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JORGE HUMBERTO BOTERO

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El revés de la trama

Mucho aprendí en el proceso que condujo al “Manifiesto por la Paz” divulgado la semana pasada.

16 de mayo de 2023

Creímos que sería tarea sencilla encontrar adherentes para un texto que partiera de la aceptación de que la paz es un bien intrínsecamente loable; y sobre un conjunto de propuestas, basadas en la experiencia reciente, sobre la manera de lograrla. No fue cabalmente así.

Adoptar la “paz total” como concepto rector pudo ser la causa de que se esfumaran las firmas de algunos escépticos de ese proyecto.

A su vez, el contenido crítico del documento sobre los medios de acción quizás distanció a personas que, compartiendo las glosas allí contenidas, sienten que, por su filiación política, no pueden abrir una línea disidente ante el petrismo.

Nada nuevo bajo el sol, en realidad. La izquierda francesa liderada por Sartre en los años 60, no quiso ver los desastres de la Unión Soviética en la época de Stalin y por eso jamás hizo reparo alguno.

La intelectualidad liberal que representaban Albert Camus y Raymond Aron, fue vejada y despreciada por los comunistas. La historia ha hecho justicia.

En su obsesión por mostrar resultados inmediatos, el presidente anunció, al finalizar el año pasado, que se había logrado una tregua multilateral con todos los grupos armados relevantes.

Esa declaración falaz tuvo el efecto de paralizar y desmoralizar la Fuerza Pública. Grave resultado que explica la protesta, silenciosa y valiente, de los gobernadores que publicaron en sus portales, en forma simultánea, el escudo nacional para destacar su lema “libertad y orden”.

La masiva e inusual movilización de militares retirados de la semana pasada revelan un hondo malestar por esos mismos motivos.

Ahora se negocia con los Elenos una tregua bilateral que, para ellos, sería un gran triunfo. Nunca han estado interesados en suscribir acuerdos de paz, aunque sí en negociarlos ad infinitum; es lo que han hecho durante décadas.

Y qué mejor para lograr ese objetivo que sacudirse de encima la presión militar y policial. Volveremos, pues, si ese cometido se logra, a los tiempos funestos del despeje del Caguán, que tanto sirvió a las Farc para fortalecerse y retardar la firma del acuerdo que finalmente suscribieron con Santos. El Manifiesto toca este tema.

Tambien aborda lo que denomina “riesgos de neoparamilitarismo”, expresión que engloba a las distintas modalidades de “guardias”.

Ya no se trata de apoyar a propietarios rurales como lo hicieron las antiguas “Convivir”, que se convirtieron en máquinas incontroladas de violencia, sino a comunidades étnicas y campesinas. Tan grave lo uno como lo otro.

En teoría estos colectivos no portan armas, salvo sus bastones de “mando”, que son armas en potencia.

Sin embargo, un reportaje reciente de La Silla Vacía puso de presente que, en ocasiones, las guardias también cargan machetes, instrumentos que no solo son idóneos para cortar caña…

Por su masividad y disciplina cuasi castrense esos colectivos son eficientes para interferir la acción de las autoridades.

El mecanismo, que el gobierno respalda, se denomina “cerco humanitario”. Fue usado para secuestrar a casi ochenta integrantes del Ejercito, a los que se impidió defender unas instalaciones petroleras, mientras que, en una eficiente división del trabajo, otros colegas, sin bastones y uniformes, las destruían.

El episodio de la semana pasada en el Cauca -un nuevo cerco humanitario- obliga a desarrollar protocolos de acción policial eficaces y prudentes para someter a quienes asedian a las autoridades con el fin de impedir que cumplan sus deberes.

Si la respuesta, como parece, consiste apenas en promover procesos penales por asonada -lo que por supuesto también corresponde hacer- el panorama es desolador.

Novedosa pero no casual fue la presencia intimidante de las guardias campesinas en las movilizaciones promovidas desde el Palacio de Nariño para presionar al Congreso.

Estas acciones recuerdan las camisas pardas y negras utilizadas por fascistas y nazis en el siglo pasado; o los grupos de choque empleados en las revoluciones soviética, china, cubana y venezolana. Lo ocurrido en tierras remotas sucede en el vecindario.

De manera categórica hay que afirmar que ningún sector de la sociedad puede tener el derecho a organizar grupos de autodefensa.

La tutela de los derechos debe corresponder, de manera exclusiva, a las autoridades del Estado. Por eso angustia que Petro comience a moverse en la dirección contraria.

Imaginemos que en el circo de tres pistas en trance de formalización (Elenos, disidentes, desertores) se logran acuerdos de paz parecidos a los que se acordaron con las Farc.

¿De allí que sigue? Que para casi todo lo que se pacte el gobierno tiene que acudir al Congreso y, muy posiblemente, a la Corte Constitucional. Estas instancias, propias de un Estado de Derecho, son las que quisieron las Farc que Santos se saltara. No lo lograron.

Si ya con el sol a las espaldas un ministro apareciera en el Congreso con varios mamotretos para que, en cuestión de días, se los validen, el fracaso sería seguro.

Por eso el Manifiesto sugiere la necesidad de “un respaldo social generalizado” para la Paz Total. Como Petro no tiene ocho años de mandato sino cuatro, obtener la aprobación social, política y jurídica del triple de acuerdos en la mitad del tiempo es improbable a menos que contara con un respaldo abrumador hoy inexistente.

El Manifiesto termina con una nota de moderado optimismo: Cuba y Venezuela podrían tener interés en presionar al ELN hacia un acuerdo.

El primero necesita superar, de una vez por todas, el estigma de que propicia grupos terroristas (no lo hace desde hace muchísimos años) con la esperanza, así sea remota, de que eso le ayude a normalizar sus relaciones con Estados Unidos.

El régimen de Maduro, que pudo tenerle a los Elenos simpatía en el contexto de su enfrentamiento con Duque, parece que ahora lo considera un foco de perturbación.

Briznas poéticas. Escribe Raúl Gómez Jattin, un astro dolorido en los cielos de Colombia: “Si no remiendas con tus manos de astromelias / las comisuras de mi alma / si mis amigos no son una legión de ángeles clandestinos / ¿Qué será de mí?”.

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