Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

El renacer liberal

La renovación que nos ofrece Gaviria no puede ser más cínica. La gran figura estelar de esa nueva cara liberal es Horacio Serpa Uribe.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
3 de agosto de 2013

Cada vez que escucho a Simón Gaviria decir que su partido quiere renacer de entre las cenizas como el ave Fénix, lejos de tranquilizarme, me inunda un temor difícil de disipar. Su discurso me recuerda lo que le pasó a este país, hace poco más de 30 años, cuando, tras el asesinato de Luis Carlos Galán, se habló también de un renacer liberal.

En ese entonces muchos colombianos pensamos que con una nueva Constitución el liberalismo iba a renacer entre las cenizas para volver al ideario de López Pumarejo y de Carlos Lleras, pero nos equivocamos: durante estos últimos 30 años no solo no renació sino que involucionó. 

De ser el intérprete de la Colombia urbana que nacía con gran pujanza, pasó a ser el representante de los intereses de los nuevos dueños de la tierra, muchos de los cuales se hicieron a sus nuevas hectáreas a través del despojo y en alianza con los grupos paramilitares y el narcotráfico.

Durante estos últimos 30 años, las nuevas elites liberales fueron integradas por congresistas que en gran mayoría afincaron sus empresas políticas en el poder que les daba la tierra. Por eso no es extraño que la gran mayoría de los parapolíticos condenados o investigados hoy sean congresistas liberales o que hicieron su carrera política en ese partido. 

Ese es el caso de César Pérez García, de Guillermo Gaviria, del expresidente Álvaro Uribe Vélez y su familia, de su primo Mario Uribe, de Víctor Renán Barco quien murió de viejo antes de que la Justicia le tocara la puerta. Para no hablar de los Guerra Tulena en Sucre, de los García Romero y de Javier Cáceres en Bolívar, de los López Cabrales en Córdoba y de Dilian Francisca Toro en Valle.

Basta con cruzar la vigencia de estas dinastías con las masacres y la violencia que hubo en estos últimos 30 años para deducir que estas elites regionales liberales, con muy contadas excepciones, tienen una responsabilidad en esta vorágine de violencia que aún no han reconocido. 

El liberalismo no solo se convirtió en el partido de los nuevos latifundistas que se afianzaron en el paramilitarismo para consolidar su poder regional. También fue el vehículo que le permitió al narcotráfico entrar en la política, tarea que se emprendió luego del asesinato de Galán. 

El narcotráfico penetró el bipartidismo, pero en especial se afincó en el liberal, que era el partido de las grandes mayorías. Financió la campaña presidencial de Samper y muchas al congreso, como las de Joselito Guerra, Santofimio, Francisco Becerra, Mauricio Guzmán y Miguel Pinedo Pinal. 

Mucho me temo que el renacer liberal que propone Simón Gaviria sea una repetición de lo que ha ocurrido anteriormente. La renovación que nos propone Gaviria no puede ser más cínica. La gran figura estelar de esa nueva cara liberal es el semblante más que conocido de Horacio Serpa Uribe, protagonista de estos últimos 30 años de debacle liberal.

Fue escudero de Samper en el 8.000 y embajador de Uribe en la OEA, después de que como candidato lo había denunciado por contar con el apoyo de los paramilitares. Y su último aporte al ideario liberal es haber sido uno de los impulsores de la reelección del procurador Ordoñez. 

La segunda figura que va a renovar ese partido es Viviane Morales, quien irrumpió en el liberalismo como cristiana. Siendo congresista logró tumbar el proceso contra los congresistas que habían votado por la absolución de Samper, quienes habían sido demandados por cohecho y por prevaricato. Fue cercana al gobierno de Uribe: estuvo a punto de ser candidata a la Corte Constitucional y a la Fiscalía e hizo parte de una comisión para reformar a la Justicia. 

De la mano de su controvertido marido, Carlos Alonso Lucio, condenado por la Corte Suprema, estuvo en Ralito. Ya de fiscal, por haber metido a Bernardo Moreno y a Andrés Felipe Arias a la cárcel, procesos que se han caído posteriormente por fallas procesales, la graduaron de antiuribista y de liberal. 

El tercer nombre que será el nuevo mesías del liberalismo es Héctor Helí Rojas, reconocido por sus volteretas políticas. Ha sido gavirista, samperista, uribista y ahora estrenaría vestido de antiuribista, además de que viene de una entidad tan acreditada como el Parlamento Andino.

La única renovación que ofrece Gaviria es el reencauche burocrático, que ha sido posible gracias al presidente Santos, quien piensa que este partido fortalecido y reunificado va a ser la punta de lanza de su reelección, la cual, según la encuesta de SEMANA y RCN, no pinta nada bien. 

No queremos aguar la fiesta roja, pero esto no es el renacer liberal, mi estimado Simón. Es el retorno de los brujos o de los antiguos caciques. Solo falta que convenzan a Aurelio Iragorri para que se salga de La U y entre al liberalismo. Ahí sí el renacer liberal sería total.

Noticias Destacadas