así, mientras la oposición perdía su, hasta ahora, más importante batalla, Chávez ganaba su última oportunidad.



Un discurso conciliador marcó su llegada la madrugada del domingo.



Rectificación, es la expresión usada para entrar en una dinámica de perdón y olvido pero con responsabilidad. Sin embargo, más tarde unas pocas palabras ante las tropas leales apostadas en Maracay, dejaban ver que su naturaleza es difícil de contener.



El lunes en la mañana enfrentó una nube de más de 100 periodistas nacionales e internacionales, que preguntaron sin mayor reparo ni limitación sobre todo lo que se vino a la cabeza. Con actitud dócil, paciente y mesurado, como el mejor de los diplomáticos, sorteó la prueba de fuego. Una actitud que contrasta con la soberbia que desencadenó todo este despelote.



Darle una oportunidad a Chávez, fue parte del mensaje dado por César Gaviria secretario de la OEA, al terminar su visita días después a Caracas.



En Caracas, luego del caos se respira una tensa calma. Muchos son los que afirman que ahora tienen en la presidencia un lobo disfrazado de oveja. Un dirigente que logró iniciar una contrarrevolución cuando aún no se ha iniciado una verdadera revolución. Lo cierto es que el clamor del pueblo venezolano, tanto de unos como de otros, es porque más allá de los vericuetos del poder, alguien los conduzca por el camino de las rectificaciones sociales que tanta falta les hace.



Tres días más, hasta el miércoles 17, duró mi estadía en Venezuela. Luego de aplazar en cinco ocasiones la confirmación del tiquete culminaba una inolvidable semana en este país. "Un episodio que, mirado con perspectiva, parece una tragicomedia tropical", escribiría mi editor en una nota preparada para la revista al domingo siguiente. Al abordar el avión tomé el mismo camino por el que llegué. Ahí estaba impávido a los hechos el mismo aviso "Disculpe: Los inconvenientes de hoy serán las ventajas de mañana". Ojalá.



"Chávez tiene que aprender la lección", fue la declaración del presidente de Estados Unidos George Bush, una semana después en una reunión con el presidente de Colombia Andrés Pastrana. Amanecerá y veremos.

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