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El santo oficio de la desmemoria

Que los señores que estuvieron detrás de la violencia desatada le tengan terror a un organismo creado para dejar claro quiénes apretaron el gatillo y quiénes dieron la orden de apretarlo, es apenas entendible.

Joaquín Robles Zabala, Joaquín Robles Zabala
21 de febrero de 2019

Dudo de que haya buenos o malos muertos, como lo afirmó el señor de las crocs. Un cadáver será siempre un cadáver sin importar si fue cristiano o ateo, de izquierda o derecha, liberal o conservador, guerrillero o militar, un humilde campesino o un político de renombre. Ninguna muerte puede justificarse, aseguró en una oportunidad el gran vate y novelista Héctor Rojas Herazo. No tiene sentido solidarizarse con la desgracia del vecino si no nos conmueva la nuestra.  No hay nada más infame que enarbolar las banderas del odio para ganar réditos políticos porque es, sencillamente, una acción contraria a la definición que los antiguos griegos le dieron al término política. La sangre siempre será roja sin importar si es venezolana, colombiana o del país más pobre y olvidado del planeta. La muerte de cualquier persona siempre será dolorosa para sus amigos, cercanos y familiares. Por lo tanto, distinguir entre muertos malos y buenos no deja de ser un intento del rufián por justificar lo que no puede, ni remotamente, justificarse.

Resulta difícil entender que mientras que un grupo de países solidarios con Colombia se la jugó por desatar el moño de un largo y cruento conflicto bélico, hoy haya un funcionario del gobierno de turno negando a los cuatro vientos la existencia de una guerra que cobró la vida de cientos de ciudadanos. Tampoco se entiende que un organismo que fue creado por la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras 1448 de 2011 en el marco del conflicto bélico colombiano, vaya a ser dirigido por un negacionista que considera que en el país solo ha habido acciones terroristas y que lo del conflicto bélico fue únicamente el producto de una mente febril, como lo ha expresado reiteradamente el “eminente filósofo” de la secta político-religiosa del Centro Democrático.

El enfermo solo puede curarse si reconoce su enfermedad. Negar la existencia del hecho no la convierte, necesariamente, en una verdad, pero sí deja ver el interés (o intereses) de un grupo de poderosos colombianos en meter bajo la alfombra las razones de unos hechos violentos que tiñeron los ríos de sangre y tapizaron los valles y montañas de la geografía nacional de cadáveres. De manera que distorsionar la historia o alterarla no se podría entender sino en el contexto de ocultar una verdad que podría quedar sepultada si se persiste, como hasta ahora se ha hecho, en desbaratar con leguleyadas jurídicas la columna vertebral de ese acuerdo de paz entre el Estado colombiano, representado en la figura del entonces presidente de la República, y la guerrilla de las Farc.

Que los señores que estuvieron detrás de la violencia desatada le tengan terror a un organismo creado para dejar claro quiénes apretaron el gatillo y quiénes dieron la orden de apretarlo, es apenas entendible. Y lo es porque el concepto de “manzanas podridas” que han expresado los productores de masacres no tiene sentido alguno cuando las declaraciones de exoficiales de las Fuerza Militares y de Policía siempre han enfatizado en que las órdenes que llevaron a la desaparición de poblaciones enteras vinieron de los más altos niveles del gobierno de turno.

Visto el bosque en perspectiva, se comprende entonces que el asunto de la Jurisdicción Especial para la Paz es un proyector que nos permitirá echar reversa a la historia reciente, esa que nos dice que los ríos de sangre no fueron el resultado de la salida de un eslabón de la cadena, sino el engranaje de una cadena de mando al servicio del crimen. De ahí la emputada del sanguinario exgeneral Rito Alejo del Río, quien en un reciente video se fue lanza en ristre contra su exjefe, pues en este rifirrafe de la violencia en espiral no están presos todos los que deberían estar ni han sido investigados todos los participantes. Amanecerá y veremos, dijo el ciego.

En Twitter: joaquinroblesza

Email: robleszabala@gmail.com

(*) Magíster en comunicación.  

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