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El tema del momento es la barbarie

Cada vez se mata más en Colombia en las narices de las autoridades y con total impunidad. Y en ese hedor ellas hablan de sus “logros”

Antonio Caballero
21 de mayo de 2001

Los horrores mas recientes son los de los paramilitares en el alto Naya, en el Cauca: ahorcamientos, fusilamientos, mutilaciones, asesinatos con motosierra. Pero no son los únicos. Llevamos años en Colombia sumiéndonos en un horrendo maelström de barbarie con múltiples actores: paramilitares, guerrilleros, militares, narcos, terratenientes, justicieros privados, agentes de limpieza social, vengadores, asesores extranjeros (norteamericanos, israelíes, ingleses), y simples ciudadanos comunes y corrientes que matan a la vecina con un collar-bomba o secuestran al niño del vecino y cobran rescate por la devolución de su cadáver. Ciudadanos comunes y corrientes: eso es lo aterrador de lo que nos está pasando. ¿Pasando? No. No es un fenómeno telúrico, como un terremoto o una inundación. No nos está “pasando”, sino que lo estamos haciendo nosotros mismos, con nuestras propias manos.

Y cuando alguien describe objetivamente esa zambullida suicida de un país entero en la barbarie, porque es su oficio hacerlo (Anders Kompass, director de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Colombia), el gobierno le salta al cuello. El vicepresidente de la República Gustavo Bell responde a las 60 escuetas páginas del informe de Kompass con un indignado contrainforme de 71, calificando al primero de “sesgado, fragmentario, inexacto y contradictorio”. Y lo acompaña de una carta en prosa burocrática diciendo que su gobierno acepta únicamente “una crítica comprometida, proactiva, constructiva y acompañante” (sólo le faltó exigir que fuera además “lúdica y pluricultural”), pero en ningún caso va a tolerar que le digan la verdad cruda y simple. Por su parte, el ministro de Defensa Luis Fernando Ramírez denuncia las “distorsiones inadmisibles” del informe de la oficina de la ONU. Y hasta el fiscal Alfonso Gómez Méndez mete baza para quejarse de que Kompass “desconoce en gran medida los logros de las autoridades”.

¿Logros? Cada vez se mata más en Colombia, en las narices de las autoridades, y con total impunidad. Caen asesinados por docenas los dirigentes sindicales, los defensores de los derechos humanos, los periodistas críticos, los militantes de organizaciones de izquierda, los profesores universitarios, los políticos regionales, los alcaldes, los jueces, los policías, los soldados, los obreros, los campesinos, los ricos, los pobres, los presos, los niños. La prensa titula: “Se pudren los cadáveres”. Y en el hedor de esa putrefacción las autoridades hablan de su “logros”.

La prensa, por su parte, aunque con excepciones ciegas o tercas —El Mundo de Medellín, El Siglo de Bogotá, columnistas como el general Valencia Tovar en El Tiempo— reconoce la realidad de la degradación política y moral que estamos viviendo los colombianos. “Hay que cambiar la realidad, no los informes”, resume el columnista Rodrigo Pardo (también en El Tiempo). Y tal vez lo único esperanzador dentro de nuestra barbarie es justamente que por primera vez en más de 50 años la prensa casi unánime acepta la existencia de la barbarie.

Pero a la vez me dicen:

—El tema del momento es el libro de López.

Y que me lo digan, y que además lo sea, me parece una frivolidad criminal*.

Porque no se trata de una frivolidad sin consecuencias. Por el contrario: la barbarie en la que estamos hundidos hasta el cuello es en buena medida consecuencia de la misma frivolidad que nos hace pensar que “el tema del momento” es el libro de Alfonso López, como hace un mes lo fue el de Ingrid Betancourt y hace tres o cuatro el de Ernesto Samper. Libros de chismes, frívolos y dañinos. Y que, por otra parte, difícilmente pueden ser “el tema del momento” en un país en el que nadie lee libros.

Hasta el despistado vicepresidente Bell tendrá que acabar dándose cuenta, y ojalá para entonces no sea demasiado tarde: el tema del momento, y el tema del futuro, es la barbarie. Y negándola se la hace crecer.

*(Nota: no es que el libro de ex presidente Alfonso López no merezca comentarios. Al revés: los requiere. Pero me parece que esta revista no es el sitio más indicado para hacerlos, de modo que los haré en otra.)