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El yo con yo

el tema de la financiación no es un mero requisito formal, sino la esencia misma del referendo cuando se presenta una iniciativa popular.

Daniel Coronell
14 de noviembre de 2009

Ya en el ocaso de su vida pública –que en su última etapa lo ha llevado de representante del gobierno Pastrana en los diálogos del Caguán a defensor férreo de la seguridad democrática de Álvaro Uribe–, Luis Guillermo Giraldo logró convertirse en una caricatura. Casi todos los defectos de origen que atascaron el referendo reeleccionista se los debemos agradecer a él.

Cada uno de esos vicios nació por cuenta del deseo de pasarse de vivo.
La redacción del artículo que buscaba una reelección indefinida terminó cerrándole el paso a la inmediata. El acceso privilegiado al censo electoral no fue suficiente siquiera para que reportaran correctamente las cédulas de los donantes (de hecho, en el informe a la Registraduría está errado hasta el número de identificación de Luis Guillermo).
Sin embargo, ninguno de sus fallidos golpes de astucia alcanzó los niveles del concebido por Luis Guillermo Giraldo para violar los topes de financiación.
La ley establece un tope individual de aportes y uno global en esta clase de convocatorias, para preservarlas como iniciativas populares. De otra manera, el referendo se convertiría en herramienta de los que tuvieran más recursos para financiarlo.

Un capo de la mafia, por ejemplo, podría impulsar una reforma constitucional por vía de referendo para prohibir la extradición. Esto trató de hacer Pablo Escobar en 1989 a través de un narco-mico que quiso hacer aprobar en el Congreso –con la ayuda de unos amigos suyos– para colgarle el tema de la no extradición a la reforma Barco. El capo y sus aliados reclamaban que el “pueblo soberano” decidiera, en medio de los ataques del narco-terrorismo.

Por eso, el tema de la financiación no es un mero requisito formal, sino la esencia misma del referendo cuando se presenta como una iniciativa popular. Si lo pagan los ricos beneficiarios de los favores del gobierno –rebasando los topes legales– no es popular.
Luis Guillermo Giraldo, sin resignarse a los límites establecidos por la ley, decidió que la recolección de firmas recibiera plata por dos ventanillas. Una, la de los promotores del referendo, y otra, la de la Asociación Colombia Primero.

En el momento de cumplir con el deber de entregar las cuentas a la Registraduría, declaró que había recibido 142 millones de pesos (dentro del límite legal) por contribuciones de particulares y otros 1.900 millones de pesos (desbordando todos los topes), bajo la denominación de “Otros Créditos”.

La investigación periodística lo llevó a confesar que esos “otros créditos” venían de la Asociación Colombia Primero, que recaudó millonarias donaciones de empresarios, muchos de ellos contratistas del Estado, “para la reelección” y sin atender ningún límite.
Giraldo vio cómo su coartada se caía a pedazos cuando Javier Ayala, en un informe para RCN, reveló que seis de los nueve promotores del referendo eran miembros de la junta de la Asociación Colombia Primero y que el gerente del Referendo era el mismo de la Asociación.

Luis Guillermo negó entonces que se tratara de un autopréstamo.
Sin embargo, y a raíz de la decisión de los conjueces del Consejo Nacional Electoral, se acaba de conocer una declaración en la que Giraldo queda en evidencia, cuando reconoce que él manejaba tanto el Comité Promotor como la Asociación Colombia Primero.

“PREGUNTADO: ¿Quién de manera personal le entregó ese encargo (a la Asociación Colombia Primero)? CONTESTÓ: Yo. PREGUNTADO: ¿Y quién a nombre de Colombia Primero recibió ese encargo? CONTESTÓ: Podríamos decir que yo, aceptado por el consejo central”.

Aun así, y haciendo gala del gracioso cinismo que ha adoptado por estilo, Giraldo se declaró perplejo ante la decisión de los conjueces que les formulan cargos a él y a sus compañeros en la promoción del referendo.

Dice que todo fue transparente y diamantino.

En Colombia estamos y no sería raro que en este caso termine tan inocente como en el robo a Caldas.

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