OPINIÓN
El sapo que se tragó Duque
¿Qué estará pasando por la cabeza de Duque, que se entera de esas gestiones -23 años atrás- por una investigación periodística? Cómo llamarle a eso: ¿desconfianza? ¿Irrespeto?
Cómo interpretar la decisión de la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez de no contarle al presidente Duque un hecho tan relevante en sus relaciones de Estado, como es el de haber gestionado la liberación de su hermano, capturado por narcotráfico en Estados Unidos, a través de una fianza.
¿Qué estará pasando por la cabeza de Duque, que se entera de esas gestiones -23 años atrás- por una investigación periodística? ¿Cómo llamarle a eso?: ¿desconfianza? ¿Irrespeto? ¿O será que la vicepresidenta lo mira con cierta altanería por considerarlo un imberbe gobernante inferior a ella? A esta última pregunta aventuraría una respuesta: conociendo las desmesuradas ambiciones de la señora Ramírez, no es raro que se crea más iluminada que el propio presidente.
Evidentemente esa relación (presidente-vicepresidente) no es buena. De entrada revela la desconfianza mutua y, como dicen algunas fuentes palaciegas, es inocultable que en el trato personal abundan los ángulos ciegos y poco intimidan. Tal vez esta respuesta en una reciente entrevista en el diario El Tiempo lo corrobora con creces: “Él no me nombró ni me ofreció un cargo. Los dos desarrollamos una relación privada de una coalición política para ganar juntos la presidencia de Colombia contra el populismo, y pensé que durante estos años construiríamos una relación de amistad, dentro de la cual, de todas maneras, iba a compartir este doloroso episodio de mi vida con él”.
Ese “…iba a compartir…” suena displicente y por supuesto revela que no estaba dentro de los planes de Marta Lucía compartir ese “doloroso episodio” con el presidente. Lo sabían los expresidentes Gaviria, Samper, Pastrana, y Uribe y hasta la embajada de Estados Unidos en Bogotá, pero Duque ¡No!
Enmascarar tamaña información y no hacérsela explícita al hombre con quien hizo alianza para lograr el gobierno, es traicionar y desertar de un proyecto político. Claro, en los códigos de la vicepresidenta, una política a la colombiana, toda hipocresía y codicia es aceptable. Por ello también le ocultó, seguramente, las relaciones de su empresa familiar Hitos Urbanos con el narcotraficante Guillermo Acevedo Giraldo, más conocido como Memo Fantasma; relaciones comerciales que, al parecer, son más orgánicas que coyunturales, según la investigación de InSight Crime.
Ese silencio deliberado sobre dos hechos tan relevantes, sin duda, pone en entredicho esa relación, no de amistad porque es evidente que no la hay, sino institucional.
La pregunta que salta a la vista es ¿por qué el presidente Duque se tragó este sapo intragable? En el ego de un gobernante, y creo que Duque es un gobernante, va implícito el hecho de que nada de lo que ocurra o acontezca a su alrededor se le puede ocultar, y la vicepresidenta le camufló una información relacionada con el narcotráfico, tema central en su línea de gobierno. Ahora, irse contra los periodistas no es recomendable para el jefe de la Casa de Nariño a quien, por cierto, le midieron el aceite y hoy es el rey de burlas pues nadie lo toma en serio.
Aunque lo puede remediar. Presidente Duque ¿no es más aconsejable solicitar la renuncia a la vicepresidenta para bien de su credibilidad cómo gobernante? Porque, como van la cosas, serán muchos los sapos que tendrá que tragarse; esto apenas comienza.