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El sabio y el comisario

Sí, el origen del conflicto es político, y la negativa a reconocerlo es un malabarismo semántico: un sofisma que sólo convence a los convencidos de antemano

Antonio Caballero
1 de septiembre de 2007

Leí en estos días dos entrevistas excelentes, tanto por las preguntas como por las respuestas. Una que le hizo en El Tiempo Yamid Amat a Carlos Lozano, director del periódico Voz y subsecretario del Partido Comunista. Y otra, también en El Tiempo, de Bernardo Bejarano al científico Rodolfo Llinás, director del Departamento de Fisiología y Neurociencia de la Universidad de Nueva York. Cada cual desde su ángulo, tanto Llinás como Lozano vienen a decir lo mismo: que los dueños de este país ("las oligarquías", dice el sabio; "la clase dominante", dice el dirigente político) no quieren darse cuenta de lo que tienen delante de las narices.

Sugiere Yamid Amat que, dado que "la guerra no resuelve este conflicto", "el único camino es la solución política". Y pregunta: "¿Por qué no hay diálogo?". A lo cual responde Lozano explicando:

-Hay desconfianza recíproca, y renuencia de quienes detentan el poder. Plantear una salida sobre la base de desmovilizar a los guerrilleros porque sí es casi un irrespeto.

Interrumpo yo, que ya estoy oyendo la irreflexiva reacción de rabia de "quienes detentan el poder" y de sus partidarios: "¡Pero qué respeto van a merecer esos asesinos y comunistas y etcétera!". Es por esa rabia irreflexiva que no hay diálogo. El cual no es por otra parte, como da a entender Yamid Amat, equivalente a la solución política, sino sólo su condición previa. El irrespeto de que habla Lozano no lo es sólo con la guerrilla, sino con la realidad misma. Prosigue Lozano:

-Decirles (a los de las Farc) "ustedes han estado alzados en armas hace muchos años y perdieron su tiempo, vengan para acá, los recibimos y les vamos a dar una finquita, una microempresa y el asunto queda resuelto", mientas el país sigue en las mismas condiciones que originaron el conflicto, parece una broma. No se puede hacer política con tanta comodidad. Esa negativa de la clase dominante a favorecer una apertura democrática determina también el conflicto.

¿El conflicto? Pero si no lo hay, según el presidente Uribe. Yamid se lo recuerda a Lozano, y este contesta:

-Se equivoca el Presidente cuando habla de que no hay conflicto; algunos dicen que ese es un problema semántico: pero no, es un problema de fondo. Si reconocemos el conflicto, tenemos que concluir que ese conflicto sólo tiene solución política porque ese es su origen.

De nuevo meto yo la cucharada. Sí, el origen del conflicto es político, y la negativa a reconocerlo es un malabarismo semántico: un sofisma que sólo convence a los ya convencidos de antemano. Pero la razón de esa negativa no es de naturaleza política, como explica Lozano (la "negativa de la clase dominante a favorecer una apertura democrática"), sino de índole sociológica, sicológica, y, en fin de cuentas, neurológica. Por eso le cedo la palabra al neurofisiólogo Rodolfo Llinás, quien da una explicación clínica a la pregunta de Bernardo Bejarano sobre por qué no hay ciencia en Colombia:

-No me pregunte eso... Las oligarquías siempre han sido anticientíficas. No hay una historia científica nacional porque la postura ha sido que las cosas son como son y punto.

Añade Llinás, en otro aparte de su entrevista, que no estaría dispuesto a formar parte de otra 'misión de sabios' como la que hace doce años convocó el gobierno de la época para que hiciera propuestas sobre las necesidades del país. Porque, dice, "la primera no sirvió para nada". Y no sirvió para nada -interpelo yo- porque no le hicieron el menor caso a sus recomendaciones, ni pensaban hacérselo. Las clases dominantes, o las oligarquías, no sólo consideran que "las cosas son como son y punto" sino además que están bien como están. No quieren aprender.