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Paula López

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El relativismo moral, el peor flagelo de la humanidad

La ética del comportamiento supone que cada uno de nosotros, antes de actuar y de tomar decisiones en la vida, demos una mirada a nuestro proceder, para revisar, en detenimiento, si aquello que hacemos puede dañar a alguien, puede lastimar o herir a las personas que tenemos al lado.

7 de febrero de 2023

Es muy sencilla la síntesis programa que nos ha dejado como manual moral Juan Pablo II

“Todo se encierra en un “no” y en un “sí”.

¡No! Al egoísmo, ¡no! A la injusticia, ¡no! Al placer sin reglas morales, ¡no! A la desesperanza, ¡no! Al odio y a la violencia, ¡no! A los caminos sin Dios, ¡no, a la irresponsabilidad, a la inmoralidad y la mediocridad!

Entonces ¡Sí! ¡A Dios! ¡Sí! a la fe y al compromiso que ella encierra, ¡sí! Al respeto de la dignidad, de la libertad y de los derechos de las personas, ¡sí! al esfuerzo por relevar al hombre y llevarlo hasta Dios, ¡sí! a la justicia, al amor, a la paz, ¡sí! a la solidaridad y a la esperanza, ¡sí! a vuestro deber de construir una sociedad mejor!”.

La humanidad se encuentra hoy frente a un gran paradigma ético y moral, ya nadie sabe diferenciar sobre el bien y el mal, sobre lo que se debe o no se debe hacer, sobre lo que es ético y lo que es inmoral, esto hace que el relativismo moral se convierta en una cárcel que encadena a las personas víctimas de su propia confusión.

Hoy se confunde la libertad con el libertinaje, hoy se confunde la curiosidad de probarlo todo y experimentarlo todo, con los compromisos y los acuerdos pactados entre las personas.

Si cada uno de nosotros entra en las profundidades de su ser, podrá encontrar la herida del relativismo moral, cada uno de nosotros ha sido víctima de alguna mentira, de alguna traición, de algún acto deshonesto o de algún acto de corrupción.

La ética del comportamiento supone que cada uno de nosotros, antes de actuar y de tomar decisiones en la vida, demos una mirada a nuestro proceder, para revisar en detenimiento, si aquello que hacemos puede dañar a alguien, puede lastimar o herir a las personas que tenemos al lado o inclusive a personas que no conocemos, pero que serán receptoras de las consecuencias de nuestros actos.

Trabajé en el despertar espiritual de miles de jóvenes a quienes por 12 años guié en la construcción de valores, con el propósito de que ellos comenzaran su vida adulta creando una vida con menos sufrimiento.

Impartí retiros espirituales a mas de 2.000 jóvenes cada año a través de los cuales mi propósito fue enseñarles que, si ellos seguían una vida en valores, honrando los diez mandamientos y siguiendo un manual de vida, en el que no haces a tu prójimo lo que no quieres que te hagan a ti, ese sería el pasaporte seguro hacia la felicidad, la plenitud y la construcción de familias emocionalmente estables.

Muchos jóvenes llegaban a mí rotos, heridos y presos del vacío existencial, de adicciones, de depresiones y trastornos de ansiedad, entre otros dolores.

Pude ser testigo de cómo la mayoría de los jóvenes entraban en estas situaciones tan difíciles, fruto de las incoherencias de las vidas de sus padres; ellos al fin y al cabo eran víctimas inocentes de padres que vivían vidas carentes de principios éticos y morales.

Los padres no son conscientes de cómo sus decisiones y su ejemplo rompen el corazón de sus hijos.

Al menos en 30 % de las familias, los hijos son quienes descubren la infidelidad de uno de sus padres, los hijos viven en hogares mecánicos en los que ya no hay espacio para la conversación, la oración, la reflexión y muchas veces ni siquiera para cenar en familia, muchos de ellos cenan solos en sus habitaciones, desconectados de su núcleo familiar.

El secreto para alcanzar la paz interior es vivir una vida en la que todo lo que hagamos construya vida, construya sentido y nos lleve al final de cada noche a dormir tranquilos, con la consciencia de que nuestra existencia aporta empatía, amor y bienestar a quienes nos acompañan en la vida.

Hoy vemos las guerras entre las naciones que se matan entre sí, somos testigos de cómo nuestros gobernantes caen presos de la corrupción dejando a la sociedad desprovista de protección en los ámbitos de la salud y la educación.

Vemos que al interior de cada hogar se esconden restos de mentiras, de intrigas, de vicios y de sombras que van rompiendo el núcleo sagrado de los matrimonios, de los hijos y así poco a poco este flagelo se va carcomiendo nuestra sociedad.

Imagina cómo sería nuestra sociedad si todos honráramos a Dios y viviéramos según sus reglas morales, si los hijos honraran a su padre y a su madre, si nadie se atreviera a matar a otro, física ni emocional o espiritualmente, si las personas no cometieran adulterio o actos de infidelidad, si las personas renunciaran al placer sin reglas morales, si no robaran, si no mintieran.

¿Cuánto podríamos restaurar nuestro roto tejido social, si solamente viviéramos siguiendo este manual para una vida espiritualmente sana?

¿Cuánto dolor evitaríamos para nosotros mismos y para los demás?

Hoy me pregunto: ¿a dónde fue a parar el autocontrol, a dónde fue a parar el autogobierno, la templanza y el temor de Dios?

Las personas se quejan de sus desgracias, de su soledad, de las divisiones y las rupturas familiares y sociales, pero no se detienen a pensar que en la mayoría de las ocasiones estas situaciones dolorosas han sido causadas por ellas mismas por vivir vidas carentes de valores.

Vivir una vida digna supone renuncias y compromisos con los demás, pero sobre todo con uno mismo; cuando mentimos o defraudamos a alguien lo hacemos primero con nosotros mismos, por eso es importante intentar vivir elevando nuestra consciencia y nuestra reflexión para alcanzar esos resultados que vienen solo como frutos de las semillas que sembramos y que después cosechamos.

El mundo está lleno de personas que pretenden cosechar frutos de árboles que nunca regaron.

Así que pausa tu vida, revisa tu jerarquía de valores, de tal modo que honres esa pirámide sagrada que construyas en tu interior, como los peldaños que subirás para alcanzar tus metas espirituales, tu tranquilidad de consciencia y tu paz interior, lo cual será la plataforma para una vida plena.

Mi píldora para el alma:

Lo peor que le puede pasar a una persona es cometer actos deshonestos, que lastimen a su prójimo o a sí mismo, y aún pretenda ser feliz.

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