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EL TUNEL DEL TIEMPO

Los dos temas más apasionantes de estos tiempos caen en el lapso en el que esta columna está atrapada en el túnel del tiempo.

Semana
18 de julio de 1994

NO TENGO LA MENOR IDEA SOBRE lo que pudo haber sucedido entre el miércoles pasado y el momento en que usted, hipotético lector, desliza sus ojos sobre estas líneas. Por razones de producción, el miércoles de cada semana es la fecha límite de entrega de esta columna, lo cual implica que lo que aquí se escribe permanece agazapado cerca de cinco días, para saltar a escena y enfrentarse con un lector que está cinco días más informado que yo.
Eso, en términos generales, no tiene ninguna importancia. A pesar de que los periodistas somos maniáticos de la actualidad inmediata, si un artículo de semanario pierde su vigencia por haber estado cinco días en cuarentena, lo único que demuestra es que no merecía vivir. Pero hay momentos, como este, en los que la diferencia temporal es demasiado injusta. Usted, que está en la semana del 20 al 26 de junio, vive en un mundo diferente al mío, que corresponde al miércoles de la semana anterior. Por ejemplo, usted sabe, y yo no, quién es el nuevo Presidente de la República y cómo quedó el partido entre Colombia y Rumania. Es injusto. Qué puedo decir aquí que llegue a resultar interesante para un colombiano cualquiera, si no sé el desenlace de los dos temas más apasionantes de estos tiempos, y que por puro azar suceden con dos días de diferencia, y para colmo caen en el lapso en el que esta columna está atrapada en el túnel del tiempo.
Quién sabe cuál será el país en el que aterrizará este escrito. Dependiendo de lo que ocurra, pueden ser dos totalmente diferentes. Si Ernesto Samper ganó las elecciones el liberalismo habrá confirmado sus mayorías históricas sobre el conservatismo, y todos los pronósticos sobre el cambio de era en la política no pasaron de ser augurios caprichosos o anuncios hechos por los comentaristas, más con el deseo que con la razón. Se dirá que el puntillazo definitivo fue la postura anticlerical del candidato liberal, que por fin los rojos bebieron de sus raíces históricas, e incluso se llegará a comparar esta actitud con aquellas que hicieron célebre al radicalismo de mediados del siglo pasado.
Si ganó Samper, los conservadores le estarán echando la culpa de todo a la gran prensa liberal pero reivindicando como un triunfo el hecho de haber puesto a los liberales a sudar frío durante todos estos meses. Los godos nunca olvidarán estos días de gloria en los que se pasearon orondos en los cócteles, alentados por los resultados parciales de las encuestas, y D'Artagnan escribirá una columna reconciliatoria pidiendo perdón por cualquier exceso cometido en la batalla y tenderá su mano generosa a los caídos en combate.
Si ganó Pastrana, en cambio, se hablará del final de la hegemonía liberal, los politólogos confirmarán el inicio de la era pluripartidista, y varios jóvenes liberales se pelearán el derecho de encabezar la marcha por la reconquista del poder. Desde todos los flancos, sus copartidarios le echarán la culpa a Samper por haber peleado con los curas en el último momento y le dirán que la historia le ha demostrado al liberalismo que es pésimo negocio pelear con ellos. El diario "La Prensa" titulará "!Ganamos!" a todo lo ancho y alto de su primera página, anunciará venganza contra todos aquellos que lo proscribieron del poder durante tantos años, y se lanzará al gobiernismo con la misma furia con la que ha hecho oposición. Se mantendrá el suspenso hasta el final del escrutinio para ver si los votos del Chocó, traídos a lomo de mula hasta Bogotá, invierten la tendencia de la votación, Caracol sólo hablará de fútbol y el país procederá a especular sobre la conformación del nuevo gabinete.
Pero eso no es todo. A la hora de escribir estas líneas faltarán 48 horas para que juegue Colombia contra Rumania, y del desenlace depende mucho el futuro de nuestra selección en el mundial. Si ganamos, la fiesta se ha debido prolongar hasta el amanecer y nadie dudará de que estamos para campeones mundiales. Si empatamos, el ánimo se congelará en la nevera y quedaremos en vilo, a la expectativa de lo que pueda pasar este miércoles contra Estados Unidos. Si perdemos, la desilusión será tal que no valdrá la pena vivir, todo el mundo estará odiando a los jugadores y al técnico por confiados, y nos lamentaremos de que, como siempre, los colombianos esta vez volvimos a ensillar antes de traer las bestias.
Será tan distinto el país si sucede una cosa o la otra: si gana Pastrana, Samper, Colombia o Rumania, que es mejor hablar de otra cosa.-

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